Todo el mundo, incluido Dumbledore, le había dicho que tenía que volver a encarrilar su vida, que tenía que empezar a vivir de nuevo con normalidad, pero James no estaba seguro de cómo se suponía que iba a hacerlo cuando siempre le recordaban constantemente lo que había pasado. Por la forma en que todos hablaban de su hijo, sabía que Harry no estaba destinado a crecer viviendo una vida normal. En cierto modo, siempre sería una especie de celebridad a causa de la cicatriz que le asolaba la frente.

Pensando en dejarlo oficialmente y volver a casa, James levantó a Harry en brazos. Tal vez podría divertir al chico invocando al autobús noctámbulo, siempre parecía que le hacía mucha gracia. Pero antes de que pudiera ir a por su varita, que llevaba guardada en la manga, Harry lanzó un grito en el que sus diminutos dedos se agarraron al pelo de James y tiraron de él con mucha fuerza.

-¡Ay! ¡Harry!- gritó James al sentir la sensación de ardor en el cuero cabelludo desde donde Harry prácticamente tenía un agarre mortal -¡Ya hemos hablado de esto! El pelo está fuera de los límites!

A Harry le importaba un bledo lo que James estuviera diciendo en ese momento, lo único que sabía era que su padre no le estaba escuchando, así que siguió tirando del pelo con más fuerza para conseguir que la cabeza del hombre se girara. Los dos estaban prácticamente peleando entre sí mientras James intentaba que Harry lo soltara pero durante todo el alboroto, Harry pudo hablar mientras gritaba.

Nanata!

Preparado para decirle a su hijo que Renata no estaba, James se volvió sólo para ver que Harry había estado en lo cierto. De pie frente a una de las tiendas del Callejón Diagon, estaba Renata, mirando a través de una de las ventanas. Harry prácticamente empujaba a su padre por la cara, exigiendo que James lo dejara en el suelo y, durante unos instantes, James dejó a Harry en la acera y observó cómo el niño se acercaba a la mujer.

Se mantuvo cerca pero Harry se movía a la velocidad del rayo con los brazos estirados y una sonrisa de felicidad en la cara.



-Elimina los parásitos que convierten a tu crup en un gruñón...- leyó Renata uno de los frascos a través de la ventana, con la mano apoyada en la barbilla mientras trataba de encontrar algo para Enzo -Bueno, eso ciertamente suena como lo que necesitamos.

Demasiado ocupada en leer los ingredientes que figuraban en el frasco, Renata no oyó que la llamaban por su nombre con una vocecita, ni se dio cuenta de que alguien se acercaba a ella hasta que sintió un tirón en los bajos de su falda. Sobresaltada, Renata saltó en su sitio y soltó un pequeño chillido, lo que hizo que su "atacante" se divirtiera al escuchar risas.

Al mirar hacia abajo, Renata vio al pequeño Harry Potter, que la miraba con una sonrisa, lo que le hizo sonreír al instante mientras el corazón se le acomodaba en el pecho.

-¿Intentabas darme un susto?- se rió ella, cediendo a la petición de levantarlo mientras sus brazos se extendían hacia ella -¡Eso no fue muy agradable!

-¡Nanata!- se alegró Harry, abrazándola, sorprendiendo bastante a la mujer ya que hacía bastante tiempo que no veía al pequeño. Sin embargo, al ver que se había acercado a ella por su cuenta, la dejó algo preocupada con la idea de que anduviera por ahí solo.

Alguien pareció leer sus pensamientos al llamarla -No te preocupes, no está caminando por el callejón Diagon por su cuenta- dijo James mientras se acercaba a ellos -no soy tan mal padre.

Renata no estaba segura de si eso era un intento de humor o si James Potter estaba realmente tratando de decirle que no era tan mal padre, pero ella no lo tomaba como uno malo en absoluto, sólo quería asegurarse de que Harry estaba bien.

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