Capítulo 2.

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Erick bajó de la habitación con su camisa blanca en mano y se dirigió hacia Víctor, que estaba charlando con Eva.

—Víctor, me voy... —dijo con decisión. No estaba dispuesto a pasar más tiempo allí, ya había tenido suficiente.

—¿Por? —Preguntó el rubio. Eva los miró con atención.

—Porque sí. A propósito, Ximena está en tu habitación, deberías ir a verla.

—¿Está bien?

—Está muy ebria.

—Oh.

—Incluso vomitó en tu habitación, la mayor parte me cayó a mí, aun así deberías ir a limpiar.

—Claro, voy.

—Eso no es todo, está muy sensible... demasiado — le advirtió.

—Okey.

—Luego te devuelvo tu camisa.

—No te preocupes por eso. Y gracias por avisarme.

El rubio subió las escaleras para ir con su amiga y Eva enfocó a Erick.

—Así que te vomitaron encima, ¿eh?

—Sí —respondió con fastidio.

—Oh... Bueno, es lindo que te preocupes por una amiga.

—Ni es mi amiga —masculló—. Te veo en casa, no llegues tan tarde, ¿quieres?

—No lo haré.

—¿Y dónde está Amanda?

—Allá. —Señaló a la pelirroja, que seguía charlando con Ciara.

—Oh... Bueno, si tienes oportunidad me despides de ella.

—Yo le digo.


***


Ximena se quedó durmiendo en la habitación de Víctor; el rubio, después de que terminó la fiesta, aproximadamente a las cuatro de la mañana, fue a dejar a su novia a su casa. Al llegar, se dirigió a la habitación de huéspedes y se quedó profundamente dormido, al otro día limpiaría todo.

El joven se levantó a las diez de la mañana y antes de hacer cualquier cosa, subió a su habitación para ver a su mejor amiga. La chica, que no tenía mucho que acababa de despertar, lo enfocó cuando entró.

—Buenos días.

—Buenos días —respondió ella con tono desanimado.

—Hey, ¿qué tienes?

—Nada. —Negó con la cabeza. Sabía que Enrique era uno de sus mejores amigos y no quería causarle problemas con él, si le contaba la verdad Víctor se iba a enojar muchísimo y lo más seguro es que le reclamaría, y lo que menos quería era que se enteraran más personas de que sólo la estuvieron utilizando.

—¿Segura?

—Sí —sonrió.

—¿Quieres algo de desayunar?

—No —respondió con rapidez, haciendo una mueca de asco. Aún sentía el estómago revuelto y le dolía la cabeza—. Quiero ir a casa —pidió.

—Como ordenes, sólo lávate la cara y te llevo, ¿sí?

—Sí.

—Por cierto, cuidado con el alcohol. Suerte que mis padres no estaban porque si les decían a los tuyos...

Las peripecias de Ximena © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora