Después el avión descendió y dio unas sacudidas y me sacaron de él sobre ruedas. Me estaban empujando sobre el asfalto y a pesar de que ya se había hecho de noche, en la distancia se veía el parpadeo de varias luces. Me quitaron la mascarilla y tú corrías a mi lado. Corrías como antes por la arena, junto a la camella, y esa vez me cogías fuerte de la mano. Sin apartar la mirada de la mía. Llegamos a un edificio y entramos a través de una puerta corrediza.
Entonces nos detuvimos. Un hombre trajeado te empezó a hacer preguntas y a separarte de mí; gritabas, señalabas. Y me miraste... me miraste de verdad.Tu expresión era de desesperación, querías algo... habías encontrado algo. Quizá. Los ojos se te llenaron de lágrimas a medida que me recorrías con la mirada y te detenías en mi cara, mis ojos, mis piernas. Intenté hablar, pero no pude. Te volviste hacia el hombre del traje, le gritaste algo y te acercaste a la camilla. Te inclinaste sobre mí.
Me tocaste la cara.
-Adiós, Ji -susurraste-. No te pasará nada.
Al tiempo que echabas a andar, acariciaste el anillo que llevaba en el dedo. No. Dije que no con la cabeza. No.
Te agarré. Te cogí del codo. Mis dedos se aferraron a tu piel. Tiré de ti con todas mis fuerzas. Te acerqué a mí y no me lo impediste. No me costó que te arrimaras y de pronto estabas justo ahí. Te recorrí el brazo con los dedos, hasta el pecho desnudo, buscando tu calor. Te cogí de la nuca.
Entonces, con las últimas fuerzas que me quedaban, te acerqué la cara a la mía y levanté la cabeza de la almohada, un poco, para llegar hasta ti. Tu piel a tan sólo centímetros de la mía. Tu boca tan cercana. Mis labios encontraron tu mejilla y saboreé la tierra, la sal, el sudor. Sentí la aspereza de la barba. La calidez de tu aliento, el olor amargo del eucalipto. Tus labios en mi piel, suaves.
Y después te apartaron de mí. Alguien te estaba agarrando y yo caí hacia atrás. Te busqué y me topé con tu mirada justo en el instante en que empujaban mi camilla y me llevaban de allí. Aún tenía el sabor de tu sal en los labios.
No lloraste. No te moviste. Simplemente te quedaste quieto como una piedra, mirándome mientras el personal del hospital se te echaba encima. Te habías convertido en la presa y quise levantar la mano, darte las gracias. Pero no pude más que mirarte mientras me llevaban en camilla a través de una puerta de doble hoja. Al pasar, los bordes de plástico me hicieron cosquillas en los brazos. Me incorporé para no perderte de vista y tú te llevaste la mano a la boca; abriste la palma y soplaste. Creí que era un beso, pero entonces vi la arena suspendida en el aire durante un momento, antes de caer al suelo.
Las puertas de plástico se cerraron y otros dedos más fríos me palparon la cara. Otra mascarilla con unas tiras de goma que me molestaban en las mejillas. Así, respirar se me hizo más fácil, pero ya no me importaba. El mundo se había vuelto negro igualmente.Me hundí. Todo era frío y oscuro y muy, muy distante. El zumbido confuso de un montón de máquinas me rodeaba, un runrún lejano de voces...
-Pero ¿quién es este chico ?-Se nos va...
-Llevenlo a cuidados...
Y entonces, la nada.
....Un olor químico y penetrante. El tacto de unas sábanas rígidas que me hacían presión sobre el pecho. Tubos en los brazos. Algo estaba emitiendo un pitido y cuando intenté localizar el sonido, empezó a pitar más rápido. Tenía frío; ya no tenía el cuerpo tan entumecido, pero sí más dolorido. Me sentía como vacío. A mi alrededor había cuatro paredes oscuras y ninguna ventana. Cuando miraba una de las paredes me daba la sensación de que el resto se me echaba encima.
Era una habitación minúscula y tú no estabas en ella.
Estaba yo solo.En otra ocasión sentí unos dedos fríos en el brazo que me enrollaban algo alrededor.

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CARTAS A MI SECUESTRADOR (GTOP)
Fanfiction> ¡S O L O! -CARTAS A MI SECUESTRADOR- Un extraño de ojos marrones observa a Ji Yong desde la esquina de un café en el aeropuerto de Bangkok. El aún no lo sabe, pero Seung es un joven que lo ha seguido durante años y que piensa llevarlo a vivi...