El Placer de la Muerte

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Pasó su mano por entre sus pechos, bajando por su abdomen y terminando entre aquel lugar escondido para el público. Lamió sus labios, aquellos labios manchados de rojo, rojo sangre.

Acarició su feminidad delicadamente, volviéndose loca a si misma, llenando el silencio de gemidos sordos. El fin estaba lejos pero la tortura se sentía tan jodidamente bien.

Sus botones rosados de ambos pechos apuntaban con cinismo al techo de la habitación de baño. El agua estaba roja, su respiración entrecortada y su paciencia agotada. Meneó sus dedos adentro y afuera, una y otra vez, como si fuese un caballo indomable escapando de alguien que quiere domarlo, cabalgó sobre su mano y después… sus ojos se tornaron blancos del placer, el placer de la muerte. 

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