Azura

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Ya estaba tomando el autobús cuando me di cuenta que había salido de mi hogar... o mejor dicho de la casa donde vivía. Era una rara peculiaridad lo que me sucedía cuando me enojaba, olvidaba por completo lo que hacía, aunque no era raro que huyera a mi lugar favorito, la calle Mirage Street; no me molestaba haberme dirigido ahí , lo que no podía soportar esa estúpida manía que tenían mis padres de obligarme a comer, como era posible que no entendieran que dejaba de hacerlo porque odiaba el cuerpo en el que estaba encerrada. En fin, ya no importaba, en unas horas estaría tan inmersa en mis cosas que olvidaría la razón por la cual me había vuelto a desconectar de la realidad.

Alice era una chica normal, aunque ella no se sintiera así... era una joven con cabello castaño, ojos café de una peculiar claridad, su piel era muy blanca, cosa que le fascinaba, lo triste era que a pesar de esto no se sentía del todo a gusto con su cuerpo, incluso cuando trataba de mantenerse bastante bien siempre tenía ese sentimiento de asfixia en su mente. Alice era bastante introvertida, por lo que su pequeña estatura no la ayudaba para nada a resaltar entre sus pares, a pesar de tener 19 años había dejado de crecer a los 15 y fue ese mismo año cuando notó que no era muy parecida a los chicos de su edad, no era para nada sociable, no obstante no era algo que le molestara, se conformaba con los cuantos amigos que había formado los cuales también fueron quedando en el camino.

Hoy en día estaba atrapada en una vida la cual no quería ni siquiera un poco. Trabajaba en un colegio como secretaria y vivía con sus padres aunque no mantenía una gran relación con ellos, los culpaba por no entender y muchos menos ayudar con el estúpido complejo que se había creado en su mente con relación a su cuerpo, algo que desde niña fue escondiendo tras esos hermosos ojos. Lo único que Alice en realidad amaba era pasar el tiempo en calle Mirage, en donde se encontraba la mayoría de las grandes e importantes librerías de la ciudad, en especial Azura una peculiar tienda andrajosa que había encontrado en una calle lateral a la principal avenida .Cuando entro se sorprendió mucho con lo que vio ¡habían muchos libros! cientos de antiguos y nuevos ejemplares distribuidos en hileras en un primer y segundo nivel, además había unas cuantas mesas con largos manteles en el mismo estilo veneciano que lucía la tienda y tras el mostrador, estaba Phill, como lo llamaban quienes lo conocían mejor. Él era un hombre adulto de unos 56 años, por lo que supuso Alice, no muy alto quien lucía un pelo muy canoso, pero lo que llamaba la atención eran esos hermosos ojos que el hombre tenía, no solo su belleza si no que la calidez y confianza que inspiraba, pero lo que la joven adoraba era aquella amabilidad que tenía desde que la había conocido hace unos cuantos meses atrás.

-No puedo creer que me volvieran a gritar por lo mismo, maldita comida-Alice no dejaba de pensar en la estúpida discusión que había tenido con sus padres, odiaba esa costumbre de tratarla como una niña pequeña. -en la parada-gritó al conductor para bajar y seguir al único sitio donde era feliz, Azura.

Mientras caminaba, recordó lo extraño que era olvidar o mejor dicho, que el tiempo en el cual estaba enojada, simplemente se borraba de su memoria y darse cuenta de pronto que estaba en otro sitio, -¿qué fue lo último que hice? -sabia que se había ido a su cuarto para no seguir oyéndolos, había tirado su ropa de trabajo y se había colocado, como siempre, lo primero que seguramente encontró en el armario, sonrió al pensar en esto y se miró en una vitrina de esas modernas librerías que hoy se construyen – sé que el aspecto no es importante pero suerte que no salí solo con ropa interior-sonrió. Alice solía pensar demasiado y esto causaba que no se diera cuenta de nada de lo que sucedía a su alrededor, asique tampoco le pareció extraño tropezar con otra persona -lo lamento- le dijo al extraño sin siquiera mirarlo -guau ese tipo es un bruto, me destrozo el brazo-pensó Alice. Por suerte ya estaba cerca de Azura asique se apresuro olvidando el incidente, al entrar sonaron esas suaves campanitas que alertaban el ingreso de un cliente.

Eternamente contigo  (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora