15.

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CAPÍTULO 15

Veinticuatro de diciembre.

Normalmente pasaba este horroroso día totalmente sola, en mi habitación, leyendo, o releyendo mis libros. Quizá practicaba algo para las clases… quizá a mi hermana le daba por dirigirme la palabra… pero por lo general, no.

Mi padre probablemente había viajado al centro de Cardiff. A él siempre le ha gustado la multitud, y esta es la única época del año en la que hay gente de verdad allí. A mí también me gustaba ir.

A Lea y a mi madre no, en cambio. Un año, cuando yo tenía nueve años, nos fuimos solo los dos. Nos perdimos. Me acuerdo de que llevaba los números de mis padres apuntados en los brazos, por si acaso, y él se puso tan nervioso que tuvo que mirar en mi brazo el número de mi madre para llamarla, y aún así se equivocó tres veces.

Mi madre se enfadó mucho después de eso. La verdad es que no me extrañaba. A mi padre le llamó infantil e irresponsable, y a mí me dijo que tendría que haber pensado antes en qué bando estaba. Pensé que estaba de broma.

De verdad lo pensaba.

Un año después Lea recibió la carta, y todo se desmoronó. Mis padres pasaron meses sin hablarse, incluso creo que mi madre empezó a salir con otro hombre. Luego mi padre se mudó. Unas casas más a la derecha, pero lo hizo. Lo peor de todo es que aún seguían casados. Hasta ahora. Siguen casados, pero no viven juntos, no se hablan, y cada uno sigue con su vida.

Por eso no les gusta que estemos allí. Porque les hacemos estar juntos.

Esta Navidad, sin embargo, era muy distinta. Pasé los días antes de Nochebuena sin apenas sentirme sola. Helena me hablaba de Henry y me decía que no le contara nada, pero que hoy él estaba especialmente guapo. Henry me hablaba de Helena y me decía que no le contara nada, pero hoy ella había sonreído de una forma tan bonita, que en un momento de incoherencia ha pensado en besarla. Yo me frustraba porque ninguno de los dos era capaz de notar lo obvio.

Por la noche, como los Weasley se habían ido, Lea me pidió que me sentara con ella. Lo primero que hice fue murmurar un “¿en serio? ¿Me ignoras durante semanas y ahora quieres que me siente contigo?”. Luego accedí, pero siempre que ella se sentara en la mesa de Slytherin. Al final, como había tan poca gente, McGonagall nos dijo que nos sentáramos todos en una mesa.               

Henry y mi hermana siempre se han llevado muy bien, aunque no lo admitían nunca. Lea siempre decía “cuando este niño crezca va a ser muy guapo”.

Estaban sentados en frente. Yo estaba sentada al lado de Lea, y en frente de Helena.

-          Y entonces salí a por la escoba, pero estaba nevando. ¡Pero lo que se dice nevar! ¡Al menos dos metros de nueve había en el suelo…!- decía mi hermana.

-          Exagerada- murmuré.

-          Ynallel, tú no estabas, no lo viste.

Suspiré.

-          Bueno, pero al final la cogí y salí a volar. ¡No te imaginas qué vistas!

A Henry le brillaban los ojos de la emoción.

-          Y… ¿hasta dónde fuisteis?

-          Pues no sé- ella rió un poco-. Como ya no tenemos el detector…

-          Cuando cumpla diecisiete este junio… oh, en junio ya se habrá acabado el curso- se mordió el labio-. Me hubiera encantado ir con vosotros, aunque no conozca mucho a los Weasley. Supongo que volar nos une a todos.

Lost in the darkness.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora