9. Podría besarte

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16 de noviembre, 2018.

—Le gustas a Nicholas.

—Por Dios, Stella, ya para de decir eso.

Tan solo meditar la posibilidad hacía que mis rodillas temblasen. Y eso no debería suceder. Creer que podía gustarle a un chico así era absurdo. Me atraía, lo admitía, pero estábamos hablando de Nicholas; un árbol podía sentirse atraído hacia él. No estaba dispuesta a dejarme influenciar por eso. Quería ser su amiga.

—¡Es la verdad! Antes de que me lo presentaras en la fiesta de ayer los vi jugar desde la pista. Su mirada en ti no podía ser más evidente.

Avanzamos en la corta fila de la cafetería. Hoy servían uno de los mejores muffins de chocolate que había probado. Solo venía por ellos.

—Estás viendo cosas dónde no las hay.

—Y el discursito de que eres hermosa y no hay nada malo en ti, ¿qué me dices de eso? —Elevó una ceja—. Solo acéptalo, pequeño saltamontes, no pasa nada, es solo un chico más que nota lo asombrosa que eres.

No respondí.

Mi forma de recibir cumplidos era contradiciéndolos porque nunca estaba de acuerdo con ellos. Y llegué a un punto en el que comencé a callar o a evadirlos porque estaba cansada de escuchar el clásico «deberías mejorar tu autoestima» que venía después, como si fuese tan sencillo lograrlo.

Tomamos asiento en una de las pocas mesas vacías luego de comprar dos muffins y un par de sodas.

—Como la buena amiga que soy, estuve investigando un poco sobre él.

—¿De qué estás...?

—Casi lo expulsaron ¡dos veces! Todavía no descubro las razones, pero lo haré. ¡Y es un rompecorazones! Bueno, lo era, me enteré de que cambió mucho el año pasado, pero en su primer año fue muy... promiscuo. Supongo que esa aura de chico perfecto lo ayudó mucho. Incluso hubo una chica que...

—Basta —la detuve, frunciendo el ceño ante lo rápido que llegó la información.

¿Rompecorazones? ¿Qué había hecho para que casi los expulsaran dos veces? La duda me carcomía, pero escuchar todo aquello, sin que él mismo me lo haya dicho, no se sentía del todo correcto.

—¿Qué sucede? —preguntó, extrañada.

—Todo eso suena muy... interesante, pero preferiría enterarme de una forma más íntegra. —Hice una mueca.

Stella gruñó.

—Odio cuando te pones moralista —se quejó.

Mi cuerpo se tensó un poco cuando unos brazos rodearon mi cintura desde atrás.

—¿Quién se está poniendo moralista? —El rostro de Lucas descansó en mi hombro.

(...)

—Déjame ver si entendí —interrumpí a Olivia en medio de su balbuceo—. ¿Tú serás Caperucita Roja y Jack el Lobo feroz en su obra escolar de fin de año?

—¡Sí! —Su evidente entusiasmo me hizo reír.

—Serás la mejor Caperucita de la historia, Ollie. —Revolví su cabello, haciéndola reír también.

—¿Dónde está Nick? ¡También quiero contárselo! —fue lo que dijo cuando nos adentramos en la casa.

—Llegará más tarde. —Recordé verlo marcharse junto a aquella chica de la fiesta luego de despedirse de mí al finalizar el día—. Sube a dejar tus cosas y luego baja a comer, ¿sí?

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora