Capítulo 43

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NOAH

Me daba miedo lo rápido que estaban yendo las cosas. Después de lo que me había ocurrido con Dan, la posibilidad de volver a enamorarme no en- traba en mis planes; no obstante, ahí estaba: completamente perdida por mi hermanastro, el último chico con el que hubiese podido imaginarme tener una relación. Quizá todo habría sido más fácil si me hubiese enamorado de un chico como Mario, pero sabía que no habría funcionado. Desde que le había dicho que solo íbamos a ser amigos, no había vuelto a ponerse en contacto conmigo. Estaba claro que no le interesaba lo suficiente. En cambio, con Nick, aunque todo era una locura, me hacía sentir tan bien que no podía quejarme. Me asustaba las ansias que tenía de estar con él, incluso cuando estábamos separados por un intervalo pequeño de tiempo mi corazón sufría por su ausencia, y aquello era preocupante de verdad. Tampoco podía evitar que me temblasen las piernas nada más verlo y qué decir de cuando me besaba o hacíamos el amor. Estaba literalmente en una nube y si no hubiese sido por las amenazas de las cartas ahora mismo habría sido la persona más feliz de la Tierra.

Era consciente de que no podía seguir callándome lo de las cartas, pero no quería mencionar el nombre de mi padre a mi madre. Ella había sufrido tanto o más que yo los abusos de ese hombre y ahora que estaba felizmente casada no podía traer de vuelta esos recuerdos, pero ¿qué podía hacer? Mi padre estaba en la cárcel, no saldría hasta al cabo de muchísimos años y era prácticamente imposible que me pusiese una sola mano encima. Así que todo tenía que ser cosa de Ronnie. De alguna forma se había enterado de mi tortuoso pasado y lo había sacado a la luz para asustarme y poder darme donde más me dolía. Por ese motivo decidí que la única persona adecuada para ocuparse de todo ese lío tenía que ser Nicholas.

Aquella noche después de la fiesta a la que íbamos por primera vez como pareja, se lo contaría. Se subiría por las paredes y seguramente me recriminaría el no habérselo dicho antes, pero temía su reacción y también temía lo que el mafioso de Ronnie podía llegar a hacerle.

Por eso intenté disimular mi estado de ánimo cuando llegamos a la fiesta de la hermandad de los amigos de Nick y puse mi mejor sonrisa cuan- do me abrió la puerta para ayudarme a salir del coche. Desde que habíamos empezado con aquella relación se había transformado: el Nicholas que ha- cía poco defendía que las tías podían abrir una puerta solas y que no necesitaban escolta había desaparecido para dejar paso a un auténtico caballero. No es que yo muriese por todos aquellos detalles exagerados y tal vez un poco anticuados, pero sí que me gustaba saber que solo los tenía conmigo y con nadie más.

—¿Te he dicho ya que me va a costar mantener mis manos apartadas de ti esta noche? —me preguntó reteniéndome un momento contra la puerta del copiloto. Hacía bastante fresco y el vestido ajustado negro que me había puesto no era precisamente práctico.

Alcé la mirada hacia él, admirando aquellos ojos claros de pestañas inmensamente largas y negras, me perdí en ellos y en la calidez y el deseo que ocultaban. Nicholas Leister era la viva imagen de un modelo de Calvin Klein y ahora era todo mío.

—Pues vas a tener que hacerlo —repuse, entrelazando mis dedos en su nuca y acariciándole el pelo. Era difícil mantener las manos apartadas de aquel cuerpo espléndidamente esculpido—. Sabes que todo el mundo nos va a estar mirando, ¿verdad?

—Así sabrán que eres mía —afirmó inclinándose y apoderándose de mis labios. Cuando me besaba perdía completamente el hilo de mis pensamientos. Nicholas siempre llevaba la iniciativa a la hora de enrollarnos y eso era algo que me volvía loca de deseo. En aquel momento y en la oscuridad de la noche el simple roce de sus dedos en mi cintura hacía que todo mi interior se estremeciera. Poco a poco entreabrió mis labios con los suyos y su lengua penetró en mi boca, ávida de acariciar la mía con movimientos lentos y sensuales, nada que ver con cómo nos besábamos últimamente: con desenfreno y sin apenas respirar. Aquel beso me estaba derritiendo.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora