Ciento seis

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~ALEJANDRO~

Selectividad. Más bien infierno. La pesadilla de cualquier alumno y con lo que los profesores te meten miedo desde el primer curso.

"Poneos las pilas, porque en selectividad no lo vais a tener tan fácil".

No sé cuántas veces he escuchado esa frase durante el curso. La cosa es que nunca me preocupé porque no estaba seguro si me iba a graduar siquiera. Ahora estoy a las puertas de la universidad en la que voy a examinarme y me temblarían las piernas del miedo de no ser porque prefiero conservar mi dignidad.

Han sido dos semanas bastante duras. Es el periodo de tiempo que dejan a los alumnos para estudiarse todo el temario dado en bachillerato. Los primeros días fueron una pesadilla: no me podía concentrar y la ansiedad me impedía retener cualquier tipo de información. Luego, después de tener una larga conversación con Dani en la que se aseguró de tranquilizarme y darme ánimos, fui capaz de despegar y tomármelo en serio.

¿Me lo sé todo? Ni de coña. Pero al menos tengo la tranquilidad de que voy a hacerlo bien en historia y me defenderé en matemáticas y geografía. Filosofía la he elegido porque pondera más que las demás para la carrera, aunque no sé muy bien cómo voy a hacerlo. En cuanto al examen de inglés... Ya lo doy por perdido, si soy sincero.

No seas tan negativo.

Invéntate lo que no sepas y con suerte colará.

—Creo que me voy a hacer caca encima —revela Elena a mi lado. La escudriño y la encuentro mirando el edificio, pasmada.

—Yo también. Podría vomitar ahora mismo —añade Mario.

—Chicos, por favor. Vamos a intentar ser positivos, ¿vale? Nos va a ir genial.

Me uno a mis amigos y contemplo a Dani con perplejidad.

—¿Te puedes arrepentir incluso habiendo pagado? —farfullo, apretando el asa de la mochila y casi hiperventilando.

—Ale, no seas miedica. —Mi novio se planta delante de mí y me da una torta suave en la mejilla para terminar de despertarme—. A Mario y a Elena se lo permito, pero a ti no.

—Gracias por dar por supuesto que tenemos pocas agallas —gruñe el rubio.

—¿Para esto quiero un mejor amigo? Pues vaya fiasco.

El castaño ríe. Al final termina amenazándonos a los tres con el dedo.

—Vais a entrar ahí y vais a petarlo. Y si os sale mal, hasta luego Lucas y a otra cosa. No es el fin del mundo. ¿Me habéis oído bien o tengo que dejarlo más claro?

Nos quedamos mirándole en silencio. Elena es la primera que se atreve a reaccionar y levanta el pulgar en señal de aprobación. Mario está a punto de responder cuando su móvil empieza a sonar dentro de la mochila. Lo saca con rapidez y al comprobar de quién se trata su cara se ilumina.

—¡Es Maya!

Nuestra reacción es parecida a la suya. En tanto que contesta a la llamada nos agrupamos en un coro para poder observar el móvil. Nuestra amiga aparece en la pantalla y empezamos a gritar como locos.

—¡Te echamos de menos!

—¡Deberías estar aquí!

—Esto no es lo mismo sin ti.

—¡Guapa!

—Basta, chicos. —La morena ríe sin poder evitarlo—. Solo quería desearos mucha suerte para estos tres días. Es un poco triste que no podamos vivir el momento juntos, pero al menos vosotros lo habéis conseguido.

—Tranquila, tendré que hacer la recuperación en septiembre de lo mal que me va a salir, así que vendremos juntas —dice Elena.

—No te preocupes por eso, lo importante es que te mejores —menciona Dani sin borrar la sonrisa—. ¿Cómo va el tratamiento?

—Creo que bien. Ya sabéis, me han tenido de dieta en dieta unos días, pero ya parece que han dado con la buena.

Resulta que tenía razón y Maya es bulímica. Al tratarse de un trastorno alimenticio mi amiga ha tenido que empezar a ir a terapia y seguir las instrucciones de un nutricionista, eso sin añadir su problema con la anemia. Al principio todos teníamos bastante miedo por ella, pero poco a poco se está adaptando.

En cambio, algo en lo que sí que he visto mucho progreso es la relación entre ella y Mario. El chico nos ha contado que desde lo sucedido en la graduación hablan todos los días —sobre todo por mensajes— y el rencor ha desaparecido. Se los ve bastante ilusionados a ambos, así que por esa parte hay algo por lo que alegrarse.

—¿Podrás venir a vernos el último día de exámenes? —pregunta Mario un tanto ruborizado—. Así lo celebramos todos juntos con una pizza en el Jade's. Puedes comer pizzas, ¿verdad?

—Cierra la boca ahora o juro que te la estamparé contra la acera —le amenaza la rubia. Maya se hace la loca e ignora la pregunta.

—Bueno, me tengo que ir. ¡Mucha suerte! Hacedlo lo mejor que podáis.

—¡Gracias! —respondemos al unísono.

Mario guarda su móvil y yo saco el mío, encontrándome con dos mensajes. Uno es de Bea deseándonos suerte y otro de Samuel.

Samuel: Mucha suerte, ya verás que no es nada. :)

Samuel: Por cierto... Mis padres van a inaugurar un restaurante el miércoles y moriré si estoy allí solo. ¿Podrías...venir? Si no quieres no hace falta.

Samuel: Y por supuesto puedes traer a tus amigos... Son majos.

Durante estas dos semanas he hablado de vez en cuando con él, aunque no esperaba nada. Ahora parece que está intentando abrirse conmigo y no me podría hacer más feliz. Necesita amigos y estoy seguro de que encajaría con mi grupo a la perfección. Solo necesito que se muestre receptivo y nos deje conocerlo, claro está sin presionarlo. Todo a su tiempo. De momento parece que ha dado el primer paso.

Alejandro: ¡Por supuesto! Allí estaremos.

—Ya tenemos plan para el miércoles —les comunico—. Los padres de Samuel abren un restaurante y nos ha invitado.

—Podemos ir allí en vez de al Jade's después de salir del último examen. —Todos aprobamos la idea de Dani con un movimiento de cabeza—. Así pasamos más tiempo con él. Parece buen chico.

—Intentaré sacarle tema de conversación.

—Elena, conociéndote como lo hago creo que vuestras personalidades chocarán un poco —digo entre dientes.

—¿Me estás insultando o algo parecido? Mi cerebro no funciona muy bien en este momento, está intentando procesar que voy a hacer selectividad en... ¿Qué hora es, por cierto?

Menos mal que dice eso. Al comprobar nuestros relojes nos miramos con más pánico que nunca y salimos corriendo hacia la entrada de la universidad.

—¡Cierran las puertas en cinco minutos!

—¡Corred! ¡Corred como si os fuese la vida en ello!

—¡La vida no sé, pero mi futuro sí! —jadea Mario, quedándose el último.

Cruzamos los pasillos ante la expectante mirada de varios profesores y nos dirigimos a la segunda planta. Por suerte nos dieron el número de aula y asiento ayer, porque de lo contrario nos habríamos perdido antes de empezar a buscar.

—¡Allí! Aula número 222.

Frenamos al instante y recorremos lo que queda del pasillo andando. Una vez estamos frente a la puerta, Dani se coloca el primero y nos echa un vistazo.

—Mucha suerte, chicos. Y recordad: tranquilidad ante todo.

No nos da tiempo a responder. Se da media vuelta y da un par de golpes en la puerta.

—Adelante —se escucha desde el interior.

Sin esperar más mi novio obedece, abre la puerta y entramos al fin.


Vulnerable [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora