Capítulo 7.

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Era el mismo hombre que seis meses atrás había abierto las puertas del salón de reuniones de la editorial, tal como si hubiese abierto las puertas de mi nueva vida. No lo vi más nunca luego de ese episodio, pero luego de haberme puesto a pensar, se me ocurrió que él sabía el secreto de la familia Bolívar, que sabía que eran vampiros. 

Increíble como una cosa en la que no piensas a menudo, de pronto aparece en tu camino nuevamente, dándote una sorpresa. Pues esa fue la reacción que me llevé cuando el hombre de baja estatura estiró su brazo hasta mi, con la intención de presentarse.

-Mucho gusto, señorita Arismendi.- dijo el hombre, con una voz un poco aguda y rápida. Por alguna razón, ese hombre me recordaba a un conejo.

No me movía. Estaba inerte viendo al pequeño hombre de pie a u lado de mi, mirando a través de unos lentes para ver. Sacudí la cabeza cuando Cristóbal aclaró por tercera vez su garganta, con la intención de que volviera del lugar donde me hallaba. Di dos pasos hasta él, y le estreché su mano, un poco áspera al tacto.

-Mucho... Mucho gusto.- Mi cara seguramente era la de una loca. No recordaba haber parpadeado en un buen rato, hasta que finalmente decidí tomar el control de mi cuerpo y actuar bajo las circunstancias. Esto de que las emociones me ganaran a cada rato era algo que debía mantener al margen.-Yo lo recuerdo, fue el que presentó a los Bolívar.-

-En eso tiene razón, señorita Arismendi.- dijo de nuevo el hombre con voz apresurada.- Veo que se cambió el color de cabello.-

-Por favor, llámeme Rosa.- insistí. La actitud sobria y sabia del hombre hacían contraste con su personalidad que inspiraba amistad, algo que era bastante raro en la raza de los brujos. Se había dado cuenta de mi nuevo color de cabello, por lo que no pude evitar esbozar una sonrisa amable.

-De acuerdo, Rosa.- de pronto sonrió- Si no les importa, preferiría hablar acerca de todo lo que sucede en otro lugar, tal vez en su casa, señor Cristóbal.-

El hombre tenía toda la razón. No estábamos precisamente en el lugar más adecuado para hablar de todo lo que estaba sucediendo. Por un lado, un vampiro con ansias de sangre estaba rondando por allí con toda la intención de asesinar brujas, y por el otro, el aquelarre no permite la entrada de un brujo desertor a sus territorios, y al estar en completa exposición, el señor Emerich era un blanco fácil para ambos. Cristóbal y yo asentimos, y pronto estábamos los tres en la preciosa mansión del color del ámbar y con grandes ventanales.

Las lámparas de la sala nos recibieron con su gran iluminación, y yo jamás me acostumbraría a la asombrosa vista del pueblo que se lograba ver a través de los cristales. Héctor y Lucía, los hermanos vampiros de Cristóbal, aparecieron de la nada, tal como si hubiesen estado allí todo el tiempo, y me saludaron con mucho afecto.  Ambos eran muy amables conmigo, y la verdad me agradaban mucho, aunque no negaba que a veces su excentricidad me incomodaba.

Tomé asiento en los cómodos sofás de terciopelo, y Emerich y la familia Bolívar hicieron lo mismo. Ahora, estábamos todos los que teníamos que ver en este complicado y peligroso asunto de los asesinatos que ya estaba segura que eran de mano de aquel rubio de ojos verdes.

-Bien, Emerich, te trajimos hasta aquí porque necesitamos saber qué está sucediendo con los brujos del aquelarre.- comenzó a decir Cristóbal, en un tono formal que hizo que me moviera en el asiento. Emerich hizo un chasquido con la boca y comenzó a hablar.

-No señor Cristóbal. No han muerto solo brujos del aquelarre que habita en el pueblo, sino de muchos otros. El vampiro que ustedes conocen como Ariel se ha encargado de investigar a fondo cuáles son los aquelarres que rodean la capital, y está dispuesto a acabar con ellos.-

Estrella Fugaz (Sol Durmiente Vol. 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora