capítulo 12 - nueva era

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Estaba en clase y me encontraba nerviosa, golpeando el bolígrafo contra la mesa una y otra vez. Tocaba historia del arte pero yo no podía centrarme en las diapositivas de columnas que nos enseñaba la profesora, sino en la persona a mi lado: Ivy. Y por primera vez en todo el curso, quería hablar con ella.

La ocasión perfecta se me presentó cuando la profesora soltó un «obviamente tenéis que saber ya que es la veladura».

"Claro, una vela dura..." Le susurré al oído, acercándome a ella. "¿Lo pillas? Separé las sílabas."

Ella no se giró a mirarme pero supe que le hizo gracia por su sonrisa, y ya me quedé contenta. Había decidido que iba a ser amable con el mundo, y a partir de ahí él se podía portar bien conmigo o no, pero yo no tendría la culpa de ello. Era una nueva era, una nueva Dánae que intentaba ser abierta y carismática.

"Por cierto," la voz de la profesora cortó mis pensamientos y por primera vez en toda la clase empecé a atender. "No sé si oyeron de los actos vandálicos que están sucediendo en los alrededores..."

"Los de la nueva banda urbana."dijo un alumno.

"Exacto, la llamada Nueva Era." Afirmó la profesora. Rápidamente levanté la vista y la miré con el cejo fruncido ¿era una broma del destino? "Pues lo que os quería decir es que el último atentado sucedió en el otro instituto de la ciudad, nada grave, sólo destrozaron algunos bienes y quemaron los contenedores... pero hubo un herido. Con esto no quiero alarmaros, pero si veis un grupo o a una persona haciendo algo sospecho, inmediatamente llamad a la policía."

Todos asentimos y sentí los pelos de los brazos herizarse ¿cómo alguien podía caer tan bajo como para llegar a la violencia? Era triste, pero eran muchos. Y al final los que mas sufrían eran los más inocentes (como el herido del otro instituto).

Dejé de pensar en eso, me enervaba. Por lo que seguí haciendo lo de antes: nada de nada.


Unos días después, cuando por fin había llegado el sábado noche, decidí que no me apetecía salir con ninguna de mis amigas, por lo que me decidí por un paseo nocturno.

Sin darme cuenta llegué al paseo marítimo, y al darme cuenta de que estaba muy oscuro y vacío decidí que ya era momento de volver. Pero en cuanto me di la vuelta escuché unos sollozos y volví a girarme, busqué a mi alrededor (tanto como la miopía me permitía) la persona que los estaba haciendo. Visualicé la figura de una persona a la lejanía y no pude evitar coger el teléfono para hacer como si estuviera mirando algo en él y pasar por el lado, quería saber quien era.

Pero cuando pasé por el lado y la vi de reojo, rápidamente guardé el teléfono y me acerqué a él, preocupada.

"Kian." Llamé su atención y me rompió el corazón cuando me miró, tenía los ojos muy hinchados y el labio inferior le temblaba. Era como ver un cachorro herido, solo que a él no lo podía llevar a un veterinario y tener asegurada su recuperación.

"Dánae," pude notar algo de sorpresa en su tono de voz. Apartó la vista. "¿Qué haces aquí?"

"Yo... Me aburría en casa." No sabía que decir, seguía tan impactada por ver así a Kian, el chico de la sonrisa más grande, de las arrugas a cada lado de sus ojos... nunca esperaría encontrármelo llorando, y menos solo.

Yo no tenía palabras que pudieran ayudarle, pero él me tenía a mí para hacerlo, aunque no fuera mucho. Me arrodillé frente a él y lo abracé, lo que lo tomó por sorpresa, lo sabía porque sentí su cuerpo tensarse.

"Sólo estoy aplicando presión, es para relajar el sistema nervioso simpático." Susurré desde su pecho. Tenía miedo de que me apartara y me rechazara, que no quisiera mi ayuda, por lo que mientras esperaba a que respondiera al abrazo sentía mi corazón acelerado, como si hubiera dejado a este en una bandeja esperando a ser recogido o pisoteado. "Lo aprendí en Anatomía de Grey."

Y cuando el me rodeó con sus brazos no pude evitar soltar todo el aire que había aguantado. Sentía como si al mismo tiempo que él aceptaba mi ayuda, también yo aceptaba ser ayudada por el. Y yo nunca me dejaba ayudar por nadie, ya no. No desde hace mucho tiempo.

"Eres jodidamente genial." Soltó mientras me abrazaba más fuerte, podía sentir mis mejillas teñirse de rojo.

"Tú lo eres, y por eso no deberías estar así." Susurré, entonces él me subió a su regazo y yo coloqué mis manos en su pecho. Yo había empezado a abrazarlo pero al final era yo la abrazada.

"Dios, por favor, cállate." Colocó su cara en mi cuello y me endurecí.

"¿P-por qué?" El miedo a haber dicho algo malo me invadió, quizás había dicho algo que le había hecho daño.

"Porque haces que necesite besarte, y no puedo hacerlo."

Me separé un poco y lo miré, seguía con la mirada triste pero por lo menos ya no lloraba.

"¿Por qué no?" ¿No era suficiente para él?

Hubo unos segundos en silencio en los que sólo nos miramos a los ojos, luego habló. "Porque no soy tuyo."

Sus palabras me descolocaron pero quise aparentar que no, encogiéndome de hombros. "Bueno, yo tampoco soy tuya."

Kian sonrió levemente, pero se notaba que la sonrisa era falsa. "Lo sé."

Me quedé unos segundos observándolo, queriendo quitar toda esa tristeza de cuajo y tirarla muy lejos, más allá del mar que estaba detrás de nosotros.

"¿Quieres hablar?" No tenía que decir más, él sabía a lo que me refería. Quería que se abriera a mí, que me contara sus penas y poder ayudarlo a quitar cajas del sótano. Si algo había aprendido en mi vida era que si alguien tan sonriente como él se derrumbaba de repente era que guardaba algo en su interior que le hacía daño. Yo era así y quizás por eso necesitaba ayudarlo, porque conocía mucho los problemas de fondo que no se veían a primera vista.

Él iba a hablar, pero luego cerró la boca, y entonces supe que no estaba preparado. Y me sentí algo decepcionada.

"Bueno, yo sí... ven." Me levanté y lo cogí de la mano, empezando a arrastrarlo hasta la arena. Una vez que llegamos lo solté y me tiré en esta, sin importarme marchar mi pantalón favorito. "Soy un calcetín."

"¿Qué?" Preguntó Kian, confuso.

"Estoy tirada en el suelo al lado derecho por lo que soy el calcetín derecho," giré la cabeza para mirarlo. "¿Quieres ser mi calcetín izquierdo?"

Él sonrió por primera vez. "Por supuesto."

Reí al ver que él seguía con la estupidez de ser calcetines, y sí, sabía que era una gran estupidez pero conseguí que se olvidara de sus problemas.

Entonces recordé una frase que leí en un libro (que por supuesto subrayé) que era: somos demasiado jóvenes para estar tan tristes. Y era cierto, ahora era como si un pequeño problema nos hiciera miserables, cuando en realidad no; sólo había que aprender a fijarse más en las cosas buenas, vivir como si la vida fuera un camino que no sabías a donde te llevará o cuando acabará. Pero quizás para conseguirlo necesites a alguien que te ayude, y yo, mirando a Kian, veía a alguien que podía ser el que lo consiguiera conmigo.

Nos quedamos cumpliendo nuestro papel de calcetines, mirando el cielo y hablando de estupideces hasta que me tuve que ir. Nunca olvidaría esa noche.


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