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LA PUBLICISTA

PENELOPE

Observé los asuntos de los últimos correos electrónicos, sin saber si reír o suspirar.

Asunto: Nunca llegué a pensar que vería el día en que Harry Styles fuera amable. ¡Buen trabajo!

Asunto: ¡Felicidades por hacer posible al señor Imposible!

Asunto: ¿Qué tipo de drogas le has suministrado?

Asunto: ¿Te lo estás tirando? (La gente se pregunta si ese es tu secreto, a mí puedes decirme la verdad. ¿Es así?)

En los treinta últimos días, Harry me había puesto a prueba en todos los aspectos que implicaban ser publicista. Sin duda era terco y muy arrogante, pero tenía un lado más tierno que solo aparecía en contadas ocasiones. Un lado amable que no servía en absoluto para aliviar la tensión sexual existente entre nosotros.

Por ahora íbamos cincuenta a treinta en aquel juego que nos traíamos de «Quién es el que fuerza más al otro», pero había convertido en su misión personal llevarme a casa al final del día. Durante las reuniones de estrategia matutinas nos tirábamos a la garganta del otro (todavía tenía problemas para abstenerse de decir la palabra «follar» en las entrevistas simuladas), pero insistía en invitarme a almorzar cada día. E incluso en tardes como esta, cuando se negaba a participar en el ensayo de la «entrevista de expiación», se ofrecía voluntario para encargar algo para cenar.

Eran momentos como esos los que debían haberme hecho sentir culpable por usarlo como «musa» en todas mis fantasías nocturnas, cuando a menudo me dormía con los dedos enterrados profundamente en mi coño. Debía haberme dado vergüenza imaginarlo follándome en medio de las entrevistas simuladas en lugar de prestarle toda mi atención. Estaba engañándome a mí misma cuando me compraba lencería provocativa a propósito y la llevaba debajo de los vestidos, esperando que él se diera cuenta.

Me levanté de la mesa de la sala de reuniones y miré por la ventana. Solo me quedaban sesenta días de contrato y, sinceramente, me preguntaba si los dos podríamos ser amigos después de que todo esto terminara.

«O al menos tener relaciones sexuales de nuevo...».

El sonido de mi móvil interrumpió mis pensamientos y miré la pantalla. Era Sean.

—¿Hola? —respondí.

—Hola, Penelope. —Por su tono de voz supe que estaba sonriendo—. Eres Penelope Lauren, mi supuesta mejor amiga, ¿verdad?

—Sí. —Me reí—. Lamento no haber respondido a tus llamadas y mensajes—. ¿Qué tal va todo?

—No hay muchos cambios. La bolsa me ha dado un buen revés, todavía estoy esperando a que te ofrezcas para comprarme un Tesla y Sarah y yo mantuvimos relaciones sexuales el otro día. Probablemente continuaremos haciéndolo durante un tiempo y... mmm... Sí, eso es todo. Nada nuevo.

—¿Acabas de decir que te has acostado con Sarah? ¿Es otra Sarah o mi compañera de piso, la Sarah con fobia a los gérmenes?

—La segunda.

—¿Qué? —Negué con la cabeza, incrédula—. ¿Cómo?

—¿Qué quieres decir con «cómo»? —Se rio—. Solo hay una forma de tener sexo. En realidad estaba esperando que tú volvieras a casa, pero fue antes de que me dijeras que ibas a pasar la noche en el despacho. A lo que iba: se sentó a mi lado mientras veía un maratón, y simplemente sucedió. De acuerdo, vale, tuvo que levantarse a buscar un plástico extraño para que lo colocáramos debajo antes de que pudiéramos llegar más lejos, pero, dejando eso a un lado, resultó casi increíble.

Descarado - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora