Capítulo 10

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LOU ALLEN:

Hoy es el cumpleaños número dos de mi hermosa hija Mègane. Cinco de julio de 2013. Jane y yo planeamos hacerle una fiesta sorpresa así que Jared se ha llevado a Rosalie, Cathy y Mèg a los prados mientras Danielle, Cher y yo preparamos todo para la fiesta. 
Al fin he aprendido a usar ese cacharro a lo que llaman celular, el cal sonó en cuanto terminamos de prepararlo todo. 
—JJ —contesté al teléfono.
—Ya estamos a menos de doscientos metros. ¿Ya está todo listo? —preguntó Jared.
—Sí, tráelas —dije mirando a mí alrededor.
Jane ya había llegado con el señor Lí, también había llegado Louis y su familia y claro, TN y el señor Styles. El señor Edward ha hecho la caridad, aunque muy gustoso, el papel de payaso en la fiesta, todos esperamos que Rosalie no tome la indiscreción de desmentir la verdadera identidad del payaso.
Colgué el teléfono y avisé a todos de la llegada de la pequeña cumpleañera. Buscamos un sitio donde escondernos.
La puerta se abrió dando paso a las dos pequeñas delante de Rosalie y Jared. Todos gritamos ¨¡Sorpresa!¨ y explotamos confeti al momento. 
A Mègane se le iluminó la cara después del saltito que dio por la sorpresa y estiró sus manos llena de felicidad. En cambio, Cathy estalló en chillidos y llanto incesante. El grito la había asustado demasiado. Claro que, a todos nos causó una gracia tremenda el panorama. 
Lí, el muy delicado con su pequeña nena, corrió hacia ella y la tomó en brazos para consolarla. En cambio, Mèg se lanzó hacia nosotros con pequeños saltitos de felicidad.
—¡Fiesta! ¡Fiesta! —gritaba mi hija emocionada.
—¡Nooo! —gritaba Catherine espantada en los brazos de su padre.
—¡Regalos! —fue la siguiente exclamación de Mèg.
—¡Sí, regalos! —corrió Jared hacia ella, la tomó en sus brazos y empezó a lanzarla hacia arriba para atraparla antes de caer.
Mègane gritaba y extendía sus brazos en el aire.
—¡Jared! —lo amonestó Jane.
Jared se detuvo y dejó a la niña quieta entre sus brazos.
—¿Sí, mamá?
—Deja que Mèg abra sus regalos —masculló entre dientes.
Con el tiempo, a mí me había comenzado a caer en gracia la forma en que Jane evitaba que su hijo tuviera momentos de un padre con Mègane.
—¿Qué dices, MJ, abrimos tus regalos? —le preguntó Jared animando a la niña.
—¡Sí, sí, sí! —gritaba ella tirando pataletas de emoción.
Jared bajó a la niña y corrió hacia su prima Rosalie y comenzó a pegar saltitos y decirle cosas sobre los regalos.
—Han hecho un gran trabajo —me dijo Jared besando mi mejilla.
—Gracias. Por cierto, tengo un regalo para ti también —mordí mi labio para no dejar explotar una carcajada.
Jared me frunció el ceño y se quedó perplejo.
—¿Me vas a besar? —bromeó. 
—Sí, cierra los ojos.
Jared cerró los ojos, ingenuo. Me volteé y tomé una de las pequeñas tartas que había horneado junto con Danielle y cuando regresé, se la estampé a Jared en la cara.
Louis estalló en carcajadas, y por consecuencia los demás en cadena. Excepto Catherine, quien estalló en llanto de nuevo por el susto de las carcajadas ruidosas.
Jared se limpió la cara con las manos y me restregó en la cara el glaseado de sus manos.
—Rico, ¿eh?
La fiesta comenzó y Mègane se las pasó jugando con su prima Cathy todo el tiempo. Yo la pasé charlando con Cher en un rincón.
Desde hace tiempo tenía una duda que me atravesaba, y que sólo ella podría quitármela.
—Cher —dije dudosa—, hace unos años… me contaron que tú…
Ella me quedaba viendo confusa.
—¿Yo qué?
