12. Una visita inesperada.

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12. Una visita inesperada.

Había pasado casi una semana desde el baile, y Robert y yo seguíamos siendo el cotilleo más comentado del instituto. A todos los sitios donde nos moviéramos, ya fuera el comedor, los pasillos, el laboratorio, la biblioteca... nos acompañaban unos incómodos murmullos mal disimulados.

- ¿Crees que están juntos?- preguntó en un susurró perfectamente audible en medio del silencio perpetuo de la biblioteca una chica rubia menuda, que no aparentaba más de seis años, cuando Robert y yo entramos.

-Se supone que ella tiene novio en Nueva York. Es una verdadera zorra. - Comentó la morena como si fuera totalmente natural hablar de mí y mi vida sentimental a voces.

-Yo he oído que está detrás de Ian, el de Lizzie... Incluso saboteo su matrícula para poder estar en la misma habitación que él. -Añadió la pelirroja que completaba el trio de cotillas ridículas de primero, con cara de asco, y demasiado maquillaje para su edad.

-Además él es gay.- Añadió la morena con ímpetu para zanjar la duda de la chica rubia.

- ¡Olvídalas!- Dijo Robert en cuanto vio mi propósito de avanzar hasta la mesa y arrear a las tres niñas con mi libro de biología (el más grueso) para que así aprendieran a meterse en sus asuntos. - ¿O unirte al club de los castigados?

Suspiré y finalmente contuve mi furia, y caminé hacía una mesa de las del fondo, donde Robert y yo acostumbrábamos a estudiar. Después del éxito de química, había conseguido un ocho setenta y cinco, había nombrado a Robert mi tutor personal, por lo que ahora solíamos estudiar juntos después de clase.

- ¿Cuánto te queda de castigo?- pregunté con amargura. Sabía que su castigo era culpa mía. Después de que mi hermano le atacara de esa forma tan repentina y sin explicación, la directora los había reunido en su despacho y tras echarles un discurso sobre la violencia y la importancia de las formas y el decoro, les había castigado una semana entera limpiando el instituto.

Me sentía infinitamente mal por Robert puesto que él no lo merecía, pero no por mi hermano. Aquel imbécil seguía sin venir a pedirme perdón desde el sábado por la noche, y yo no iba a acercarme a él hasta que ollera esas palabras salir de su boca. No puedo olvidar tan fácilmente a quien me llama zorra.

-Se supone que mañana. ¿Una semana por un simple empujón? Es una amargada.

- Es la madre de Lizzie. ¿Qué esperabas?- Comenté mientras llenaba la mesa con mis apuntes de matemáticas avanzadas. La cara de Robert adquirió un matiz de felicidad de repente que hizo que una sonrisa floreciera en mi cara. La regla de oro de la amistad, cuándo un amigo sonríe, tú no puedes evitar sonreír.

- Tengo noticias. - Anunció en un susurró, a pesar de que era imposible que alguien nos pudiera oír. La biblioteca no era uno de los lugares más concurridos del internado.

- ¿Un nuevo cotilleo?

- Esto no es un cotilleo: es una bomba de destrucción masiva.

- ¿Quieres contármelo?-Pregunté ansiosa conteniendo la risa. Robert era así de dramático para los cotilleos añadiéndolos todavía más interés y haciendo que también mi curiosidad aumentara.

-Ian y Lizzie han cortado.

Mi respiración se paró de golpe por la sorpresa. ¿Era aquello una buena noticia? ¿Por qué iba a ser una buena noticia? ¿Habría tenido que ver mis palabras sobre Lizzie?

- ¿Y eso?- Pregunte fingiendo desinterés. En lo más hondo de mi corazón necesitaba saber el motivo. No había coincidido con Ian desde el domingo y aquella conversación sobre Lizzie, y también sobre el beso. Había reconocido que él no se hubiera quedado parado si yo le besara....

Y yo tampoco podría quedarme quieta si el me basara.

