Capítulo 24

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Otro fallo, esta vez me rozó la carne débil de la oreja, siento el escozor ardiente en la zona pero no me muevo ni muestro una mueca de queja o molestia. Zayn ha puesto a Harry ha practicar tiro con diferentes armas nuevas que han llegado esta mañana, de paso me castiga por haber matado a un "inocente" como él lo llama, en medio de una calle pública y no limpiar mi propio desastre, en fin, que suerte que quien tiene mi vida entre sus manos sea uno de los que más ganas tiene de acertar el tiro. Mis ojos siguen mostrando cansancio e indiferencia, aburrimiento ante los múltiples intentos fallidos, he dejado de contar desde los doce ya que solo en cuatro ocasiones me ha rozado alguna zona dejando un poco de sangre seca.

- A la cabeza Styles -Ordena sin rodeos el moreno que mantiene las manos agarradas tras su espalda observando cada movimiento-. Son armas más pesadas, debes acostumbrarte -Usa un tono autoritario, nada amigable para mi gusto y se nota que en este tiempo de ausencia se le ha colmado la paciencia y las ganas de tratarnos con amabilidad viendo que todo lo que tocamos se destruye-. Quiero que canalices toda la ira, la inhalas y al expulsarla aciertes en el blanco.

Con el silenciador puesto en el gatillo apenas soy consciente de cuándo la bala hace el recorrido así que solo espero, espero con mi más desinterés en el ridículo circo que se han montado. La bala impacta cerca de mi coronilla pero vuelve a chocarse con la pared, quiero burlarme de que pronto se me dormirán las piernas con su incompetencia pero estoy obligada a guardar silencio y para mejorar la situación Harry ha estado rarísimo después de la noche del incidente, sale sin decir nada, entrena solo, pide que le encarguen trabajos lejos de mí, en fin, tiene motivos para pegarme un buen tiro en la sien supongo.

- ¡Al pie carajo! ¡Ahora!

Y con el ceño fruncido, las manos tensas, las venas exaltadas, las aletas de la nariz temblando por el esfuerzo y la rabia momentánea asesta en el puente superior de mi pie izquierdo descalzo. Contraigo mis facciones con el impacto, cierro los ojos con fuerza y al abrirlos le dedico una mirada amenazante a ambos, una amenaza silenciosa que acatan apartando sus ojos de inmediato de mi cara para viajar hasta el charco que se empieza a formar debajo de mí. Parece que su "Protegida" ahora es un juguete con el probar armas y lastimar como un puñetero saco de boxeo.

- Se ve feo -Dice Zayn sin el mayor ápice de gracia mientras muestra una sonrisa forzada-. Más vale que se cure pronto, tienes un encargo.

- Pues espero que me maten -Espeto-. Con un pie así no llegaré muy lejos.

- Ese no es mi problema -El tono tranquilo, la indiferencia que quiere transmitir hace que quiera restregarle cada gota de mi sangre por toda la cara hasta ahogarlo, pero actúo como él, serena, mostrando una sonrisa feroz que le hace estremecerse.

- Claro Malik, tu único problema es preocuparte porque el resto traiga dinero fresco a tus bolsillos mientras tú te escondes en tu guarida y te follas a alguna puta, que triste debe ser ¿No? Tener que pagar para que alguien te toque.

Por el rabillo del ojo veo cómo se le tensa la mandíbula, aprieta con tanta fuerza que si sigue así pronto la romperá y para mi suerte podré empezar a limpiar la herida. Al contrario, guarda silencio un rato más pensando si vale la pena decirme algo más, una última mirada de reproche que correspondo con otra amenaza silenciosa y un ligero gruñido que hace que comience a caminar dándome la espalda. Cojeo hasta el banco más cercano, justo frente al saco de arena dónde entrena Joet. Sus músculos se ven tensos a cada golpe, sus fornidos brazos los cuales rezo porque no me estrangulen algún día. Nota mi presencia sin darle mucha importancia, desde luego es uno de los que más tolero y sabe cómo mantener a ralla mi mal humor, no soy tan estúpida como para poner en mi contra a un gran potencial. Levanto la pierna colocando el tobillo sobre la rodilla derecha, el agujero atraviesa hasta el puente inferior, veo la bala clavada al final de este y busco unas pinzas alargadas en el botiquín que alguien ha colocado a mi lado, alguien demasiado silencioso para notarlo. No me molesto en averiguar quién ha sido, exhalo todo el aire que tengo en los pulmones cuando mi carne abierta roza el metal frío, hurgo con desagrado escuchando los tejidos, una mueca de repugnancia y dolor hacen que Joet ría toscamente a lo que bufo cuando por fin dejo la bala en una bandeja de plata para desinfectarla.

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