—Tú y Jared… tuvieron… relaciones muy pequeños.
Cher estalló en una carcajada ruidosa que llamó la atención de todos, pero pronto regresaron a sus actividades.
—¿Es eso cierto? —pregunté.
—Sí, yo tenía once y él como doce o un poco menos —se encogió de hombros.
—¿Y cómo fue?...Perdona, no quiero incomodarte —dije sonrojada.
—¡Para nada! Toda la familia lo sabe. Fue como… un experimento infantil. Yo se lo propuse y él dudó un poco, pero al final terminó cediendo. No estuvo muy bueno, éramos demasiado inocentes, pero no me arrepiento.
—¿Tú sigues…
—…sintiendo algo por Jared? —preguntó ella—. Claro. Lo quiero mucho, es como mi amor platónico, pero si me pidiera ser algo se lo denegaría.
—¿Por qué?
—Imagínate, ¿yo con Jared? ¡Nah! Ya no sería lo mismo.
—Disculpa, Lou —dijo una voz detrás de mí. Volteé y era Lenny.
—Hola, Lenny —la saludé.
—Hola. ¿Me dejas hablar con Cher unos minutos? —pidió con los ojos cristalinos.
Miré hacia Cher quien rodó sus ojos y suspiró.
—Sí, claro —asentí y me levanté.
Lenny se sentó a la par de ella muy unida.
Yo caminé hacia la cocina, donde estaba Jared atragantándose de dulces.
—¡Vaya! Conque veintiún años, ¿eh? —bromeé.
—¿Quieres? —me extendió un par de caramelos entre su mano chiclosa.
—No, gracias —sonreí.
Jared se lavó las manos y tragó lo que venía masticando. Supuse que era goma de mascar y me causó un poco de risa que se la tragara. Se le iba a quedar pegada en los intestinos.
—Supongo que yo también merezco un regalo, aunque no sea mi cumpleaños —susurró tomándome de la cintura y acercándome a él.
—Creí habértelo dado ya —le dije refiriéndome al pastel.
Jared torció una sonrisa y rozó mis labios con los suyos.
—Jared —susurré deteniéndolo.
—¿Qué?
—No lo hagas.
—¿Por qué? 
No contesté.
—¿Por qué? —repitió.
Solté un suspiro.
—Sigues pensando en él, ¿cierto? —me soltó.
—No tenemos que hablar de eso —me crucé de brazos.
Jared se tomó el cabello y dio un golpe sobre la mesa.
—¡Vaya masoquista eres, Lou! —dijo furioso.
—Mira quien habla —me defendí.
Jared alzó la vista.
—Aparte, eres una egoísta. Hazlo por la niña —me suplico.
—¿Vas a usar a mi hija a tu favor? —bufé.
—¡No se trata de eso! —estiró sus manos—. Te lo pediría de todos modos. No sabes lo feliz que me hace esa niña. Mèg es un sueño. Si tú tan sólo me dejaras darle todo lo que yo quiero…
—Es que no tienes que darle nada, porque nada te toca a ti dárselo.
—¿Y a quién? Si quien debería dárselo no está, ¿por qué no puedo hacerlo yo? —su voz se quebró.
Odiaba verlo así. No quería que sufriera, pero es que nadie entendía que yo no podía inventarme sentimientos. Yo no elegía a quien amar. Claro, sería fácil decir que aceptara a Jared porque él me amaba, pero su amor no basta para los dos. No sólo era enamorarme de Jared, sino también desenamorarme de alguien más. No era tan fácil. Los que pensaran que yo era una masoquista, era porque nunca habían amado de verdad. Porque el mío lo resistía todo, y no iba a renunciar al amor que sentía, porque aparte de que aunque lo intentara no funcionaría, no quería siquiera intentarlo.
Antes de que yo le pudiese contestar entró Jane a ver qué pasaba. Ella nos mantenía vigilados día y noche para asegurarse que no pasaría nada entre Jared y yo.
—¿Y Mègane? —preguntó Jane.
Sus ojos verdes transparentes me fulminaron con esa mirada maliciosa que dominaba todo lo que miraba.