-Se supone que discuten continuamente.. Aunque conociéndoles será otra de sus paradas de tres días antes de que vuelvan a comerse a besos en cualquier esquina. Dios los cría y ellos se juntan.

- ¿Rompen a menudo?

- Varías veces por trimestre, y después vuelven como si nada. Ambos desconectan un poco del otro, y después otra vez a ser felices.

- Quizá esta vez sea diferente. - Comenté tratando de sonar distraída, aunque era evidente que algo se escondía detrás de mis palabras.

- ¿Sabes algo que los demás desconocemos?- preguntó Robert con curiosidad esperando un nuevo cotilleo o escándalo proveniente de la mejor fuente de información sobre Ian, su compañera de habitación. La persona que más podía saber sobre quien visitaba la habitación de Ian últimamente.

- No.- Respondí poniéndome roja.

Ni siquiera yo sabía que se escondía bajo mis palabras. Las cosas entre nosotros eran extrañas, ni siquiera aguantaba ese carácter chulito y prepotente que se tría por la vida como si todas las chicas quisiésemos besar el suelo que pisa, pero por otra parte, el masaje, su revelación, me habían dejado confundida.

- ¡Conozco esa cara!- Exclamó Robert en voz de gritó haciendo que varios estudiantes se dieran la vuelta hacía nosotros pidiéndonos silencio. - Así que los rumores son ciertos ¿Te gusta Ian?

- ¿Cómo me va a gustar Ian?- Respondí más alterada de lo que me hubiera gustado perdiendo cierta credibilidad. ¿Cómo me iba a gustar a mi Ian? Odiaba a Ian con todas mis ganas.- Tengo novio.

- En nueva York. - Puntualizo Robert.

- ¿No eras tú el que decía que debía darle una oportunidad?- Pregunté enfadada.

-No si te gusta otro. ¿Te lo estas tirando? ¿Es por eso por lo que ha dejado a Lizzie? Increíble. No me cuentas nada...

- No, no y no. - Respondí yo rápidamente. - Ian y yo no tenemos nada, salvo una cordial amistad, ni eso en realidad.

- ¿Seguro?- preguntó Robert burlón.- Porque ahora está libre...

- ¿Eres muy pesado, verdad?- Pregunté cortante haciendo que Robert se riera con aún más ganas.

-Quien se pica ajos come. - Respondió todavía riéndose.

Aquel comentario fue la gota que colmó el vaso de la conversación. No solo tenía que aguantar que Robert se riera de mí por algo que era completamente mentira, sino que encima no podía ni siquiera picarme.

- ¿Sabes? Me marcho, tengo mucho que estudiar y no me apetece centrarme en cotilleos escolares.- Dije con toda la frialdad que pude y colgándome la mochila detrás del hombro hice una digna desaparición detrás de las puertas de roble de la biblioteca.

En los más hondo de mi mente Robert tenía toda la razón, si me picaba era por qué pasaba algo. ¿Pero qué pasaba?

Chuck estaba tan lejos, e Ian estaba tan cerca. Era lo único que pasaba.

Mi cabeza seguía queriendo a Chuck, solamente que Ian era el banco facil, además ni siquiera era un blanco fácil... era simplemente un imbécil orgulloso y terriblemente creído, que marcaba abdominales cada vez que entraba en la habitación.

Un imbécil al que no me acercaría ni muerta.

Además había dicho que era otra niña tonta que no podía controlar sus sentimientos, y yo era justamente lo contrario. Frialdad Goligth. Aunque la verdad desde que había llegado a aquel estúpido internado no paraba de comerme la cabeza. Mi ida en Nueva York era sencilla en comparación de aquello.

- ¿Jo?

Aquella voz pronunciando mi nombre hizo que los pelos se me pusieran como escarpias y un escalofrió recorriera todo mi cuerpo

¿Qué hacía allí los fantasmas del pasado?

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Jo no es nombre de chico(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora