Capítulo VIII

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Capítulo 8

Recorrí las sombrías y húmedas calles de Londres a toda velocidad a lomos del caballo. Atravesé incluso una de las calles más peligrosas donde se concentraban la mayoría de los tugurios de la ciudad y donde un par de borrachos tuvieron que echarse a un lado para no ser arrollados. Otros en cambio se colaban en los burdeles dispuestos a pagar por pasar la noche con hermosas mujeres (y no tan hermosas), un hecho que me parecía de lo más denigrante para la mujer, que por placer o por necesidad se ofrecían a tal negocio.

Agité las riendas para acelerar el paso, el frío era intenso y se colaba por la fina tela del vestido helándome la piel. A mi paso la gente se daba la vuelta para mirarme preguntándose qué haría una chica tan joven en medio de la noche cabalgando a toda prisa a lomos de un caballo. En la mayoría de las calles reinaba el silencio y las pisadas del animal resonaban por todas partes. Seguí mi marcha hasta que por fin salí de Londres y me adentré en la zona boscosa en dirección a mí antigua casa. Continué por aquel terreno hasta dar con el camino de tierra que debía tomar, todo estaba oscuro excepto los lugares donde la luna incidía con su luz, aunque de poco servía ya que la densa niebla cubría la mayor parte del bosque.

Parecía que aquel camino llevase muchos más años abandonado de los que en realidad llevaba ya que los arbustos y demás hierbajos casi lo tapaban por completo, señal de que ningún carruaje había pasado por allí en mucho tiempo.

Tampoco existía camino alguno que condujese hasta la casa excepto ese, por lo tanto deduje que James ni siquiera tenía carruaje. Realmente no le hacía falta, pues se movía a una velocidad increíble. Le indiqué al caballo que disminuyese el paso, no se veía bien y preferí ir con cuidado, seguí avanzando hasta que al fin pude vislumbrar la casa, esta se alzaba majestuosa e imponente ante mis ojos, estaba igual... Tal como la recordaba. La casa tenía dos plantas decoradas con grandes ventanales y estaba pintada en color blanco, aunque la pintura estaba visiblemente estropeada. En la oscuridad de la noche tenía un aire misterioso y fantasmal rodeada por aquel bosque. Parecía que fuese ayer cuando junto a mi madre pasábamos los fines de semana y el verano allí, me sentí triste pero a la vez feliz de que James la hubiese comprado y que siguiese perdurando en el tiempo. Avancé hasta llegar a la puerta de entrada al jardín. Me bajé del caballo y lo até en uno de los ganchos de hierro que sobresalía del muro de piedra, este rodeaba toda la casa.

En su día colocamos algunos de esos ganchos expresamente para ese fin. La verja de la puerta estaba oxidada y algunas hiedras asomaban por los huecos de los barrotes, ese dato me indicaba que James aún no había terminado de arreglar aquello, empujé suavemente la verja y esta se abrió provocando un chirrido ensordecedor. Al entrar observé el jardín, las malas hierbas crecían a su antojo y todo estaba terriblemente silencioso, tan solo el sonido de un búho u otro animal nocturno lo interrumpía. Avancé por el camino lleno de hojas secas, todo el exterior seguía igual que entonces, el porche seguía intacto presidido por dos enormes columnas que ahora estaban estropeadas por el tiempo al igual que la madera de las escaleras. James no había hecho ninguna clase de arreglo allí. Eso me hizo pensar que quizás no fuese a permanecer aquí tanto tiempo como afirmaba o que tal vez solo la quería para esconderse durante el día. Empecé a subir por las escaleras del porche, las maderas crujían bajo mis pies cada vez que pisaba un escalón. Aquello daba miedo tan oscuro y solitario, ¿y si James no estaba? Tendría que esperar sola a que volviese, esta era la única oportunidad que tendría para venir aquí, mañana cuando Thomas regresase no podría escapar tan fácilmente.

Me dispuse a llamar, agarré el llamador con forma de cabeza de león y al golpear la puerta con él esta se abrió suavemente, algo que me extrañó. Empujé un poco más hasta que cupe por el hueco, todo estaba sumido en la penumbra en su interior, solo la luz nocturna se colaba tímidamente a través de los ventanales. Entré hasta encontrarme en el hall de entrada, nada había cambiado desde la última vez que vinimos, algunos de los muebles incluso seguían cubiertos con la sabana que les pusimos, ningún tipo de reforma u arreglo se había hecho en aquella mi antigua casa. Un silencio sepulcral lo invadía todo, James no se encontraba allí como temía. En ese momento una extraña ráfaga de aire paso delante de mí alborotando los mechones de pelo que me caían por la cara, un escalofrío recorrió todo mí cuerpo, aquello no estaba bien, no estaba sola. Con la respiración agitada y el miedo filtrándose por todos los poros de mi piel me giré. Delante de mí se encontraba Jena con sus ojos felinos y su sonrisa burlona observándome detenidamente, tan pálida que parecía irreal. Esta vez no estaba cubierta de sangre si no que llevaba un elegante vestido en tono beige ribeteado con encaje blanco y su pelo negro estaba recogido en un moño, más peligrosa y hermosa que la última vez que nos vimos. Me quedé paralizada bajo su siniestra mirada.

Macabra Tentación - 1.El Vínculo (¡¡subida de nuevo!! A la venta en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora