Capítulo 4: Expiación.

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  • Dedicado a Harold
                                    

Es la tarde del 9 de noviembre y Sandy se alista para cumplir con lo prometido a Dante. Tiene sentimientos encontrados: por un lado ella siente muchas cosas por su novio, lo ansía, lo desea más allá de lo físico y por otro lado aún sigue amando a su difunto esposo, siente que le es infiel a su recuerdo. Vacilante, decide llamar a Dante:

- ¡Hola, mi amor! - le contesta Dante - ¿cómo estás?

Sandy vacila una vez más: su corazón está golpeando su pecho y se agita al escuchar su voz.

- ¿Pasa algo Sandy?

- ¡Nada!, - niega ella - es solo que...

No es necesario que Sandy le explique a Dante lo que tiene, él sabe que Sandy aún se encuentra en un conflicto interno, ha tratado de ser muy comprensivo, quiere consolarla y estar con ella pero por otro lado está hastiado de la situación porque realmente el único que ha cedido en todo es él.

Dante tiene razones fuertes para estar harto: tuvo una relación tormentosa con una mujer casada. Sabe lo que es ser movido al último lugar, es lo irritante de ser el único que pone su corazón en la brecha.

- Entiendo que te sientas afectada por lo que significa esta fecha, si no quieres salir...

- ¡Quiero verte! - le responde ella, de golpe, tomando impulso desde su diafragma.

- ¿Estás segura?

- ¡Segura!

- Espérame, voy a recogerte...

Dante la recoge en su casa, de ahí fueron al cine, y después de allí la llevó a cenar, por un momento Sandy aparenta normalidad pero es claro que su mente está en la eternidad buscando el alma de Omar donde sea que esté. Un desilusionado Dante no disfruta su cena a pesar de que se comió todo lo que había pedido. Cuando llegan al apartamento, ambos llegan al punto de disparar a quemarropa las verdades:

- ¿Aún lo amas Sandy?

- Tu sabes la respuesta...

- Amor, ¡de veras que te entiendo!, pero me ha costado aceptar todo, me siento desplazado por tu trabajo, tu hijo, un difunto, ¡yo estoy al último!...

- ¡Tu no tienes ni idea de lo que siento!, ¡el hecho de amarte es lo que me tiene así!, ¡siento que le soy infiel!... ¡no quiero lastimarte! ¡no quiero...!

- ¡Lo estás haciendo!, - Dante le interrumpe abruptamente - ¡siento que soy yo el que lo está arriesgando todo!, ¡yo soy el que pongo mi corazón al borde!, recuerda que yo vengo de una relación que me hizo daño y nuestra relación se está pareciendo a la que tuve...

- ¡No compares a una zorra infiel con una viuda!... - le replica ella.

- No pienses que estoy comparando, pero siento igual que en aquella ocasión, ¡yo tuve que ceder mucho!, ¡mis deseos y sentimientos quedaron estancados!, si de verdad me amaras, ¡te gustaría estar conmigo!. y no como ahora que salimos, ¡quién sabe dónde carajo tenías la cabeza!

Sandy no hizo contraataque alguno, sabe que Dante tiene razón, que para salir de su conflictiva situación debe tener apoyo de su novio para vivir su amor a plenitud. Ella se le tira en los brazos, desatando un temporal de llanto que calmaría su interior, él solo la abraza y le acaricia su cabello, calmándola de a poco.

La noche transcurre sin esperanza de reconciliación, Sandy se acuesta del lado derecho de la cama dándole la espalda a Dante pero éste no puede dormir, tiene necesidad de tomar a Sandy y amarla, quiere demostrarle que es lo suficientemente hombre como para hacerla feliz en todo los aspectos. Poco a poco se le da espacio al lúnes y Sandy no puede conciliar el sueño, en medio del fuego cruzado, esta vez por el profundo deseo que la une a Dante, quiere demostrarle que no es la mujer egoísta que él cree que es, que es capaz de entregarse a él por puro amor. "Omar se fue antes de tiempo y sin despedirse..." se dice ella en su mente, "Dante está aquí esperando a que lo ame". El torso desnudo de Dante la inquieta aún más, "¡quiero amarlo!" , se decide al fin.

Mientras tanto... ¿mato a mi jefe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora