Por los auriculares del mp3 sonaba Grace de Apocalyptica, un grupo Finés que usaba violonchelos como instrumento principal… para tocar heavy metal.
Alexandr reconocía tener unos gustos musicales fuera de lo común, pero, al igual que los camaradas de su compañía, ninguno consideraba ser lo que la gente de la calle denominaría “completamente normal”. Como ejemplo más cercano tenía a Nikolay, que se encontraba con él en una de las salas comunes, intentando construir un modelo a escala humana de un arma de núcleo de fusión de hierro de los trasgos, pero estaba teniendo problemas. Si utilizaba el núcleo de los trasgos, el arma no tenía suficiente potencia, y si fabricaba un núcleo a escala del arma humana, ésta se volvía inestable y se producían pequeñas fugas de energía. El último mes Nikolay se lo había pasado dibujándose las cejas cada mañana tras habérselas quemado en una de aquellas inesperadas fugas.
Ahora se encontraba con el modelo frente a él, estudiando y analizando los cambios que debería aplicar al diseño para hacer que el arma fuese valiosa para los humanos. Durante algunos minutos se quedaba mirando fijamente el objeto, casi sin inmutarse, para después posar sus ojos sobre la pantalla del ordenador portátil y empezar a introducir fórmulas y parámetros en el programa de ingeniería con el que estaba trabajando.
Por su parte, Alexandr pasaba el rato estudiando los informes de las últimas partidas de reconocimiento mientras escuchaba la música. Las últimas semanas se habían producido bastantes avistamientos de ovnis cerca de la región. Todavía estaban intentando averiguar qué se estaba cociendo en aquel lugar, pero la cantidad de avisos que se habían recogido superaba la treintena al día, cuando lo normal era recibir una o dos en el mismo período.
Continuamente se encontraban monitorizando tierra, mar y aire, pirateando señales de satélites meteorológicos, militares y algunos privados, haciendo uso de los servidores militares de medio mundo para analizar las señales que recogían los sensores marítimos, radares de aviación militar y civil. Básicamente tenían el mundo bajo control, y veían como todos los días se producían decenas de vuelos de vehículos no humanos a lo largo y ancho del planeta. Sabían quiénes eran, a dónde iban y de dónde venían, pero no habían conseguido datar ni dar con el paradero de los responsables de los vuelos que coincidían con los avistamientos; simplemente aparecían durante un par de segundos y luego se desvanecían.
A Alexandr le preocupaba que aún no hubiesen podido identificar la raza y la capacidad tecnológica que se encontraba tras aquellos avistamientos. Según sus especulaciones, debían de producirse a causa de la bajada de algún escudo de difracción de luz de las naves, o porque bajaban a velocidades que les permitían ser detectadas y vistas por el ojo y tecnología humanas. Se habían registrado demasiados contactos visuales solamente en las ciudades, pues todos los datos recopilados indicaban que la actividad era muy superior a lo que el pueblo llano podía llegar a pensar. En un país como Rusia, con tanto terreno deshabitado en sus latitudes septentrionales, era común que pasasen muchas cosas fuera del conocimiento de la población.
Una pequeña explosión en el contenedor del núcleo de fusión rompió la concentración de Alexnadr. Se había producido una nueva fuga en el contenedor del núcleo del arma, que había lanzado una pequeña ráfaga de energía y había prendido una de las mangas del jersey de Nikolay, que apenas tardó un segundo en apagarlas. Alexandr casi ni se movió y se quedó contemplando cómo su compañero maldecía por lo bajo y aplicaba un pequeño parche de tungsteno en el contenedor para cerrar el agujerito que se había abierto con la fuga. Nikolay apenas se había sobresaltado con la pequeña explosión, lo que hacía preguntarse a Alexandr cuántas veces le habría ocurrido tal eventualidad a su camarada, para ser capaz de lidiar con ella con tanta rapidez.
Nikolay volvió de nuevo a su tarea, introduciendo y modificando planos y fórmulas en el software de ingeniería. Adaptar tecnología alienígena para uso humano era una de sus labores favoritas, como era el caso del arma de los trasgos. En realidad la especie no se llamaba así, el nombre que se daban a sí mismos era “tsargs”, pero que apenas midiesen cincuenta centímetros de estatura, fuesen menudos, tuviesen unos apéndices en su cabeza parecidos a orejas puntiagudas y un tono de piel verdoso, amén de su velocidad, inquietud y la dificultad para conseguir hacer blanco sobre ellos, les llevó a ganarse aquel sobrenombre por parte de los humanos.

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La Marca del Pacto: Revelaciones
Science FictionMientras que en una región remota de Rusia se prepara un plan de conquista contra La Tierra, un hombre comienza a vivir extraños sucesos que le harán dudar de su cordura. Josh Wellington, conocido periodista del mundo esotérico y paranormal, le desc...