80 - Caja de Dulces Mixtos

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—Vamos a una tienda de dulces. Quiero comprar una caja de bombones —me dijo mi mejor amigo Max cuando creí que ya era hora de regresar a casa.

Ese día había salido con mi mejor amigo para comprar libros, pero esa actividad se extendió. Después de ir a ver libros, nos fuimos al Jirón de la Unión para ver una película. Cuando salimos compramos helados y terminamos en una pizzería.

—Pero acabamos de comer —le recordé.

—No los voy a comprar para mí. Es para regalar. Quiero comprarle chocolates a la persona quiero mucho.

—Entonces yo también —dije casi atragantándome —. Le compraré chocolates a Cristal porque a ella le gustan los dulces aunque no lo parezca. Seguro se pondrá feliz si le llevo chocolates.

Ambos salíamos con alguien. Si Max iba a regalarle dulces a su parejita, a la persona que me dijo querer, pues yo sentí que también debía hacer lo mismo. Iría a la tienda de dulces con Max para comprarle chocolates a Cristal, mi enamorada, porque no tenía la costumbre de regalarle nada, y ella no merecía tener un enamorado frio que se olvidaba de los detalles.

Mientras caminábamos por el Jirón de la Unión hacia el centro cívico donde habían muchas tiendas de regalos, Max me hablaba sobre algunos dulces que su amiga Gema le mostraba con felicidad enloquecida por ser un regalo de su enamorado. Él quería causar esa felicidad a su persona especial con el regalo que entregaría. Yo sonreía mientras él hablaba, pero mi atención estaba en mis pensamientos que trataban de recordar alguna situación parecida.

Nunca habíamos ido a comprar regalos para alguna enamorada de Max, nunca habíamos salido para eso, porque mis recuerdos no me mostraron nada igual a pesar de esforzarme. Luego pensé que quizá él salía al centro sin mi compañía para comprarles regalos a sus novias o que quizá se los compraba cuando salía en una de sus citas junto a ellas. Sí él iba a comprar regalos, entonces yo también lo iba a hacer.

Llegamos a una bonita tienda de flores y dulces. En los mostradores se exhibían hermosos chocolates, bombones, caramelos y mucho más. Todos tenían una presentación particular, además, sus grandes cajas me preocuparon. Estábamos en una cara tienda de chocolates importados. En ese momento pensé que debía buscarme un trabajo a pesar de que mamá me decía que no me preocupara y que más bien le dedicara todo mi tiempo al colegio.

—Todo es tan caro —le dije a mi mejor amigo mientras él se fijaba en una caja grande de bombones surtidos.

—Qué pena, ya no le podrás comprar un regalo a tu quería Cristal. Lástima —dijo jalándome del bazo hacia el mostrador donde mi amigo miraba.

Una señorita se nos acercó muy amable mientras nosotros observábamos los mostradores que exhibían hermosas rosas y tarjetas para todas las ocasiones.

— ¿Chocolates para una amiga especial? —preguntó una de las señoritas que atendían.

—Sí. Le voy a pedir matrimonio, y no vendría nada mal si se lo pido con chocolates —dijo tan fresco observando un catálogo de chocolates importados.

—Tan jovencito y pensando en matrimonio. La debes querer mucho —la joven sonrió curiosa.

—También me quiere mucho, pero es tan testarudo. A veces me dan ganas de zarandearlo hasta que comprenda, pero es tan... —Max hizo una pausa que erizó toda mi piel—. Es lo más bello que tengo —dijo marcando su rostro con una dulce sonrisa.

Las dos señoritas de la tienda que estaban desocupadas se acercaron enternecidas por las palabras de Max, pero pronto se tuvieron que alejar desanimadas por la llegada de clientes. Tan solo un juego de palabras bonitas podía lograr que Max atrajera y lo hiciera ver como un príncipe perfecto para las chicas. Tan perfecto, pero no solo para ellas...

—Quiero esta caja grande de dulces mixtos y también una tarjeta plateada —le dijo Max a la señorita que lo estaba atendiendo.

— ¿Desea forrarlo? —ella le dio a Max un muestrario de papel de regalos y otro de hermosas cintas de variados diseños.

Quise retirarme para continuar observando los exhibidores, pero Max no me dejó ir. Él me sostuvo de mi muñeca para evitar que me alejara.

—Ayúdame a escoger, Caramel, cuál te gusta —Max me dio los muestrarios.

—Si tanto te gusta deberías saber sus preferencias —le dije tratando de zafárme de su agarre, pero no pude liberarme de Max.

—Que complicado, Caramel. Ya que estas aquí, ayúdame. Tomate tu tiempo, no te molestaré —Max se apoyó de espalda en el mostrador—. Elige el que más te guste.

Conocía muy bien la actitud de mi mejor amigo. Si me ponía a discutir sobre regalos especiales que no deben ser elegidos por los amigos, nunca íbamos a salir de esa tienda, así que me puse a ver el muestrario de papel de regalos. De entre todos elegí uno azul con relieve y una cinta color blanco brillante con hilos plateados.

—Espero que le guste —le dije a Max arrimando los muestrarios hacia él.

La joven que atendía mostró una expresión de desaprobación. Seguro pensó que el azul no iba ayudar en la pedida de mano porque a las chicas les quedaba mejor el rosa, un color femenino y delicado, por eso quizá intento proponerle a mi amigo un bonito papel color rosa pastel con muchos dibujitos de corazones, pero Max fue tajante. "El azul", dijo dirigiéndose hacia el mueble para esperar mientras envolvían la caja de dulces mixtos.

—Si te odia no me culpes —le dije cuando le entregaron la bolsa con la caja de dulces. El no respondió, solo revoloteó mis cabellos.

Mientras regresábamos a casa, imaginé que esa preciosa caja forrada de azul y adornada con una cinta blanca iba a ser abierta por quien salía con Max. Consideraba que los regalos eran bonitos detalles de hombres enamorados para sus amadas... y que ese regalo ya tenía una amada que Max había elegido.

A veces los detalles de Max me lastimaban mucho.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora