Capítulo 17: "Hola... tú"

23.1K 1.4K 104
                                    

«Siempre seré tu sexy novio».

«La única a quien deseo besar es a ti».

«Eres la única para mí, lo juro, por mi perfecto cabello».


¿Qué es eso? ¿Una bomba? ¿He sido secuestrada por un terrorista que está por hacer estallar la Casa Blanca? ¿Así es cómo pasaré mis últimos minutos, de turista en una casa que es toda blanca? ¡No quiero morir!

Ah, es mi celular.

—Hola, papá —habla mi alterego Amelia Criter.

—Hola, hija.

—¡Papá, no me remedes!

—Lo siento, cariño. —Se ríe—. Debes admitir que tu voz está rara. ¿Anoche has estado comiendo helado?

—Claro que no. —Me restriego la cara y me quito las legañas—. Anoche solo comí... ah... —Abro los ojos lo más que puedo, que no es casi nada, y arrugo la nariz ante el brillo que parece inundar mi habitación—. Carajo. —Y siento la punzada de la inyección más grande del planeta atravesándome el cerebelo.

—Los platillos de allá son algo excéntricos. ¿Cómo es? ¿Vas a un restaurante y dices: sírvame un carajo para llevar?

—Papá, ¿puedo llamarte luego? —Me toco la cabeza que está a punto de explotar.

—¿Te sientes bien, cariño? ¿Quieres que vaya allá y te preparé mi especial sopa de vegetales?

—No será necesario. —Me incorporo, lo cual acorta el cronómetro de la bomba/cabeza—. Solo tengo cólicos.

—No se hable más, espero tu llamada. —Cuelga tan rápido que embarazada actualizando su estado de Facebook cuando está a punto de dar a luz.

Maldiciones incrustadas, ¿por qué me duele tanto la cabeza? Como si hubiera... como si...

Oh no. ¿Por eso no recuerdo lo de anoche? ¿Otra vez bebí?

—Al carajo todo, primero debo hacerme cargo de esta cabezota palpitante.

Voy a mi baño, saco una pastilla milagrosa y me la trago sin parpadear.

—¿Pero qué centellas le pasó a mi cara? —Me estiro las ojeras que me llegan hasta el ombligo— ¿Es que anoche me comí un gato muerto? —Pongo cara de asco al saborear el interior de mi boca.

Me cepillo los dientes y le sonrío a mi reflejo como si estuviera grabando un comercial de pasta dental. El director diría corte porque mis dientes no brillaron de ese modo alucinante, y me reemplazarían por una modelo con mejor dentadura.

Así de rápido pierdo la oportunidad de salir en televisión.

—¿Qué carajo...? —Mis ojos se clavaron en lo que el reflejo acaba de exponer.

Es una corbata que cuelga de mi cuello, bajo la mirada hacia esta y mi rostro da a luz al hijo del señor pavor. Retrocedo y me golpeo la espalda con la puerta.

—De acuerdo, no nos pongamos histéricas. —Levanto las manos para calmar a las fieras que al parecer me acompañan—. Debe haber una explicación completamente razonable por la que tengo esto. —Asiento repetidas veces y sonrío a medias—. Sí, tal vez anoche fui a una fiesta de corbatas. O a un carnaval de corbatas. Tal vez me metí a una tienda y robé esta corbata por alguna extraña e incomprendida razón. Claro, no tengo por qué alarmarme. ¡Ah! —Aplaudo, de mejor humor—. Escuché de esas reuniones en las que debes intercambiar una prenda con otro invitado, seguro que un tipo allá afuera debe tener algo mío. —Me inspecciono de pies a cabeza, y lo único que me falta son los zapatos—. Díganme que no le di mis zapatillas a un extraño. —Suspiro y me dirijo al closet a contar el calzado.

¿Me van a dejar hablar? [Presente MVDH #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora