Marinette se había puesto su mejor vestido para conocer al sobrino del rey. Se había acomodado el cabello de un modo que la hacía parecer más adulta y seria, y había estado practicando la reverencia como Tikki le indicó que debía hacerla. Estaba decidida a dar la mejor imagen posible y también por eso, había evitado adormecerse en el trayecto. No quería aparecer con el vestido arrugado y los ojos hinchados. Lo malo de mantenerse despierta todo el viaje había sido que su mente no había parado de dar vueltas a mil ideas distintas y ahora la sentía como una olla que alguien hubiese olvidado al fuego durante demasiado tiempo; a punto de estallar sin remedio para malograr todo el esfuerzo del cocinado.

Por supuesto, Marinette había desechado todas sus dudas y estaba segura de lo que iba a hacer. Su visita al palacio real obedecía a dos motivos razonados y enormemente reflexionados.

En primer lugar, era su responsabilidad responder a esa invitación para darle las gracias al hombre que, tan solo por genuina amabilidad y gentileza, había hecho que su mayor sueño se volviera realidad. Y le parecía que era sencillo entender esta resolución. El Caballero había confiado en ella y todo lo que le pedía a cambio era un encuentro para conocerse. En su mente no concebía rechazarlo, pues habría sido un gesto tan despreciable como desagradecido.

Y ella era una joven noble, agradecida y justa.

El segundo motivo no era, quizás, tan agradable pero sí igual de importante.

Por más que había pensado en las palabras de Tikki y había releído cientos de veces las cartas del Caballero, Marinette seguía dudando de que su amiga pudiera llevar razón sobre los sentimientos de este. Una parte de su mente estaba convencida de que todo eran tonterías, pero había otra parte que dudaba... ¿Y si realmente las intenciones del Caballero al atraerla a Palacio eran pedirle en matrimonio o iniciar relaciones?

Marinette apretó los párpados y al tragar saliva, sintió una bola de acero que giraba en el borde de su paladar y se negaba a bajar. Esa era la posibilidad que más miedo le daba, porque de ser cierta ella tendría que rechazarle.

Había decidido ser leal a sus sentimientos por Chat Noir, y por tanto no aceptaría ninguna otra propuesta, ni siquiera aunque viniera del sobrino del rey. Estaba dispuesta incluso a pedirle que no la escribiera más cartas si es que estas tenían la intención de enamorarla.

Y no iba a echarse atrás.

Solo espero que no se enfade demasiado y me arrebate la tienda.

Le parecía poco probable dado el espíritu amable y generoso del Caballero, pero en asuntos del corazón nunca se sabe cómo va a reaccionar la otra persona.

Eso la hizo pensar en Chat Noir, o más bien en el hecho de que no hubiese regresado a verla después de la última vez. Debía estar molesto por la discusión y, por ese modo misterioso en que el chico lograba enterarse de todo, a lo mejor ya sabía que había acudido a Kingsbury.

Motivo por el cual, estará todavía más enfadado.

Eso la inquietaba un poco, aunque Marinette tenía la extraña seguridad de que él volvería. No sabía cuándo sería, pero estaba segura de que Chat retornaría a ella y entonces lograría hacerle entender la magnitud de sus sentimientos por él, a pesar de no querer casarse en esos momentos

Me entenderá se dijo para calmarse. Pero primero debo ocuparme de esto.

Casi como si esa resolución se hubiera interpuesto en su camino, Marinette sintió que el carruaje reducía su velocidad. El cochero tiró de las riendas y se oyó el relincho de los caballos; su cuerpo se echó hacia delante por la inercia del movimiento y el corazón se le subió a la garganta.

Maullidos a la Luz de la Luna (Reto Marichat May 2021)Where stories live. Discover now