Día blanco

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Estaba muy nervioso, y eso que aún se podía echar atrás. Shoto miró a Yaoyorozu dos filas por delante mientras ésta atendía a la explicación de clase.

No se habían sentado juntos desde el primer curso, pero sabía que aquel periodo había sentado las bases para lo que surgió después: una amistad que se había convertido en algo más.

Eso había ocurrido en el San Valentín del año anterior, cuando Yaoyorozu le dio unos chocolates de los cuáles él había tardado tres días en entender su verdadero significado. Pero, en realidad, no se lo había esperado. Yaoyorozu era la chica perfecta... o al menos, lo era para él.

Y, para su desgracia, esa chica perfecta quería algo más. Lo presentía desde hacía un tiempo, pero lo había confirmado durante el San Valentín del mes anterior. A diferencia del primero en el que sonrojada le había dado una caja de chocolate muy caro con la excusa de no saber cocinar ella, en el del mes anterior, además, mientras estaban juntos había intentado sutilmente meter su mano por debajo de su camiseta.

Había hecho como que no lo había notado, a pesar de que le había puesto cardiaco. Pero aquello era algo que le agobiaba mucho y, para rematar, el tiempo se les echaba encima: en menos de dos semanas se iban a graduar y no tenía muy claro qué iba a pasar con ellos.

Yaoyorozu se giró como si lo presintiera y le miró. Sonrió cuando le descubrió observándola y él sintió que le daba un vuelco al corazón.

Miró a la pizarra, que eso era algo muy distinto a prestarle atención.

Tenía por novia a la chica más bella del mundo. Quizás no estaba siendo objetivo, pero no podía evitar sentirlo así. Y como si eso no fuese suficiente, también era muy lista y amable. Le gustaba todo de ella: su voz, su calidez, su semblante serio, el risueño... Le tenía totalmente perdido por ella y, sin embargo, ni siquiera sabían qué demonios iba a pasar en dos semanas. Por eso quería hablar con ella; era algo que tenían que hacer y no se podían permitir postergarlo más.

La sirena del final de la última clase sonó y Shoto se acercó a Yaoyorozu para quedar con ella. Estaba en el comité de graduación, por lo que hacía varias semanas que por las tardes se quedaba en el instituto.

—Momo, querría quedar luego contigo —le pidió.

—Si es para darme algo, todavía tengo un rato —comentó divertida.

Shoto la observó por unos segundos, considerando que ella debía haberse pasado el día esperando su regalo por el Día blanco. Pero de momento, eso no iba a ocurrir.

—No es eso. En realidad, quería hablar contigo —corrigió.

Yaoyorozu frunció algo el ceño, desconcertada.

—¿Ha pasado algo? Porque eso ha sonado un poco serio.

Lo cierto era que siempre sonaba serio, de modo que no debería extrañarla. Pero luego consideró que le había dicho a su novia que no le iba a dar nada y, en cambio, quería hablar con ella y rectificó su actitud.

Le agarró la mano y esbozó una ligera sonrisa.

—Quería hablar contigo sobre lo que vamos a hacer cuando termine el curso —le adelantó.

Ella le devolvió el apretón mientras se relajaba.

—Ah... claro. Sería importante acordar algo, sí —murmuró aliviada—. Aunque has elegido un día raro para hacerlo —añadió con una sonrisa.

—En realidad, no —replicó incómodo—. En función de eso, tengo pensado regalarte algo.

—¿En función de eso? —preguntó extrañada.

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