Prólogo

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Nota de la Autora: Antes que nada quería agradecerles los votos, visitas y comentarios por el fic. Finalmente, aquí está :) espero no decepcionar a nadie y que lo disfruten!

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Año 2010.
Mullingar, Irlanda.

Soltó un sonoro suspiro una vez que se encontró ahí parada en frente de la escuela, realmente estaba tratando de ser positiva con la noticia. Quería pensar que tal vez las cosas fuesen para mejor, que quizás aquel traslado de su padre había llegado justamente en el momento indicado para que ella pudiese comenzar desde cero, en una nueva ciudad, un mundo totalmente ajeno al que se encontraba inserta. Sería un cambio radical, de eso estaba segura, pero, de todas formas, ¿Qué peso tendría la opinión de una adolescente de dieciséis años sobre las decisiones de sus padres? Ninguno, por supuesto. Era una niña, posiblemente con una vida más problemática de lo normal, mas una niña al fin y al cabo, por ende, no le quedaba más opción que atenerse a la palabra de sus padres. Estaba decidido, ese sería su último día en Mullingar, ya que al día siguiente se encontraría viajando directo a Estados Unidos. 

Si se detenía a reflexionarlo, probablemente, a cualquier otra chica en su situación le hubiese aliviado la noticia de por fin tener la oportunidad de marcharse de Irlanda. Finalmente, tenía que admitirlo: su día a día en la escuela nunca resultaba grato y cada jornada parecía ser más difícil y dolorosa que la anterior. No obstante, había algo rescatable de su escuela, habíaalguien que conseguía hacerla sonreír cuando todo parecía una tortura. Él, la única persona que se le había acercado sin asco o sin el temor del "que dirán si me ven con ella". Nialler James Horan, ese rubio con quien desde un principio demostraron ser infinitamente unidos. Lamentablemente, todas esas promesas de "amigos para siempre" se acababan ahí y en ese mismo instante. Se iría a San Francisco, California, no había vuelta atrás. Su futuro estaba escrito y este se situaba muy lejos de ahí.

Caminó por los amplios pasillos del establecimiento, con la cabeza gacha, sintiendo como el marco de sus anteojos se deslizaba a la punta de su nariz, para ser empujados por su dedo índice. Detestaba desfilar cada mañana por ese lugar, acaparar las miradas y fingir que no escuchaba las risas y murmullos que surgían con cada paso que daba. Era difícil contener el llanto, mucho más resistir a la humillación, de cualquier forma, era algo que había aprendido a enfrentar desde muy pequeña. Sabía muy bien que por más deseara ser una chica más del montón, ellos jamás conseguirían verla de ese modo. 

La mañana transcurrió con una absoluta y aburrida normalidad. Su boca se mantenía en un eterno silencio durante las clases, con los ojos azules fijos en el pizarrón y su mano concentrada en tomar apuntes, nada más que por distraerse de lo que sucedía a su alrededor. Estaba muy consciente de que esas serían sus últimas clases y su último día en esa inmunda escuela, y por más que hubiese querido disfrutar de ello, supo que no podía. Y es que a pesar de que le costara admitirlo, en cierto modo añoraba marcharse y dejar atrás todos esos malos momentos para que fuesen suprimidos en su memoria, olvidarse de todas esas personas que la habían hecho miserable humillándola diariamente.

Ya había llegado la hora del almuerzo y Horan todavía no daba señales de vida. "¿Dónde está?" se preguntaba en su mente, angustiada. Necesitaba encontrarse con él, necesitaba decirle todo. Él era el único chico del que quería despedirse y no estaba... No podía marcharse así, no podía irse sin antes ver a su mejor amigo. Eso era algo que ni ella ni él podrían perdonárselo.

Avanzó por el casino con la bandeja entre sus manos, estaba pesada, rebosante de comida. Una hamburguesa, papas fritas, Coca-Cola, un trozo de torta y un paquete de galletas con chispas de chocolate. Con la mirada buscó alguna cabellera rubia entre la multitud sin obtener resultados positivos, finalmente optó por tomar asiento en una de las mesas vacías y más lejanas a los demás. Era ley: si no estaba con su amigo, no estaba con nadie más que consigo misma. Era patético, era su realidad. Pronto se dedicó a comer en silencio, sintiendo como un grupito de más allá cuchicheaba y se reía mientras que la señalaban de una manera descarada. Trató de ser fuerte y concentrarse en lo suyo, acallando las voces con cada bocado que daba. Pasados unos minutos, terminó de comer, no quedaba miga alguna en la bandeja, así mismo, había recobrado su calma.

Little Things » Niall HoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora