56 - Piscinas Armables

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El mes que menos me gustaba del año era el febrero. La razón no era el intenso sol que quemaba, sino el hecho de que muchas personas solían mojar a cualquiera que pasaba caminando cerca de ellos. El mes de febrero era el mes del carnaval.

En varias ocasiones había sido atacado con globos llenos de agua de unas chicas que vivían cerca de mi cuadra. Simplemente ellas aparecían de la nada y, en un abrir y cerrar de ojos, yo ya estaba empapado de pies a cabeza. Aunque no tenía mucho de que quejarme, pues los que más jugaban eran los hombres, así que las chicas eran las que tenían más dificultades.

Mis amigos y yo habíamos acordado reunirnos en el parque para pasar el rato. Usualmente no hacíamos nada en especial cuando nos reuníamos en un parque cerca de nuestras casas, ya que solo conversábamos y perdíamos el tiempo hablando sobre trivialidades.

Los niños jugaban a los soldados con sus chisquetes. Algunos vecinos del lugar aprovechaban el calor intenso del domingo para sacar sus piscinas armables y divertirse junto con sus hijos. La tarde se sentía muy alegre con tanta gente divirtiéndose.

Cristal había sido la primera en llegar después de mí.

—Mira esto —me dijo mostrándome una pistola de agua igual al de los niños.

— ¿Vas a mojar a la gente con eso?

—Claro que sí. Quiero divertirme un rato, así que no digas nada o te disparo —dijo amenazante.

En ese momento llegó mi mejor amigo Max. Cuando se acercó nosotros noté que su cabello estaba mojado y su polo también

— ¡Max! Así que divirtiéndote sin nosotros —dijo cristal sin poder contener su risa.

—No es nada, solo unas chicas estaban jugando cerca de mi casa, así que se divirtieron un rato conmigo.

—No es justo. Esas brujas me lo echaron a perder —Cristal marcó una sonrisa malévola en su rostro —. Pero ya qué, qué importa, yo también me quiero divertir.

Ella dejó al descubierto la pequeña pistola que había ocultado en su espalda cuando Max llegó, y disparó directamente en los pantalones de mi amigo.

—Max, ahora parece que te has hecho en los pantalones —dijo Cristal muriéndose de la risa.

—Cristal, te gusta divertirte conmigo, así que será mejor que corras porque ahora me divertiré contigo.

—Inténtalo si puedes —respondió corriendo.

—Ven aquí, Cristal, no huyas cobarde.

Mientras Max iba tras cristal, Clara se había acercado sigilosamente a mí. No me di cuenta de su presencia hasta que sentí algo puntiagudo en mi espalda.

—No te muevas o mueres —le escuché decir.

No hice caso a la advertencia, así que volteé. Clara, mi otra amiga del colegio, estaba totalmente empapada de la cabeza a los pies. A diferencia de Max, ella había resultado mucho más afectada por los chicos que jugaban a los carnavales.

—Muere, Caramel —Clara me disparó con una gran pistola de agua, de esas que tienen una alta presión.

—Gracias, pensé que hoy no me iban a mojar —dije tratando de que el agua de mi polo no mojara mis pantalones.

—De nada, para eso están los amigos —ella sopló el cañón de su pistola de agua como una pistolera sin piedad.

Clara no se había dado cuenta de Max y Cristal, hasta que ambos pasaron corriendo velozmente por nuestro lado como unos rayos.

—Espérate —dijo Clara mirando a Max, quien trataba de atrapar a Cristal entre los árboles del parque—, me parece o Max se hizo en los pantalones.

—No, es solo que Cristal... —ella me interrumpió.

—Ya lo sé. Ese era nuestro plan, pero llegué un poco tarde por culpa de mis vecinos que me hicieron esto. Los muy desgraciados me metieron en su piscina armable y luego me dejaron ir dándome consejitos para tener cuidado de otros chicos.

Max y Cristal daban un gracioso espectáculo corriendo entre los árboles y esquivando a muchos de los niños que jugaban en el parque.

— ¡Nunca me vas a atrapar porque soy más veloz que tú!

Cristal se reía mucho mientras escapaba, hasta que un mal paso hizo que cayera en el pasto. Ese breve momento fue aprovechado por Max, quien la cargó en sus hombros con todas sus fuerzas, ya que Cristal se movía violentamente para tratar de liberarse de su captor.

— ¿Ratón, decías que no te atraparía?

—Suéltame, Max, o ya veras, te vas a arrepentir.

Muchos niños pequeños los rodearon para tratar de convencer a Max de que llevara a Cristal a la piscina armable más cercana de donde estaban, casualmente la más grande de los alrededores del parque.

— ¡A la piscina, qué esperas Max, llévala a la piscina! —gritó clara.

Max se la llevó a la piscina grande, donde unos niños disfrutaban del agua fresca. Aquellos niños, al verlo con Cristal tratando de zafarse de mi amigo, lo alentaron entre hurras y gritos para que la tirara dentro de su piscina. Max no se hizo de rogar, así que la lanzó al agua sin dudar.

—Que tal está el agua —le preguntó Max.

—Muy deliciosa —dijo Cristal tirándole un puñado de agua.

Mi amiga clara vio la cercanía de Max junto a la piscina como una oportunidad para poder empujarlo. Ella se acercó sigilosamente a él sin temor de ser descubierta, ya que mi amigo se encontraba distraído mirando a Cristal empapada. Cristal se percató de la intensión de Clara, así que se alejó al extremo contrario de Max.

Clara no perdió más tiempo y lo empujó con todas sus fuerzas. Mi amigo se cayó estrepitosamente sin poder evitarlo.

—Qué tal está el agua, Max —preguntó Clara luego de empujar exitosamente a mi mejor amigo.

—Muy fresca —respondió.

No pude evitar reírme al verlos en esa situación, ya que ellos estaban empapados y yo solo con el polo un poco mojado, pero casi seco por el intenso calor del sol. Mi risa llamó la atención de mis amigos, quienes se quedaron mirándome con malas intenciones, muy atentos e intercambiando miradas.

— ¡Al agua! —gritaron mis amigas.

Max no perdió el tiempo, ya que salió de la piscina, me cargó en su hombro y me tiró sin piedad al agua. Aunque mi ropa y zapatillas se habían mojado, se sentía muy fresco, como mis amigos habían dicho.

—No era necesario, Max, ahora estoy mojado por tu culpa.

—Es lo justo, estamos completos, todos empapados —dijo Max tendiéndome su mano para ayudarme a salir—. No quería dejarte solitario y sequito.

Los domingos de febrero eran días de agua. Era arriesgado salir, ya que siempre terminábamos mojados en nuestras salidas de amigos, pero pese a esos riesgos, yo continuaba encontrándome con mis amigos en el parque. No nos gustaba estar encerrados en casa aquellos días calurosos.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora