𝔒𝔯𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔭𝔢𝔯𝔡𝔦𝔡𝔬𝔰

Depuis le début
                                    

Las calles de Londres se sentían frías aquella mañana, suponía que se debía a la fuerte lluvia de la noche anterior, el invierno se acercaba y —como siempre— no estaba listo. Nunca se acostumbraría al frío helado calando en sus huesos ni al constante dolor en su estómago que le recordaba el hambre, la cual ignoraba tratando de conciliar el sueño.

Se encontraba recostado en una fría pared, las desgastadas ropas que usaba no eran apropiadas para aquel clima y hacían que el frío se colara por entre la tela, dándole escalofríos por todo el cuerpo. Las personas que pasaban a su alrededor lo ignoraban completamente, él también ignoraba las crueles miradas poco disimuladas que derrochaban desagrado. Y estaba bien, él mismo sentía desagrado hacia su propia persona.

Levantó la mirada solo un poco, su boca haciéndose agua al observar el pan fresco que vendía el hombre en una pequeña carretilla, su estómago volvió a rugir y tuvo que apartar la mirada.

Se fijó en una regordeta mujer que se quejaba del precio excesivo por un trozo de pan de tan baja calidad, el vendedor se molestó y así empezaron una pequeña discusión que atrajo las miradas de algunas personas que pasaban por el lugar.

Niall observó entonces una oportunidad. Se levantó, sus débiles piernas temblando, poco a poco se fue acercando al puesto del hombre que no parecía querer abandonar la discusión con la mujer. Levantó su mano y estuvo a punto de tomar uno de los panes que se hallaban en la repisa, pero se detuvo abruptamente, dudando de si debía hacer aquello, ya tenía suficientes problemas en su propia casa.

–¿Qué estás haciendo?— la tranquila voz lo sobresaltó, dándose vuelta de inmediato preparando miles de excusas y esperando que aquel desconocido no se molestara al punto de querer golpearlo.

–Yo, eh, solo estaba... no quería...— comenzó a divagar sin atreverse a levantar la mirada.

–¿Ibas a robar?— el ligerísimo tono burlón que se coló en la tranquilidad de aquella voz lo obligó a mirar al hombre en frente, extrañamente tranquilizándose al ver de quien se trataba.

Parado en medio del gentío y a unos pasos de él, envuelto en un espectacular traje negro ceñido totalmente al cuerpo, zapatos tan limpios y resplandecientes como si fueran nuevos, la capa carmín que caía desde sus hombros con elegancia. Zayn mostraba una sonrisa inocente que resguardaba burla y en sus divinos ojos se denotaba la gracia. Se veía pulcro y hermoso.

Por supuesto, era un ángel.

Niall tragó audiblemente, creyendo estar en problemas.

–No iba a robar— murmuró despacio, no quería que las personas a su alrededor escucharan. El "ángel" se acercó con lentitud, sus movimientos confiados le hacían lucir imponente.

–Ibas a robar— declaró como si estuviera confirmando un hecho evidente, el mundano bajó la mirada sintiéndose avergonzado —¿Por qué ibas a hacerlo?

Ni siquiera se planteó mentir, estaba seguro de que ya había decepcionado bastante a su ángel de la guarda con sus terribles intenciones.

–Tengo hambre— murmuró tan bajito que creyó que él no lo escucharía.

Pero sí lo hizo.

–Hazlo— la calidez en su voz fue totalmente ignorada, pues la sorpresa que lo obligó a levantar la cabeza con rapidez hasta casi hacerse daño fue mayor.

–¿Qué?— su voz fue un susurro que se perdió en el viento.

El ente se acercó hasta estar a unos pocos centímetros del mundano, hasta que su voz no fuera más que un murmullo que solo pudiera ser escuchado por el joven de rubios cabellos.

La Biblia de los BastardosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant