Capítulo 22

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VERSIÓN BORRADOR]

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VERSIÓN BORRADOR]

Querido diario:

Perdona que no haya escrito en tanto tiempo. Ha pasado mucho... y todo tan veloz. Tengo miedo pero también estoy feliz. Es una mezcla de adrenalina y nostalgia. Quiero reír y a la vez llorar a más no poder.

Yo pensaba que los ángeles solo estaban en pinturas, esculturas y escritos. Tal vez en sueños. Pero ahora sé la verdad: son reales. Tanto como los humanos. Reales y letales.

No me acostumbro completamente a la idea de que mi novio es uno de ellos. No sé casi nada de su vida. Me ha dicho que es un ángel de la venganza —eso quiere decir que se encarga de quitarle las alas a los ángeles que incumplan las reglas, entre otras cosas, como que vigilan la puerta de entrada a su mundo, el cielo supongo—. Me ha contado que su familia está rota: sus padres murieron, y tiene un hermano completamente distinto a él. Pero a la vez, es igual. Un gemelo. No me ha dicho su nombre, pero tampoco era el momento de preguntarle.

Quise disculparme por el hecho de haberle recordado a sus padres, ya que debió ser... horrible, ¿los ángeles mueren? Parece que sí. Pero me dijo que estaba bien, que no debía compadecerle o sentirme mal por ello. Dijo que no me disculpara por algo que siquiera tuve la culpa. No compartí —ni comparto— la idea de ello. Ese momento lo abracé fuertemente por un largo tiempo. Odio que sufra. Odio que sea tan arrogante como para no aceptar las clemencias de otros. Y odio que no me conteste sin censurar la mayoría de las cosas.

Owen se esfuerza por hacer que todo sea «normal» para nuestra relación, por nosotros. Por mí. Claro, a excepción de cuándo se va volando, o cuando lee mis pensamientos. O cuando siento que alguien nos observa, constantemente. Obvio, ahí la normalidad que logramos tener... se va al carajo.

¿Cosas extrañas? Sí, pasan todo el tiempo. E incluso Owen actúa, de vez en cuando, de una forma demasiado misteriosa. Le he preguntado en varias oportunidades por ello, pero obviamente, no me responde nada. En absoluto. Y eso me exaspera.

Pero no importa cuán enojada esté: él puede sacarme una sonrisa. ¿Será por qué lee mi mente y sabe qué me haría bien en el momento justo? No tengo idea. Pero me encanta que sea así de dulce. Y hasta me estoy acostumbrando a su estúpida máscara de arrogancia.

Y sus besos. ¡Oh, sus besos! Haría un poema con cada uno de ellos.

Ya han pasado cuatro semanas del ataque. Hoy cumplimos un mes de estar juntos.

¡Un mes! ¡Sí!

Owen está preparando algo hace días, y dijo que pasaría por mí a las 18:30 en un taxi. Estoy tan ansiosa que casi me como las uñas, un mal hábito que nunca tengo.

Me pregunto qué es lo que vio en mí, o qué tengo de especial... o diferente. O lo que sea. Mas no tengo ni una pequeña, pequeñísima, respuesta de ello.

Corazón de cristal [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora