Shein y Ámbar se observaron entre ellos. La rubia se acercó a Myra y la sujetó del otro brazo, de esa manera, los tres avanzaron por el camino lleno de arbustos que la princesa seguía. Llegaron debajo de un árbol de fuego y se detuvieron.

—Pero ¿qué está sucediendo? —inquirió Shein en un tono bajo, sorprendido. Junto al árbol de fuego había uno del bosque ahogado, en otro extremo había un árbol de la luna y de las estrellas y así seguía el resto de la zona, estaban rodeados de diversas especies en un solo lugar.

—Ónix mencionó esto una vez, dijo que la aldea central tiene todos los tipos de árboles existentes —murmuró Ámbar, maravillada.

Una enorme sonrisa se pintó en el rostro de la rubia e intentó avanzar un paso más para ver mejor su entorno, mas no pudo. Sus pies se chocaron contra una barrera invisible que le impidió continuar. Shein guio a Myra hasta dejarla apoyada contra un árbol e imitó el gesto de su prima de avanzar. Él también se encontró con la barrera transparente. Colocó sus manos sobre ella y empujó. Nada, ni siquiera podía deformarla un poco. Se pasó la mano por el cabello y retrocedió.

—Ámbar, necesito que te alejes un poco de la barrera —murmuró en dirección a la rubia platinada.

La sonrisa en el rostro de la semidiosa se borró.

—Shein, eso no va a funcionar ya escuchaste lo que dijo mi padre y...

No pudo finalizar su oración antes de que Shein dispara una estela roja contra la barrera. La superficie transparente recibió el impacto y lo desparramó por toda su superficie. La luz roja viajó en forma de cúpula por kilómetros de distancia, tanto de largo como de alto. El semidiós masculló algo ininteligible y se separó más de la barrera. Ámbar se posicionó en frente de él para que no repitiera el ataque.

—No va a funcionar —repitió, sus ojos del color de las llamas brillaron como si se tratara de fuego real. Borró su semblante serio y lo remplazó por una sonrisa tímida, luego se giró hacia Myra y la observó sujetarse el estómago. El color de su rostro había cambiado a uno un poco más amarillento y sus ojos de un color gris hipnotizante, se encontraban entornados—. ¿Te sientes muy mal, Myra? Porque si es así nos podemos ir, Shein y yo podemos regresar en unas horas con otra idea para entrar y tú te puedes quedar en el campamento, descansando —sugirió y se acercó a ella remplazando el sentimiento que transmitía en su sonrisa por uno de empatía.

La princesa elevó su vista hasta que coincidió con la de Ámbar y negó. Ella estaba segura de que podría controlar esa sensación, solo debía esforzarse más.

—Princesa —la llamó Shein y se acercó de la misma manera que lo había hecho su prima. Flexionó un poco sus rodillas para quedar a la altura de Myra, que estaba demasiado inclinada sobre el árbol y eso disminuía su tamaño—. Necesito pedirte un favor —le susurró con su voz derrochando dulzura.

Myra hizo una mueca. Si Shein quería algo, no existía la necesidad de que se lo pidiera de forma tan empalagosa.

—¿Qué necesitas? —inquirió y decidió que lo mejor era guardarse el comentario. Los había elegido a ellos, pero eso no significaba que se sintiera del todo segura, no después de haber descubierto todas sus mentiras. Ya no sabía si podía hablar con libertad, no tenía a nadie que la ayudara si decía algo que a ellos no les agradaba, no tenía la certeza de que iba a estar por completo a salvo.

Shein sonrió, satisfecho y se irguió una vez más. Luego se acercó otro paso a Myra, como si quisiera confesarle algo.

—Necesito que hables en el idioma ese, el de los raix —pidió y luego decidió seguir al ver que el ceño de la princesa era embargado por la confusión—. Mi tío nos dijo que esa era una de las formas de entrar en la aldea, dijo que, si alguien con mucho poder hablaba en ese idioma y le pedía a la barrera permiso para entrar, esta se lo concedería —explicó y volvió a pasarse la mano por el cabello.

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