Nuevos Vecinos

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La mañana tranquila en Sunset Bulevar se vio interrumpida por el gigantesco convoy de camiones, que siguiendo a un lujoso sedan azul, se detenían ante la casa más grande del importante barrio.

Inmediatamente, de los camiones, bajó un ejército de cargadores que se disponía a meter los muebles en la mansión, eficiente pero torpemente, lo cual parecía desquiciar a una elegante mujer, que bajándose del auto equilibraba sus regaños entre los cargadores y alguna secretaria que la aguardaba al otro lado de línea, pues la mujer parecía no poder separarse del celular.

Todo aquél trajín y alboroto que rompía la rutina laxa y tranquila del domingo, pareció más interesante para la pequeña Nathalie, quien a sus cinco años, jamás había presenciado una mudanza de tal calibre. Alejó, por tanto, su atención de los juegos en los rosales de su padre para cruzar y saludar, como toda una damita, a los nuevos vecinos entre los cuales ella realmente esperaba, se encontrase alguna niña con la cual jugar. Nerviosa pero decididamente, se dispuso a cruzar al jardín contiguo para preguntarle a la señora del celular si es que tenía hijas; más estando tan solo a un paso de ella, y disponiéndose a tomar el pliegue de su saco para llamar la atención fue interrumpida por un niño de aproximadamente su edad.

– Hola niña, ¿quieres ver mi sapo? – antes que Nathalie pueda tan siquiera reaccionar, el pequeño niño que la interrumpió, le acercó a la cara un gigantesco y verrugoso animal, esperando con ansia el grito de horror de la pequeña que se acercaba a su madre. Nathalie, sin embargo, reaccionó de una manera totalmente opuesta a la que él esperaba.

– ¡Súper!, ¡es el más grande que he visto!, ¿cómo se llama? — los verdes ojos de la pequeña brillaban de emoción con solo ver al animal– Yin dice que…— la pequeña se detuvo bruscamente.

– Yin dice nada… yo me llamo Nathalie, pero me dicen Nathy y tengo cinco años, ¿tú cómo te llamas?— Preguntó atropellándose en la palabras.

El pequeño vio con curiosidad a la muy extraña niña que no se asustaba de los sapos, que tenía las manos manchas con tierra y que no completaba sus frases… todos pecados capitales según Danna, su madre, y todas acciones acreedoras al menos un mes de castigo.

– Felipe, me dicen Felipe, y este – dijo señalando al sapo – es Verrugo y le dicen Verrugo; tengo seis años… ¿quieres soltar a Verrugo en la cocina y ver como mi nana Tina grita de espanto? — con solo la propuesta, a Nathy le brillaron los ojos con tan solo la idea de ver a una niñera gritando y se dispuso, contenta, a seguir a su nuevo compañero de juegos.

Los dos pequeños se escabulleron por el jardín hacia la puerta trasera de la casa, y por una ventana semi abierta soltaron al sapo.

El resultado no se hizo esperar: los gritos de una joven mujer llenaron la inmensa casa, y en medio de risas, los pequeños se aproximaron a ver por la ventana el que prometía ser un muy gracioso espectáculo: una rubia joven, subida sobre la mesa, gritaba presa del terror solo con ver al sapo paseándose por el piso de la cocina. Felipe reía con todo su pequeño ser, mas a Nathy, aquello no parecía causarle ninguna gracia. Extrañado, y más porque hacía unos momentos a su nueva amiguita le había parecido buena idea, la miró intrigado; Nathy había pasado de no reír a mostrar una severa muestra de miedo y a correr hacia su casa.

Asustado Felipe por la reacción de la niña, aunque más que nada intrigado, siguió a la niña hasta el jardín de su casa, donde la misma se había refugiado entre dos grandes y bien cuidados arbustos.

— ¿Qué pasó?, ¿los gritos de nana Tina te asustaron?

— No, sus gritos no me asustaron — Nathy salió con timidez de su escondite — Es que Nana Tina es mala… muy mala

Nathalie y los Portadores de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora