Parte 1

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He vivido en el olvido de quién aún está presente y debo reconocer que es de las peores formas de morir que existen; también me he vuelto eterna en quienes desde lo efímero me han regresado a la vida y no he encontrado religión más preciosa que esa que te permite reencarnar en quienes también han estado muertos. 

Pero es que contigo mi amor; contigo es otra historia, otra vida. Una llena de risas que escondidas en suspiros acaban en gemidos; una donde la muerte ya no viene sola y no viene por mí; ahora se disfraza de fiesta y me pide que la enseñe a bailar...

Me he paseado por quinta vez la plazoleta; sí; ¡quinta vez! Y aunque mis pies empiezan a pedir clemencia, mi alma les gana en decisión.

Luego de otro par de vueltas más y sentir como una gota de sudor se divierte por mi espalda, estoy decidida a marcharme; y justo en ese momento, te veo.

Corro al mismo sitio desde donde te he observado cada día en las últimas cuatro semanas y nuevamente me pasmo embelesada en la imagen frente a mí.

Luces exquisito; una camiseta blanca que resalta lo tostado de tu piel, unos shorts turquís que dejan asomar tus rodillas, tus brazos grandes y contorneados siempre en movimiento y un culito firme que provoca más de un pensamiento desordenado . Bueno, todo tú parece muy firme.

Te veo haciendo el mismo ritual de siempre; caminas uno, dos, tres, cuatro y cinco pasos; te pones frente al árbol gigante de florecitas púrpuras, lo miras y sonríes, luego miras el reloj, paseas tus largos dedos por detrás de tu nuca, y te vas.  Hoy has tardado 40 segundos; cinco más que ayer.

Esta es mi parte favorita del día y lo máximo que ha durado han sido 40 segundos; 40 segundos en que a mis pies y a mi paciencia se les olvida lo mal que los trato; y a mi corazón, lo mucho que merece la pena vivir.

<<Si supieras que eres tú mi pausa activa en una vida congelada que va a mil por horas; que eres como una velita encendida debajo de una cueva, una nubecita llorosa y fugaz en el Atacama, mi alcohol y tapabocas del 2020... Lo que diera porque tus brazos me preparan un refugio; lejos del ruido, lejos del miedo, lejos de la soledad.  Lo que diera porque me hicieras el amor, o hacértelo yo a ti; o lo hiciéramos nosotros a él.>>

Me rio al ver lo desesperado de mis pensamientos, pero es que sí; estoy desesperada porque me muero de ganas de acercarme, de conocerte, de que mi lengua delinee ese sitio en el que pones tus dedos y que la tuya me cartografíe la espalda hasta luego hundirla en medio de mis demonios. Desesperada mi amor, por poder hacernos el uno en el otro; carne a carne, piel a piel, verso a beso, aire en aire , manos, dedos, dientes, sueños e ilusiones. Pero, ¿qué hacer? cuando querer, no significa poder.

Espero que te marches y luego yo ocupo tu lugar, alejando mi reciente inspiración que no tengo ni idea de donde ha salido; pensando que quizás ese es otro efecto que también tienes sobre mí; el de hacer que las flores rompan el pavimento en el que se convirtió mi alma y como con solo mirarte mi corazón se vuelve florecido, así como el árbol que es dueño de tu sonrisa.

Lo reparo a él, frondoso y alegre, envidiando porque él se lleva tu atención y no yo...Me pregunto ¿qué es eso tanto lo que puedes encontrar en él para incluirlo en tu rutina?

Asomo la cabeza un poco por el tronco y noto que detrás se esconde un cafecito, con una larga y transparente vitrina que no había visto nunca; me sorprendo cuando veo que es casi como un espejo y que desde allí se ve perfectamente el sitio donde yo estaba un par de minutos atrás y en el que me he escondido diario como cualquier loca psicópata acosadora de la vida durante un mes; <<ok, ¿por dónde empiezo a recoger la dignidad?<<, y justo cuando estaba a punto de empezar a alzar los pedazos, veo el reflejo tuyo detrás de mí.

Morir para bailarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora