Capítulo3: "Conociéndome, conociéndote" (Parte 2)

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Me senté en esa hermosa silla intocable de pana, dispuesta a dejar que mis emociones abandonen mi cuerpo.

Desde que recibí el libro de poemas de Pablo Neruda y Gustavo A. Bécquer como regalo de cumpleaños a mis once añitos, no pude dejar de escribir poemas. La etapa niña-adolescente la tuve entre letras, sueños y fantasías. No importaba la manera que me expresara pero, me convertí en alguien con mayores sentimientos.

En ese entonces, me di cuenta que deseaba un diario. Necesitaba “hablar en soledad todo lo que sentía con alguien que solo me escuchara”. Lamenté mucho haber perdido todos los diarios en una de las inundaciones que viví cuando era una adolescente en mi país, Argentina.

Cantaba junto a Mónica Naranjo, esa canción que me gusta tanto, “Ahora”. Estaba lista para escribir lo que sentía mientras escuchaba su letra:

“Lo que quiero ahora, es tu cuerpo ahora,

ser su dueña ahora, ser su esclava ahora.

Y atarlo ahora, y adorarlo ahora,

parar el tiempo ahora y acariciarlo ahora…

Y mis palabras salían a borbotones con ansiedad. Una mezcla de imágenes me confundían y me perturbaban. Me venían como flashes nuestros momentos íntimos con Eduardo, tan lindos, tan tiernos. Tan lejanos en el tiempo.

De repente, las escenas que viví en la habitación al llegar, como relámpagos atormentaban mi mente; provocando una búsqueda incansable de momentos secretos con ese ser desconocido que me atraía de manera endemoniada.

“Ya no soy la misma, nunca más lo seré”

Debajo de mi piel algo cambió,

las sensaciones no son las mismas,

no brillan los colores,

ni las huellas son infinitas.

Mi corazón se esfuma,

no se aceleran los latidos,

quedan olvidados en el agreste camino

y perdidos en el recuerdo del ayer.

Intento observar el reflejo

de mis ojos tristes y opacos,

ya no presienten la dulzura

de tu mirada profunda…

Escribir me dejaba totalmente relajada, pero la angustia que quedaba dentro de mí, se iba poco a poco. Preferí recostarme un rato, para terminar después con mi poema.

Otro poema que escribía para Eduardo y quedaría en el cajón. Nunca me prestaba atención cuando se los regalaba, aunque se los quisiera leer yo misma. No sé qué pensaría él, que sería una tontería; sin embargo para mí era tan importante y tal vez no se daba cuenta cuánto lastimaba mi corazón.

Tenía ganas de ir más tarde a la piscina. No quería reconocerlo, pero tenía ganas de ver a Maxi. ¿Por qué? ¿Qué tiene que me gusta tanto?

Me acosté en la cama. Mientras sacaba a Maxi de mi pensamiento, leía la carta. No sé por qué me aferré tanto a mi escrito, no podía creer que Eduardo fuera tan superficial y no se sintiese vulnerable ante la confesión de mis sentimientos más profundos. Al rato, entré en un intenso sueño.

No tuve en cuenta que la habitación seguía siendo también de Maxi. Igualmente sabía que no subiría. Lo soñé intentando conquistar a todas las mujeres del lugar. Me sorprendí cuando al despertar, tenía su mirada clavada en mí, acostado a mi lado. Perdí la noción del tiempo, no sabía cuánto llevaba dormida. Cuando se dio cuenta que me iba a levantar por verlo ahí, con su índice apoyado en mis labios y haciendo un gesto de silencio, dejó salir unas palabras de su boca. Un susurro aterciopelado sentí sobre mis labios acompañado de una mirada cálida… Me estaba provocando querer ser su prisionera.

Un nuevo amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora