Pero lamentablemente, fue exactamente lo que vivimos: una fantasía. Nos habíamos enjaulado en una burbuja en donde sólo existíamos nosotros, en donde sólo importábamos nosotros, y tuvimos el error de no poner atención a lo que nos rodeaba, jugándonos completamente en contra. Me culpaba a mí misma porque no había evidenciado la magnitud y todo lo que conllevaba el salir románticamente con una celebridad, sobre todo siendo él, quien pasaba la mayor parte de su tiempo bajo la vigilancia del ojo público. Porque una vez que me enamoré de él, su fama pasó definitivamente a segundo plano, siendo él como persona lo que verdaderamente terminó cautivándome.

Muchas personas encontrarían un acto de cobardía el hecho de literalmente dejarlo todo y alejarme del problema en vez de enfrentarlo. Una parte de mí piensa así, pero era aquella que aún se aferraba a la esperanza de tener el final feliz de cualquier cuento de hadas, que a la larga íbamos a solucionarlo y reencontrarnos cuando el tiempo lo diga. Mi otra parte, la racional, insistía en que era necesario distanciarme lo más que pueda, haciendo cosas que no acostumbro a hacer para tener mi mente ocupada y no pensar en el rizado de ojos verdes. Y luego de todos los desastres que han pasado en mi vida, necesitaba esta vía de escape, este bote salvavidas que me alejaría de la pequeña embarcación en la que tanto me esforzaba por sacar a flote.

Afortunadamente, el tumor de Piper era benigno, por lo que después de una muy cara operación, lograron extraerlo y ya no nos iba a dar más problemas (palabras de la veterinaria). Tuve que vender mi coche para no tener que gastar todos mis ahorros en la operación, y en el momento que entregué las llaves a su nuevo dueño, una sensación amarga había recorrido mi pecho.

Fue en ese mismo coche donde conocí a Harry, esa noche de San Valentín, hace ya cinco meses. Quién iba a pensar que por haber salido tarde del trabajo iba a causar un gran cambio e impacto en mi vida. Y una parte de mí esperaba que fuera lo mismo por el otro lado.

Decidí dejar a Piper donde mis padres para que se recuperara bien, sabiendo que iba a estar en buenas manos durante mi ausencia. Por otro lado, Mariam estaba extasiada de que haya tomado la decisión de irme, diciéndome constantemente todo lo que iba a aprender viviendo esta nueva experiencia.

—¿Cuántos meses dijiste que vas a estar fuera? —volvió a preguntarme, observando la pantalla de su computadora.

—Espero volver un poco antes de Navidad —le respondí por décima vez, y me observó con ojos grandes.

—Bueno, voy a extrañarte tenerte por estos lados —tecleó un par de cosas para después fulminarme con la mirada—. Mira el aprieto que me pusiste al tener que reorganizar todos los turnos de nuevo una vez que te vayas.

—Te mandaré una postal para compensar este mal rato —recalqué con ironía y ella me sonrió.

—Más te vale —se carcajeó.

Sam apareció por la puerta, listo para marcharse a casa luego de su turno de noche.

—Todavía hay tiempo para organizarte una fiesta de despedida —remarcó, cruzándose de brazos.

—No la necesito —negué con la cabeza mientras me levantaba de la silla y me acercaba a él—. No es que me vaya para siempre, ¿sabes? Y piénselo de esta manera, seré su mejor regalo de Navidad cuando vuelva.

Él rodeó los ojos al escuchar mi broma cargada de narcisismo y me rodeó con sus brazos por mis hombros, atrayéndome a su pecho y aplicando un poco de fuerza sobre mi cuerpo.

—Esperaré con ansias entonces esta Navidad —se separó ligeramente para mirarme a los ojos y me dedicó una pequeña sonrisa—. Vamos a extrañarte muchísimo.

—Y yo a ustedes —le aseguré, volviendo a abrazarlo de forma breve y palmeando su espalda, mi corazón apretándose—. Será mejor que te vayas a casa si no quieres verme hecha una cascada de lágrimas.

Sincerely, yours » h.sΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα