42. Viaje a mis recuerdos

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Todo se oscureció. Una negrura casi idéntica a la que había aparecido cuando había muerto se impregnó en mi cuerpo por horas. No sé cuanto tiempo pasó en realidad, pero con cada segundo que pasaba, parecía que me sumergía con rapidez en la soledad... en aquella tiniebla que anhelaba absorberme con gusto. Moví mis ojos bajo mis párpados y fue entonces cuando escuché aquella voz que decía mi nombre en lamento.

«Lo siento Nicole, solo existe una forma para salvarte. Lo siento».

Pude escuchar un grito, un grito de una voz muy parecida a la mía. Tragué saliva aunque no pudiese sentir nada más que calma. Aquellos gritos aumentaban en agonía y pedían que parasen porque dolía.

«¡Para! ¡Por favor, para!».

«Buenas noches, te veo en la mañana».

Recordé aquella escena mientras la oscuridad seguía abrazándome por consuelo. Una pequeña lágrima se escapó de mis ojos y recorrió el largo pero frío camino hasta mis labios. Ese había sido el último recuerdo que tenía de cuando aún creía que era humana común y corriente.

¿Qué me había pasado después de aquello? Traté de abrir mis ojos. Necesitaba verlo de nuevo. Ansiaba verme y entender que tan mal estaba. Sabía que posiblemente me hallaba más pálida de lo que ya estaba ahora, que el suelo seguramente yacía manchado en mi sangre y que sería una imagen inestable para mis ojos; pero no me importaba.

Mis ojos estaban pegados y cuando los gritos se hicieron nulos, sentí un cosquilleo en mi garganta. Llevé mis manos a mi cara. Aquella voz que había salido de la oscuridad ya se había desvanecido por completo pero la voz de Alexander aún habitaba.

Murmuros, murmuros. Eso era lo que escuchaba.

¿Qué decía? Traté de escuchar; de abrir mis ojos. Exhibirlos en la oscuridad y entender al fin que me pasaba. El tiempo hizo su trabajo y justo cuando me daba por vencida, mis parpados se desprendieron de su gran beso eterno.

Cuando pude entender en donde estaba, una luna gigante se asomó por la larga ventana y las paredes azul marino me recibieron con una imagen escalofriante. En nuestra habitación, Alexander dormía con alguien más.

Mis ojos se abrieron conmocionados. ¿Quién dormía junto a mi prometido? Me paré del suelo en donde me encontraba, dispuesta a hacerle bronca al verla. Caminé lentamente hacia la cama, tratando de decir algo aunque mi boca parecía sellada.

—Lo siento, Nicole. —Alexander lloraba—. Esto no era... esto no era lo que yo deseaba.

Dejé de caminar al ver mi cuerpo de hacía dos años ahí, dormido plácidamente con unas vendas en la cabeza. ¿Qué estaba pasando?

—¿Alexander? —Hablé tratando de que me viese. El cuerpo de aquel hombre ni siquiera se inmutó. Siguió ahí, mirando a la antigua yo con pena.

¿No me había escuchado? Traté de acercarme, dispuesta a hacerle ver que estaba ahí, pero mis zapatos no se escucharon y mi respiración tampoco.

¿Qué estaba pasando? Miré hacia adelante, tratando de entenderlo todo. Era como estuviese dentro de un sueño. ¿Un sueño? Parpadeé mirando la escena y tras analizarla, las palabras del doctor Collins vinieron a mí como fuegos artificiales: «Te llevará a tus memorias».

¿A esto se refería con que mis memorias aparecerán ante mí? ¡Esto era un sueño! Era como una película. Me llevé las manos a mi rostro, pellizcándome para saber si realmente estaba ahí. El dolor nunca apareció y fue entonces cuando comprendí que lo que viviría era una ilusión. Tal vez lo viviría a carne y hueso, pero no era real.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora