Capítulo 1: El último día en la vida de Charlotte Lowell (Editado)

12.3K 248 46
                                    

Ese iba a ser mi primer día de clases de psicología forense y estaba emocionada. Hacía poco había comprado todos los útiles escolares e incluso había conseguido un trabajo para pagar toda la carrera. 

Por ser una fecha especial me arreglé más de lo que acostumbraba. Con mucho cuidado había alaciado mi cabello; me puse un poco de maquillaje, del mismo tono blanquecino de mi piel y chequé mi apariencia más de diez veces para asegurarme que estaba impecable. 

Estaba casi lista para salir. Más sin embargo, no atravesé la puerta sin antes desayunar y recoger mi reproductor MP3. Tenía que quitar lo aburrido a mi caminata debido a que no contaba con un automóvil para transportarme hacia mi nueva escuela, la música me parecía una agradable forma para distraerme. 

Durante el camino desde mi casa estuve pensando en qué se podría esperar de esa clase mientras escuchaba una canción del género rock indie.  

¿Mis compañeros serían agradables? ¿Mi profesor será un maldito? ¿Terminaré prácticamente viviendo ahí?, Me preguntaba a mí misma mientras sacudía mi cabeza al compás de la canción, tratando de controlar el miedo que me daba responder esas preguntas. 

Era natural estar nerviosa, en especial cuando era una carrera que había elegido por consejo de las demás personas. Todos mis amigos decían que era perfecta para mí porque tenía mucha habilidad para entrar en la mente de la gente. Podía saber sus sentimientos con sólo ver un pequeño gesto en su rostro, además me gustaba predecir qué harían en determinadas situaciones. Aunque, no mentiré, también me vi influenciada por esas series policiacas dónde siempre atrapan a los chicos malos. ¿Quién no ha visto esas series en donde con sólo tener un cabello del asesino puedes descubrir toda una escena del crimen o con ver que le gusta comer fruta roja puedes saber que es un sádico? 

Ya fantaseaba con el hecho de que pudiera entrevistar a un criminal y saber por qué mató a su esposa o algo por el estilo. 

Lo sé, tengo problemas. Así como una niñita sueña con ser una princesa yo soñaba con atrapar a los chicos malos y ver qué se encontraba dentro de sus desquiciadas cabezas. 

Durante mi recorrido también reflexioné sobre mí misma, debido a que tenía conductas que podrían garantizar memorables momentos incomodos en mi nueva escuela. Por ejemplo mi falta de atención, de verdad anhelaba no distraerme en clase, porque era de ese tipo de chicas que por el hecho de que pasaba una mosca frente a mí tenía que seguirla con la mirada para ver hacia dónde se dirigía. De igual manera no quería ser la burla de todos, como en muchas ocasiones en preparatoria. Estos sucesos embarazosos ocurrían, principalmente, cuando alguien decía algo estúpidamente gracioso y yo no podía dejar de reír hasta que el profesor me regañaba. Por lo general todos mis compañeros de aula se partían de risa en esas inconvenientes situaciones y en la universidad iba a hacer todo lo posible por evitarlos costase lo que me costase. 

Para dejar de pensar en lo que depararía mi primer día de clases, comencé a contemplar el camino que se suponía debía recorrer de ese día en delante.  

No había nada que no hubiera visto ya. Constaba en un montón de tiendas como una panadería, una pequeña tienda de ropa y una vieja dulcería que conocía desde siempre. Al ver ésta última me pareció increíble cómo pasó rápido el tiempo, hacía unos años compraba dulces siendo una simple niña pequeña y en ese momento pasaba frente a ella para ir a emprender una nueva aventura en mi vida. 

Estaba a punto de dejar atrás la vieja dulcería cuando pisé un chicle.  

¡Rayos! ¡¿Qué Dios no les dio permiso de tirarlos a la basura?!, me quejé mentalmente para no hacer un escándalo ahí mismo. 

—Maldito cerdo—estuve murmurando para mí misma mientras trataba de despegar el maldito chicle del tacón de mi zapato. 

Con una hoja de papel había conseguido quitar casi toda la goma de mascar pero no fue suficiente, para asegurarme de quitar todo lo que quedaba del dulce empecé a arrastrar el zapato por la acera para ya acabar con esa tontería. 

Lo malo es que me concentré tanto en “la tontería” que no me percaté que un taxi iba a toda prisa para volarse el semáforo en rojo. 

Lo último que vi fueron sus luces delanteras. 

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora