Capítulo 22

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NICK

No había sido mi intención liarme con ella en aquel parking del bar; todo lo contrario: la conversación que había tenido con el idiota de Dan en mi coche, de camino al aeropuerto, me había dejado bastante tocado.

—No tienes ni idea de dónde te estás metiendo —me había soltado después de un intenso silencio interrumpido por mis ganas de cargármelo—. Noah puede estar muy buena, pero está más jodida que tú y yo juntos.

Respiré hondo intentando no entrar en su juego, pero deseando saber a qué se refería. Mi intención no era tener una relación con Noah, pero no podía evitar la atracción que sentía hacia ella.

Apreté el volante con fuerza como simple respuesta.

—Te lo digo por experiencia... esa chica oculta más cosas de lo que aparenta a simple vista y...

—Y por ese motivo has decidido venir aquí, ¿verdad? —lo interrumpí haciendo girar el coche.

—Supongo que las chicas que no nos lo dan todo a la primera nos resultan irresistibles.

Seguí conduciendo mientras analizaba sus palabras: «Las chicas que no nos lo dan todo a la primera...». No conocía a muchas chicas así.

—No es por fastidiarte la fiesta, pero no creo que seas el tipo de chico dispuesto a esperar... no sé si me explico.

Seguí mirando fijamente a los coches que tenía delante.

—Puedo ser muy paciente... o todo lo contrario, como ahora, por ejemplo: estoy impaciente por partirte la cara.

Dan sonrió desde su asiento y juro que tuve que hacerme con todo mi autocontrol para no dejarme dominar por la ira. Ahí estaba ese capullo, hablando de la chica que había sido su novia sin ningún tipo de respeto.

Vale que yo no era un caballero andante, pero al menos no intentaba aparentar que lo fuera. Yo dejaba las cosas claras, este gilipollas se rendía al engaño.

—Solo te estoy advirtiendo, tío. Cuando dejas que entre ya es muy difícil dejarla salir... como tú has dicho. ¿Estoy aquí, verdad? En cuanto te descuides estarás comiendo de su mano y no sabrás ni qué ha pasado.

Paré el coche en la entrada del aeropuerto.
—Desaparece —le ordené con la mandíbula apretada.
Dan cogió su maleta y se bajó no sin antes decirme una última cosa: 

—Tenía intención de arreglarlo... Beth no le llega ni a la suela de los zapatos.

Dicho esto me dio la espalda y se marchó.

El resto del día lo pasé en la playa. No podía quitarme de la cabeza las palabras de Dan y odiaba sentir que, a pesar de su advertencia, lo único que quería era verla y asegurarme de que estaba bien. No tenía ni idea de cómo manejar los sentimientos que estaba sintiendo por ella.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora