Capítulo 11

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—Quien yo acepte, rechace o ignore no es asunto tuyo —tomé a mi hija en cuanto bajó las escaleras y caminé hacia Jane.

Esta sonreía como saboreando dulce venganza. Me tomó de la espalda y caminamos hacia la puerta.

—Te arrepentirás, Louisianna Allen. ¡Esta misma noche estarás durmiendo en mi cama! —me amenazó Marco mientras salía de la casa.

Vi que Jane le ofreció su dedo de en medio a su hermano.

—¡En mi cama, Lou, MI CAMAAA! —fue lo último que escuché que dijo cuándo Jane arrancó el auto.

—No le hagas caso, Lou, sabes cuan loco esta Marco —dijo Jane encogiéndose de hombros frente al volante.

—Lo sé, créeme que lo sé —suspiré.

—Mami, ¿papi Maco? —me preguntó Mègane abriendo sus enormes ojos grises.

—Maco no papi, Jaeh papi tú —le corrigió Cathy desde la parte trasera del auto.

—Silencio, Catherine —le ordenó su madre.

Llegamos al lujoso apartamento de Harry Lí. Todo era color rojo, negro y beige. Cuando entramos Jared daba vueltas de un lado a otro. En cuanto miró a Mègane la tomó en sus brazos y le dio un par de vueltas.

—Hola —me susurró y plantó un beso en mis labios.

—Uhh mua mua Jaeh —canturreó Cathy.

—Nosotras nos vamos, si Marco viene ya sabes, Jared —dijo Jane tomando a su hija en brazos.

—¡Jaeh faje Lou! —gritó Cathy al salir.

—Yo creo —Jared me tomó entre sus brazos— que Cathy tuvo una buena idea.

—Ni lo sueñes, Lí —aparté sus labios con mis dedos entre risas.

—Seré paciente —murmuró caminando hacia la cocina.

Jared nos preparó palomitas y pasamos viendo películas toda la tarde entre besos y miraditas tontas.

—Mami yo late —me pidió Mèg.

—Está bien, sólo uno porque ya es tarde y debes ir a dormir.

Mègane se levantó y corrió hacia la cocina. En cuanto la nena desapareció Jared se lanzó encima de mí y me besó apasionadamente, rodó sus dedos por debajo de mi camiseta y los presionó en la piel de mi espalda. Bajó sus manos por mi trasero y comenzó a besar mi cuello entre mordiscos.

—Jared —jadeé.

—Shhh.

—¡JJ! —gritó Mèg.

Jared me apartó rápidamente y ambos quedamos viendo boquiabiertos a la pequeña niña que ponía sus manos en la cintura y arrugaba la cara.

—Eh, ¿encontraste el chocolate? —dijo Jared inocentemente.

—¡No! —gritó.

—Tengo que ir a recostarla. Regresaré para que acabemos este asunto —le guiñé el ojo.

—Te estaré esperando…

Tomé a Mèg en brazos y subimos por las escaleras. Ella amenazó con su dedito a Jared. Le puse la pijama a Mègane y la recosté en la cama.

—¡Cuento! —me pidió.

Le obsequié una sonrisa y accedí.

—Iré a preguntarle a tío JJ si tiene un cuento para ti —le di un beso en la frente y salí de la habitación.

Malas decisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora