61 - Polvo

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La vida es única. Solo hay una oportunidad para demostrar nuestro afecto y sentimientos, demostrar que se quiere y se respeta. Los pasos están contados, cada uno de ellos, desde que se nace hasta que se muere. No hay marcha atrás, no existen las máquinas del tiempo para volver y hacer lo que se cree lo correcto. Lo que se hace queda marcado para toda la vida y lo que no se hace se puede hacer, pero no siempre, porque no se puede demostrar sentimientos por los que ya no están...

La ausencia eterna duele...

Mamá me abrazó. No había querido ir a despedirme, pero ella me convenció diciéndome que era lo correcto. Había sido una pieza importante en mis días, alguien con quien compartí alegrías, travesuras, ocurrencias, momentos inolvidables junto a mis amigos.

Mamá caminó junto a mi vestida de negro, al igual que mis ropas, todo de negro. Mis ojos se empañaban cada vez que se acortaba el camino. A poca distancia pude ver los adornos fúnebres, los presentes con rostros imposibles de creer el deceso de alguien tan joven y a los niños pequeños que miraban curiosos sin entender lo que pasaba. Reconocí rostros del colegio, era lógico, nuestros compañeros no quisieron estar ausentes e incluso estaba el tutor de clases.

—Lo siento, hijo —me dijo mi madre abrazándome.

— Voy a retroceder el tiempo y congelarlo cuando éramos felices —dije sin mirarla.

—hijo...

— No lloraré, ya no puedo, voy a hacer las cosas bien, solo recordaré los momentos felices y permaneceré estático en ellos...

—Aun no terminas el colegio. Este dolor va a pasar y volverás a desear nuevas alegrías. Deja que el tiempo te alivie, ya verás que será posible —mamá me beso la frente.

Ambos caminamos en dirección a la gente vestida de negro. Muchos compañeros se acercaron para abrazarme con sinceridad. No pude agradecer, no quise hacerlo. Solo bajé mi vista y permanecí en silencio porque sentí que mi voz se quebraría inevitablemente si pronunciaba alguna palabra.

Labios resecos, piel pálida, rostro vacío, sin vida...sin expresión, sin nada, imposible de ver y oír. Duele, dolía, me desgarraba el alma, me destruía. No era justo, no había explicaciones para que una sonrisa tan jovial, tan llena de ánimos, se desvaneciera de la noche a la mañana. Era inexplicable.

Tantas lágrimas dolorosas en la pequeña habitación llena de familiares ensombrecidos por el luto, voces quebradas, susurros de pésames, alientos, intentos de consuelos...tantos ecos en mi mente. Me dolían las miradas de impotencia ante la cruel voluntad de la muerte echada sobre la tierna adolescencia.

Dolía...

Desgarraba...

No había vuelta atrás, nunca más iba a regresar y dolía. El miedo se apoderó de mi alma, la culpa por no hacer las cosas bien, por creer que no existía dolor en su alma. Lo que no se hace después de cruzar el abismo eterno ya no se puede remediar. Los recuerdos que se hacen bajo la luz del sol, no pude hacerlos, nunca me esmeré como debía.

De regreso a casa, tirado en mi cama, cerraba los ojos y pensaba en mi mejor amigo Max. Me dolía pensar en él, me lastimaba. Rogaba que el sueño me aislara del dolor por siempre, pero no iba a desaparecer, tenía que retroceder y permanecer en nuestros días felices por siempre para auto defenderme del profundo vacío donde mi alma caía sin tocar fondo.

Los días se ensombrecieron, pero se despejaron muy pronto para todos los que alguna vez fueron rodeados de su espíritu carismático e inigualable, pero no para mí, ya que para mí siguieron nublados. El dolor permanecía muy dentro, las risas eran crueles, los planes continuaban para todos, nada se detuvo, la vida continuó tan cruelmente.

No merecía sonreír, no tenía derecho de continuar metas ni sueños, no las merecía. Mis notas bajaron, mi madre estaba preocupada. Ella me animaba diciéndome que la vida a veces era cruel, pero no quedaba más que levantarse con fuerza y continuar adelante aunque doliera mucho.

—Qué quieres que haga —me dijo mi madre—. Pídeme lo que quieras, pero ya no estés así tan triste. Me aflige mucho, eres mi único hijo, Caramel, quiero que sonrías.

—Quisiera que fuera un sueño, pero...no lo es, es real, no va a regresar.

—La vida trae alegrías, pero también tristezas muy dolorosas. Hay que superarlas, no nos queda de otra, tienes que superar las despedidas eternas. Quiero que vuelvas a ser el mismo, diviértete, sal con tus amigos.

Mis amigos. La verdad era que nos estábamos desintegrando, la distancia se acrecentaba cada día que pasaba, nada era igual. Ya no éramos risas, solo angustias envueltas con una falsa alegría mucho antes de que se fuera.

Nuestra amistad se quebró, nuestras risas, nuestras salidas, cuando nos reuníamos en el parque...todo se quebró. No iba a ser lo mismo. Poco a poco se fue desintegrando. Destruimos nuestra amistad y la muerte nos marcó a todos. Desde ese día nada volvió a ser lo mismo entre todos nosotros. Buscaríamos nuevos caminos de felicidad, de soledad, de desamor. Encerrado en mis ideas, solo trataba de permanecer en el pasado para buscar autocastigarme y poder aliviar el dolor de su alma.

No merecía la felicidad. El dolor no desaparecía, permaneció cruelmente en mí y continuó castigándome mucho después de su partida.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora