THE OCEAN - Steve Mcgarrett - [2025]

―Chapter Forty Two―

»Ciertamente si lo fue. Ya que si me hubieses obedecido como te lo pedí, tu queridísimo padre seguiría vivo mi pequeña Daniela «

Se sintió mareada durante unos instantes y, al estar cerca de Danny fue del primero que atino a sostenerse como si fuese una pequeña con miedo.

—Lex, ¿estás bien?—indago Danny preocupado

—No, yo...lo siento...no...no puedo continuar—observándolo apenada

—Tranquila, nadie va a obligarte, ¿sí?—aseguro acariciando su mejilla con su mano libre

—No puedo, solo...—suspire—Lo siento, no...—sollozo

—Tranquila, cariño, yo hablare—sentencio Clara acariciando su hombro y tomando la palabra

—Gracias—murmuro sonriéndole

La ceremonia continuo con las palabras de Clara, mientras que ella se refugiaba bajo el brazo protector de Danny, logro escuchar con atención cada una de las palabras, historias y anécdotas que los demás presentes tenían sobre quien fue su padre, el pecho le dolió y los ojos se le llenaron de lágrimas al darse cuenta de que aquellas personas conocían muchísimo mejor a aquel hombre que fue su padre que ella, quien era su propia sangre. 

☆☆☆

Las dos semanas posteriores al funeral fueron las peores, no solo por aquella terrible pérdida, sino porque desgraciadamente, también, tuvo que permanecer en casa de sus "abuelos", Eddie y Clara, durante su estadía en la ciudad. En un principio tanto ella como Danny se habían negado rotundamente a dormir bajo el mismo techo que el mayor del clan Williams, sobre todo cierto rubio quien realmente no podía si quiera ver a su padre ya que la sangre le hervía de la furia. Pero, Clara les suplicó quedarse en esa casa por sus nietos, Charlie y Grace, a quienes no veía hace tiempo, así que, luego de pensarlo mucho, demasiado, a decir verdad, decidieron aceptar quedarse con ellos, solo porque ella y los niños querían estar juntos. Aún con todo ese drama familiar, se sentía muy feliz por poder estar allí, finalmente podía conocer y pasar tiempo con una familia, dentro de todo, normal, algo que siempre había deseado de pequeña. 

Pero, como todo en esta vida, desgraciadamente, no es de color rosa, ni toda aquella felicidad fue suficiente para apaciguar lo que estaba por venir. 

Era pasada la media noche. La casa estaba a oscuras y el silencio reinaba totalmente en cada uno de sus rincones, hasta que, de la nada, unos fuertes y desgarradores gritos, provenientes del cuarto de huéspedes, alertaron al Detv. Williams quien velozmente se incorporó en la cama bastante asustado. Vio a su alrededor preso del miedo y con la respiración agitada, los gritos volvieron a inundar la casa, corrió hacia la recamara que sus hijos y su sobrina compartían. Se adentro a está y, tras encender la luz, logro ver a sus dos pequeños abrazados en un rincón de la cama, aterrorizados por los alarmantes gritos que aquella joven estaba dando, los cuales a esta altura habían despertado a toda la casa y medio vecindario.