—Con Cathy —dije.
—No, Cathy está con Harry —repuso ella.
—Entonces con Rosalie —dijo Jared.
—Rosalie se fue a casa con Edward y Danielle —dijo Jane.
Todos nos quedamos viendo unos instantes para luego correr al salón en su búsqueda. Cher seguía con Lenny, TN y el señor Styles platicaban con Perrie y Zayn, Louis peleaba con Eleanor y aparte de eso, no había nadie más.
Jared y yo nos intercambiamos miradas. Salimos a la entrada y encontramos Lí con Catherine.
—Harry, ¿has visto a Mègane? —le preguntó su esposa.
—Con Jared, ¿no? —miró hacia su hijo.
Todos intercambiamos miradas y se armó un alboroto. Todos fueron avisados para la búsqueda de la pequeña Mèg. En las habitaciones, el salón, la cocina, la terraza. También comenzaron la búsqueda en las cuatro casas que estaban en fila. Styles ordenó una búsqueda también en los internados y ordenó que se cerraran los portones de las entradas. La desaparición de mi pequeña Mègane hizo revolución en todas las hectáreas de propiedad de los Styles. 
—Hay que buscarla en los prados y el bosque también —dijo Jared.
—Yo iré contigo —me apunté.
Jared y yo comenzamos la búsqueda en los enormes prados de los alrededores. Quien no conocía aquellas zonas podía perderse sin esfuerzo. Mègane era una niña que no lloraba ni por el mayor de los sustos. Así que, ni siquiera podría guiarme por sus gritos al sentirse extraviada.
Jared y yo la llamábamos entre gritos, pero no la encontrábamos por ningún sitio. Nos adentramos entre los árboles que se encontraban a un kilómetro de distancia al norte de los internados. Era inútil, no la encontrábamos en ningún sitio. 
La tarde empezó a caer y la luna se asomaba sobre nuestras cabezas. Yo estaba a punto de volverme loca. Jared estaba por sonar un grito.
—Hay que volver —me indicó él.
—¡No podemos volver sin ella! —grité desesperada.
—Mègane no puede caminar tanto sin cansarse, apenas tiene dos años. Es obvio que aquí no está. Regresemos.
De camino de regreso, a lo lejos, se veía las cuatro luces de las casas encendidas. Al final de la última, la de Danielle y Edward, a unos quinientos metros de distancia desde su casa aproximadamente. Vimos una mujer de cabello negro muy largo arrodillada frente a una niña de vestido rojo. Era Mègane, así la había vestido yo hoy. Corrí hacia ellas, pero Jared me detuvo.
—Espera, ¿quién es? —me preguntó.
—¡No lo sé, pero tiene a mi hija! —grité.
—Nunca la había visto —entrecerró sus ojos—. No hay que correr, puede vernos y huir. Si vemos que trata de escapar la seguiremos.
La mujer era una chica de al menos veinte años, tenía el cabello negro azabache, liso, recto y largo, su piel era blanca y traía ropa oscura. Le hablaba a Mèg y la niña asentía de vez en cuando. 
La vimos mirar hacia nosotros y se levantó. Sin duda la habíamos sorprendido. Le dijo algo a Mègane y se echó a correr entre los árboles del bosque. Jared salió corriendo tras ella, pero no creí que la alcanzara porque la chica ya se había hundido en lo oscuro y profundo del bosque en la noche. Mègane miró a Jared cuando pasó a la par de ella. Yo me eché a correr también, y cuando llegué a mi hija, la tomé entre brazos y me eché a llorar como una condenada.
—Mi amor, ¿estás bien? —decía entre sollozos.
—Sí, mami —me contestó ella de lo más tranquila.
La puse bajo el umbral y revisé sus brazos, sus piernas y su cabeza a ver si estaba intacta. En efecto, la niña estaba completamente bien.
—¿Quién era esa mujer, Mèg? Dime.
—No sé —me dijo encogiendo sus hombros.
—¿Cómo se llama? ¿Te dijo cómo se llama?
—No. Dijo que mi papá me iba a llevar —fue lo que entendí entre su jerga de bebé.

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