La noche antes de la inauguración

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Invirtió un ayuntamiento en reformar un gran parque que había a las afueras del municipio. La intención era hacer, de aquél, un lugar que ofreciera paz y tranquilidad a los ciudadanos que quisieran perderse por sus sendas. Tenía árboles frondosos que servían de refugio ante el calor del verano, fuentes de agua por todas partes y bancos en cada rincón, parajes con encanto para pasear durante todo el año.

A dos días de la inauguración, el parque amaneció victima del vandalismo, con el mobiliario roto y pintadas aquí y allá.

Fernando fue el cerrajero encargado de hacer y colocar una valla que protegiera aquel parque de la barbarie. Llevaba trabajando el hierro desde los doce años, cuando empezó a trabajar como aprendiz con su padre, que había aprendido a su vez del suyo. Tenía sesenta años y esperaba jubilarse antes de los sesenta y cinco. Pero no había conseguido traspasar sus conocimientos a su propio hijo, Álvaro.

Álvaro iba a la universidad. Acudía a las clases interesantes y disfrutaba del resto de asignaturas jugando al mus en la cafetería. No estaba dispuesto a perderse ninguno de los placeres que la vida le podía deparar, por estar estudiando.

Era viernes por la noche, Álvaro volvía de fiesta cuando encontró aquella valla rodeando el parque. La habían debido poner ese mismo día. Incluso habían borrado sus pintadas antisistema. Porque dos noches antes, cuando estuvo allí de botellón con sus amigos, no le habían puesto aún barreras a la naturaleza.

Aquella valla le pareció desafiante. Marcaba lo prohibido y por lo tanto, lo más atractivo. Era de hierro, como la que había tenido que montar en casa junto a su padre un par de meses antes. Decididamente la odiaba. Por lo que era y por lo que representaba.

Subió a lo alto de aquel horrendo trabajo de cerrajería censurador y opresor. Tenía la intención de volver a escribir aquellas pintadas por la libertad de expresión. Saltó al otro lado con la imprecisión que daba haber ingerido varios litros de cerveza y calimocho.

La cazadora de Álvaro se quedó enganchada con una de las puntas de aquella valla, que se reía de él. Así permaneció colgado, sin poder escapar, hasta que con el amanecer llegaron los operarios del ayuntamiento para dar un último repaso al parque antes de la inauguración. Pintores, albañiles, fontaneros y un cerrajero, que decidió dejarlo ahí colgado unas horas más antes de llevárselo a casa.

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⏰ Última actualización: Nov 05, 2012 ⏰

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