Capítulo 2: Skyler

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Después de tres semanas en las playas de Arizona, llegar a Nueva York me produjo un dolor de cabeza espectacular. El ruido de los coches, el olor hediondo de las calles, las prisas de la gente...todo se magnifica cuando tienes los sentidos híper desarrollados.

En mi cabeza bailaban distintos olores, como los del señor que caminaba delante de mí –desodorante barato, ajo, perfume de mujer, perrito caliente- y se entremezclaban cientos de sonidos provenientes de todas partes. La electricidad y el magnetismo de los miles de carteles y móviles que pueblan la ciudad me agotaban.

Joder, qué ganas tenía de llegar a casa.

Caminé entre la masa ingente de humanos llegando por fin al parking donde estaban estacionados decenas de taxis y escogí uno al azar. Metí mi maleta y mis trastos dentro y le señalé al hombrecillo que conducía la dirección a mi casa, situada a las afueras de Manhattan, donde seguramente me estarían esperando mis tíos.

Allí podía vivir sin tantísimo ruido y, aunque normalmente controlo mis habilidades sin ningún tipo de problema y hago una vida completamente normal en la ciudad, ese día agradecía el silencio. Después de todo, fue un viaje extenuante y largo; el cansancio no ayudaba a que me pudiera concentrar en que no me molestase nada.

*******

Tras un recorrido de aproximadamente cuarenta minutos y unos cuántos dólares de menos, planté mis pies en la grava que conducía a mi hogar. El hombrecillo con cara de pocos amigos me despidió mientras farfullaba que quién demonios vivía allí, todo malhumorado. Yo por mi parte, con una sonrisa resplandeciente, llamé dos veces a la puerta. Dentro escuché el jaleo proveniente de la cocina mientras mi tío Roger pedía a gritos que su mujer, Edith, abriera la puerta. Nada más abrirse escuché la exclamación de sorpresa y alegría de ésta quien cubiertos en mano me dio un torpe abrazo de bienvenida.

- ¡Skye! ¡Has vuelto!- me dijo al oído. Intenté desembarazarme, pues temía acabar tuerta: los tenedores estaban demasiado cerca de mi cara.

- Edith -le correspondí- Sí, ¡por fin! –sonreí y conseguí alejarme.

Solté las cosas en el suelo y entré definitivamente; a lo lejos escuché a mi tío dar un par de zancadas mientras se acercaba a mí con los brazos abiertos.

- ¡Pequeña!-rugió, henchido de alegría.

Roger no es un hombre fácilmente alegre, así que supuse que el estar en la cocina le habría puesto contento. Bueno, eso y que realmente estaba feliz de verme de vuelta.

-Tito-lancé los brazos a su cuello y le di un beso en la mejilla-. Quería daros una sorpresa, espero no haber venido en mal momento.

-Para nada- dijo Edith mientras recogía mis bártulos e iba escaleras arriba–. Es más, hace unos minutos estaba preguntándole a tu tío cuando llegarías.

-Sí, Lauren ha llamado para decir que estará de vuelta en una semana o así –me miró ceñudo-. Tú podrías haber hecho lo mismo.

-Roger, que solo he estado una semana de vacaciones -me lamenté.

Él rodó los ojos y me dio otro cariñoso apretón. En este segundo abrazo, me concentré en su olor corporal y comprobé que, efectivamente, Roger le había dado un lingotazo al vino mientras cocinaba.

-¿Vino mientras cocinas?- le pregunté con las cejas alzadas.

-Oh vamos, no me juzgues. Yo también podría oler qué has estado bebiendo esta última semana- se marchó hacia la cocina-. Pero soy benévolo, y seguro me emborracharía al primer contacto. Además, con algo me tendría que entretener, cocinar es demasiado aburrido.

The Next Step: Omega EvolutionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora