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Chapter Thirty Three

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capítulo treinta y tres . . . ❞
DRACO MALFOY

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Su mano se flexionó mientras la sangre caía desde sus nudillos. Definitivamente no debió golpear aquel espejo, ni los cientos de espejos que decoraban la habitación pero, mirar su rostro era algo que lo hacía hervir en rabia.

No solo golpeó el vidrio por placer. Él lo golpeó para borrar la imagen ante sus ojos.

Jamás se había visto tan devastado por el hecho de mentir, y aunque no lo hubiera hecho estrictamente, ella había sido clara.

Draco, ocultar viene a ser exactamente igual que mentir.

Sus palabras se repetían a cada segundo en su cabeza, pero era demasiado fácil decirlo.

Demasiado fácil para ella.

No era su familia a la que debía proteger. No era ella quien sería torturada, ni mucho menos sería ella quien terminara sin vida si el alguien más llegaba a saber que él tenía un plan.

Un plan que involucraba al mago más tenebroso de todos los tiempos...

Ella simplemente era la persona a la que debía salvar. La mujer a la que debía proteger ante todo. Una de las personas por las que estaba jugando con el diablo para salir de esto.

Ella estaba en la cúspide de todas las razones por las que Draco Malfoy, debía ocultar secretos, por mucho que odiara tener que esconderlos ante ella también.

Pero había algo más que le estaba quebrando la mente, y era el hecho de que ahora, ella lo odiaba, y ni siquiera tuvo que decírselo para poder notarlo.

Solo fue la forma en que su rostro perdió el brillo cuando él dio la más mínima de las confesiones. La forma en que ella negó agitadamente con su cabeza ante sus palabras, apretando sus manos y forzando a sus ojos a no derramar una sola lágrima.

Y él no hizo nada.

No lo hizo porque la única forma de atraerla hacia él nuevamente, era confesándole todo. Abrirse ante ella para finalmente poder sentirla junto a su piel nuevamente. Explicarle con detalle y meticulosidad cada parte se su jodido plan solo para poder sentir sus labios sobre los suyos al menos una vez más.

Pero eso era algo que no podía hacer.

Y como no tenía en qué otra cosa consumir su rabia, prefirió lanzar la botella de Whisky que yacía en sus manos, provocando un estruendo en la habitación que hizo un eco a lo largo del mármol pulido que ahora se bañaba en fino licor.

—Malfoy qué carajo.

Como un reflejo, se volteó hacia la puerta, viendo a Zander entrar en el lugar, cerrando con una suavidad que lo hacía sentir frágil y débil.

Odiaba la sensación— Qué mierda quieres —le espetó.

Él puso los ojos en blanco, pasando por alto sus palabras sumergidas en ira— Es por esto que ella está en la biblioteca ¿no?

Draco apretó su mano en un puño, tratando de mantener un poco su rabia contenida— ¿A qué te refieres?

La sonrisa ensanchada de Zander lo hizo sentir peor— Sólo relájate y siéntate.

—No me digas que me relaje —le gruñó él, pasando una mano por su cabello húmedo—. Sabes cuanto me jode eso.

—Exacto —le respondió su amigo, tomando asiento en el sillón de felpa que se encontraba en el centro de la sala—, ¿y sabes por qué lo sé?, porque se que te he visto así más veces de las que me gustaría, entonces no me jodas Draco, no soy tan imbécil para caer en tus estúpidos berrinches.