Capítulo 2: Pereza

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Capítulo II - PEREZA

 -¿Cuánto tiempo más pretendes que estemos aquí? –inquirí fastidiado. Mi hastío era notorio, y lo digo porque soy bastante consciente de mis propias reacciones y el efecto que producen a mí alrededor. Mi ceño había bajado para formar una inquebrantable línea recta desde hacía más de media hora, el ambiente estaba cargado y la temperatura había descendido unos cuantos evidentes y palpables grados en la habitación. ¿Cómo?, y quiero ser bastante enfático en ello, ¡¿CÓMO ninguno de estos dos idiotas eran capaces de notarlo?!

-Hmmm... en un ratito más –respondió Belfegor casi babeando, obviamente hechizado bajo la magnífica alta definición de un LG de más de 50 pulgadas y el sonido envolvente de los parlantes.

Observé la consola de PlayStation 4, luego, las imágenes del videojuego plasmándose con violencia en la pantalla (con unos gráficos jodidamente alucinantes, debo admitir), y volví a mirar a Belfegor a punto de echar raíces por el culo. Entonces me resigné; cerré los ojos y suspiré.

Jodidos sean los preceptos del tiempo y su maldita eternidad.

Qué remedio. Sin culpa alguna, tomé lugar junto a mi colega, dejándome caer como si fuera un fardo de heno fresco desparramándose en el sofá, mientras permitía que la desidia hiciera mella en mi interior, uniéndome finalmente a la experiencia "SMART".

-¿Papas? –ofreció al instante, refregándome el cuenco en la cara. Me negué casi al mismo tiempo haciendo una mueca de asco. Podía sentarme a esperar en ese basurero, pero a comer... ¡ni de broma!

Y los minutos pasaron.

-¿Cómo puedes hacer esto siempre sin aburrirte? –gemí al tiempo que miraba de reojo al perdedor con camiseta de Blizzard que se hallaba sentado en el otro extremo del sofá. Belfegor sonrió mientras masticaba ruidosamente unas cuantas papas.

-Llevo una eternidad corrompiendo almas y pisoteando sueños tontos; supongo que simplemente le tomé el gusto –respondió con la comida a medio tragar.

-Claro... -el tiempo, ahí vamos de nuevo – ¿Si quiera sabes el nombre del alma del pobre infeliz que te estás cargando? –dije con los brazos atrás de mi nuca y los pies sobre la mesita de café, que cabe añadir, estaba repleta de latas de cerveza, platos sucios, bolsas vacías y quién sabe qué rayos más. Era claro que el perdedor que apretaba con desesperación botones de colores a un lado de nosotros, había decidido exiliarse al sofá de su propia casa desde hacía un buen par de semanas. Podría apostar que el sujeto se había divorciado del agua y el jabón durante el mismo lapso de tiempo. Era un milagro que las moscas no estuviesen desovando en algún rincón de la sala a estas alturas del partido. Por alguna razón, Belfegor se irguió en su lugar, alzando las cejas en señal de protesta, como si lo que pregunté anteriormente fuese una gran herejía.

-En primer lugar, -aclaró mi ofendido colega –no es pobre. Es decir, ¡Míralo! ¿Qué pobre alma puede permitirse un Smart TV de 55 pulgadas 3D con un sistema de sonido envolvente 8.1, un PS4 y una colección de videojuegos originales de edición limitada digno de una repisa en la biblioteca de Alejandría, eh? –No dije nada, simplemente, lo miré arqueando una ceja para permitir que continuara su epopeya –Segundo; no es un infeliz. Es un incomprendido –corrigió con énfasis.

Está bien, ahora sí dejé escapar una carcajada de burla; no obstante, Belfegor hizo caso omiso de ello, como si no me hubiese escuchado.

-¡Sí, lo es! Es una pobre alma incomprendida de 38 años que busca en la comodidad del sofá de su casa recuperar parte de su adolescencia a través de los videojuegos y el streaming, placeres que el ritmo de la vertiginosa sociedad y las exigencias de su narcisista madre le negaron desde su más tierna juventud...

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⏰ Última actualización: May 21, 2015 ⏰

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