1. Número tres.

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"Me gusta la lluvia, porque no importa cuanto me moje, ya estoy empapada."

Gota. Desliza. Gota. Desliza. Gota. Desliza. Susurro mientras veo las gotas de lluvia resbalando por la ventana.

La lluvia es tan transparente como el cristal, por eso me gusta, pero la melodía que hace al chocar contra el cristal hace que me guste aún más.

Deslizo la ventana hacia arriba y dejo mi mano al aire. La lluvia está cayendo sobre mi mano. Una sonrisa proviene de mis labios al sentir el cosquilleo de éstas.

Regreso mi mano al interior del salón y la seco contra la falda de mi uniforme. Busco entre los libros, lapices y otras cosas de mi mochila hasta toparme con lo que buscaba: un sándwich preparado por mi persona favorita, mamá. Lo coloco sobre la mesa y dispongo a comerlo.

El timbre que indica el termino del receso da entrada a mis compañeros de clase, corriendo, hablando, gritando o peleando. El último en entrar es Thomas, está  repitiendo año por segunda vez porque según la profesora Susane, su coeficiente intelectual está debajo de lo estimado por las normas educativas del prestigiado colegio Hollis. Es popular entre las chicas, sin embargo también reservado; y sociable entre la comunidad varonil del aula A15.

-¡Bolita! ¡Bolita! ¡Piensa rápido! -solo había escuchado su primera palabra, pero no necesitaba escuchar más. Kate solo hablaba para molestarme lanzando bolas de papel hacia mi dirección o gritarme horribles apodos, el más popular: Bolita. Gracias a ese sobrenombre nadie conocía mi nombre, un nombre que solo consta de tres letras y que no hay la más mínima dificultad en pronunciarse: Zoé. Fui bautizada Bolita por Nick el año pasado, recién iniciando el curso. Él se burlaba de mi cuerpo. Soy llenita, es decir, con exceso de grasa en mi cuerpo. Mi forma de comer es algo que está en contra de mi voluntad y, en ocasiones, no sé como hacer para detenerlo. Nick fue expulsado apenas iniciado éste curso, pero aún sigo siendo Bolita delante de los ojos de todos.

¿Colegio de alto prestigio Hollis? Lo siento, señorita Susane, pero usted ya tiene dos errores en el examen.

El aula estalló en risas y carcajadas tras el lanzamiento de Kate sobre mí. No respondí a su acto. Acostumbrada y resignada, recogí la bola de papel y la deposité en el cesto de basura localizado en la parte trasera de la puerta. Mientras caminaba, todas las miradas estaban posadas en lo que hacia. Me miraban como un bicho raro o peor, un experimento de laboratorio fallido. Tras sentarme en mi lugar, la profesora Susane se adentró al aula. Mis "buenos" compañeros la ayudaron con su maletín y sus libros.

-Bien, abran su libro de historia en la página 60- la profesora, no arrebasaba los 35 años de edad, era alta, con un cuerpo envidiable, pero lo que más me gustaba de ella era su piel blanca y cabello pelirrojo. Todos los adolescentes hormonales del colegio iban tras su perfume caro y tacones altos.

Durante la clase, sentí una mirada posada en mí. Siempre he sido intimidada por las miradas, así que obligué a mi curiosidad a no voltear.

El timbre de las 12:30 am y el más esperado por todos se escuchó en todo el edificio dando final a las clases de hoy, miércoles, día lluvioso.

Como todos los 365 días del año, esperé a que todos mis compañeros salieran. No quería ser apretujada entre la multitud, además me ahorraría insultos gratis. Thomas siempre era el último en entrar al salón, pero el primero en salir. Irónico, lo sé.

Una vez fuera del edificio y viendo como la lluvia continuaba su curso, me resigné a que no iba a cesar. Pero eso no me puso triste. Al contrario, me puse feliz.

Tomé el pequeño paraguas de mi mochila y lo abrí. Antes de dar un paso hacia la tormenta, observé una figura masculina detrás de una estructura, Thomas. Quería decirle que me acompañara debajo del paraguas, pero mi timidez fue mayor. Sin mirar hacia atrás, caminé por las calles de New York dejándolo atrás.

Tears are Falling | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora