10. El despertar de los exes.

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El despertador volvió a sonar por tercera vez, pero mis ojos se negaron a abrirse

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El despertador volvió a sonar por tercera vez, pero mis ojos se negaron a abrirse. Estaba agotada, hacía dos semanas que había empezado con el trabajo de niñera y, si bien las horas que pasaba con los chicos Hart eran muy divertidas, aún debía correr de metro en metro para llegar a clase y a la cafetería a tiempo y eso me estaba dejando fuera de juego. 

Sé que puedo hacerlo, puedo mantener los dos trabajos y mis clases, pero también sé que sigo en la etapa de adaptación y que tal vez siga en ella varios días más. 

Abrí un ojo, negada a tener que levantarme, miré la hora en mi móvil que, dicho sea de paso, casi me deja ciega a pesar de que no estaba ni de cerca en el nivel más alto de brillo. Eran pasadas las seis y media de la mañana, debía estar en la casa de los Hart a las siete. Mieeerda.

Salté de la cama y agarré el primer jean que encontré, casualmente era el único que aún estaba usable, se suponía que Nate iba a llevar a lavar la ropa ayer, pero eso no pasó. Genial, no tenía camisetas limpias tampoco.

Volví a mirar la hora, siete menos cuarto. Me puse unas zapatillas y agarré mi bolso, después de llevar a los niños a la escuela tenía clase, esperaba llegar a tiempo esta vez. Le di una última mirada a mi armario, esperando que una de mis camisetas aparezca mágicamente allí.

Me rendí, tomé mi móvil y corrí hacia la habitación de Nate, cuando abrí la puerta me inundó la oscuridad y su perfume, estaba tirado en la cama, con la misma ropa que llevaba ayer en la noche, y tenía en su mano el móvil que titilaba a causa de la batería baja. 

Agarré el móvil y lo puse a cargar, le quité los zapatos y rebusqué en su bolsillo delantero las llaves de su coche, no había manera de que llegara al metro a esta hora y él no mandó a lavar la ropa así que se merecía que me lo llevara. 

Se removió un poco en su lugar intentando sacarse los pantalones, pero siguió dormido, se los quité rápido y agarré una camiseta de su armario para ponérmela, la anudé en mi cintura y salí de la habitación a toda velocidad.

Al parecer hoy no era mi día, me tomó varios minutos encontrar el coche en el aparcamiento y tuve que desviarme de mi ruta habitual porque habían inspectores de tránsito que, si me detenían, se darían cuenta de que mi licencia había caducado hace mucho.

Mi móvil comenzó a sonar, ¿ahora qué?

Chloé.

Parece que nunca se va a cansar de llamar, ya había pasado un mes, un puto mes, pero seguía insistiendo, seguía llenando mi buzón de voz de mensajes y lamentos diciéndome cuanto me extrañaba. Estaba harta, corté para que dejase de sonar.

Volvió a llamar.

-Estoy conduciendo puedo hablar ahora- Digo poniendo el altavoz, estaba a unas calles de la casa de los Hart, pero iba con retraso.

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