Cincuenta y cuatro

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Una semana después del suceso más comentado en el mundo del espectáculo

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Una semana después del suceso más comentado en el mundo del espectáculo.

La prensa no dejaba de mencionarme en todos lados. Todos rumores, por supuesto. Que si me iba a retirar de la música, que si tenía problemas de alcohol, pero nadie de verdad se había acercado a preguntar cómo estaba.

Supuse que Rob no permitía que ellos pudiesen comunicarse conmigo de forma directa, y es que desde la última asistente, ellos desistieron de contratar a alguien más, hasta que «supiese comportarme».

Por otro lado, ya estaba mejor. Dormir a horas decentes, y comer cinco veces al día —todo sano—, me estaba ayudando. Kevin me daba algunas rutinas de ejercicio fáciles para que me mantuviese activo.

Bianca me acompañó en todo el proceso, le ofrecí quedarse en mi casa, así hacía los trámites para rentar su nuevo apartamento sin tanto ajetreo. Además, me gustaba tenerla cerca.

Bee se unía a veces, me visitó algunos días y hablamos un poco de cómo nos sentíamos. También la vi congeniar rápido con Bianca, me gustaba verlas socializar, era algo que no sabía que necesitaba hasta que lo vi.

Y sí, Rob se instaló en mi casa como lo prometió.

—Ok, ¿quién de ustedes, cerdos, dejó la cubierta del inodoro abierta? ¡Por cuarta vez esta semana! —gritó Bianca, entrando de forma enérgica al salón de la casa, en donde nos encontrábamos reposando, yo miré a Rob, y él a mí. Alcé una ceja.

—Yo no hago eso —respondí rápido—, ¿tienes algo que decir, Robert?

—¿Saben qué? ¡Errar es humano! Y yo soy una persona con errores y virtudes, sepan aceptarme como soy —fingió un poco de tristeza.

—Si no cierras la tapa del baño, voy a meter tu cabeza en el inodoro, y no me importa que seas tres metros más alto que yo. Yo solía tirar abajo a mi padre cuando tenía quince años, tengo todo menos miedo, Robert Hanks —dijo amenazándolo mientras los señalaba. Rob le pidió perdón, pero Bianca se alejó del lugar con una mano alzada, indicando que no quería seguir escuchándolo.

—Tu novia me asusta a veces —susurró mirando su teléfono.

—Todavía no es mi novia —dije con una sonrisa—, pero sí, deberías temer y hacerle caso. Es una cosa básica de la convivencia, Rob, ni siquiera es tan difícil. Y te lo dice alguien que se crio con cerdos —añadí con los ojos en mi lectura del día.

—Sí, sí. Mírenme, nací en una granja y las gallinas son mis amigas —me imitó de la peor manera, y quité la vista del libro solo para mirarlo a él—. Dime, ¿qué están esperando para formalizar aquello?

Cerré el libro y tomé un poco de aire.

—Pues, lo hemos hablado un poco ya. Creo que ahora mismo no estoy en una situación —me detuve un poco para pensar lo que iba a decir, y como no encontré un mejor término, lo dije así— mental, para tener una relación. Sabe que la quiero, y yo lo sé también, pero no sería justo para ella, ni para mí, darle ese tipo de responsabilidades. Quiero estar mejor, para que ella se sienta bien conmigo. Sé que lo voy a estar, y ahora sé que debo iniciar un proceso de terapia. Ella estuvo de acuerdo con ello. —Suspiré con una pequeña sonrisilla—. Jamás pensé encontrar a alguien con quien pudiese estar tan cómodo, y quiero que ella se sienta así también.

Luces, música y acciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora