t r e s.

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Katsuki estaba en una nube de felicidad y alegría, todo era maravilloso mientras que el peliverde sujetaba su mano y lo guiaba a quien sabe dónde. Una vez que caminaron poco más de dos cuadras llegaron al famoso lugar, la pista de Skate.

La cara de Izuku se iluminó por completo, empezó a dar pequeños brincos de emoción mientras seguía aferrado a la mano del mayor para hacerlo caminar, este lo veía con ternura, ese peculiar chico había sacado un lado no muy visto en él.

Llegaron al frente de una rampa no muy alta, se sentaron en el borde y por fin uno de ellos rompió el silencio.

—Asi que... ¿vas a patinar?— preguntó Katsuki, viéndolo a los ojos.

El menor río por lo bajo.

—Te voy a enseñar a patinar.

La sonrisa en la cara del mayor se desvaneció, cambiandola por una expresión de sorpresa.

—¡Y-yo no practico skate!— gritó.

—Dijiste que no eras un miedoso, así que supongo que no te da miedo aprender a manejarlo, ¿No?— dijo Izuku, riendo mientras tapaba su boca.

—Deja de ser un enano presumido y muéstrame como andar en skate.— finalizó el rubio cruzandose de brazos.

El menor no podía estar más feliz, había descubierto el punto débil de su nuevo amigo y le encantaba hacerlo molestar; tomó un casco que había traído consigo, unas coderas, rodilleras y, por supuesto, un skate.

—Ven, te mostraré primero como estabilizarte encima de una tabla.

Seguido de esto, le extendió su mano y lo llevó a un lugar con menos rampas, las suficientes para que comenzara a practicar.

—Solo tienes que subirte acá, colocar un pie delante del otro y mantener el centro estable.— dijo sonriente mientras avanzaba lentamente en su patineta, lo hacía ver demasiado fácil. —¿Quieres intentarlo tú ahora?

—Tsk, bajate y dame el estúpido skate.— dijo el mayor con una pequeña sonrisa.

Luego de unos 45min, la cena estuvo completamente lista, las mujeres estaban felices sirviendo los platos y los hombres colocaban la mesa

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Luego de unos 45min, la cena estuvo completamente lista, las mujeres estaban felices sirviendo los platos y los hombres colocaban la mesa. La madre de Katsuki sacó su celular para llamar a su hijo y decirle que ya todo estaba listo para cenar, pero como si de magia se tratara escuchó unos pequeños golpes en la puerta de entrada.

—Deben ser los chicos, yo abriré.— dijo la feliz mujer de cabellos verdes.

Esta camino contenta para abrir la puerta de madera frente a ella y al hacerlo solo salió un pequeño quejido ahogado.

—¡Izu, mira lo sucio que estás!— le reclamó su madre, señalando su ropa mientras veía a los dos chicos entrar.

—Vaya vaya, ¿acaso fuiste a rodar en el lodo, Katsuki?— reprochó ahora la rubia, mirando divertida a su hijo.

Cool Kids| k.dDonde viven las historias. Descúbrelo ahora