Introducción

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Veo las sombras, voy hacia ellas,

camino despacio siguiendo sus huellas.

Algo me ocultan, mi alma pregunta,

al no hallar respuesta, sigo mi ruta.

Sus oscuras alas envuelven mi alma,

me atraen, me reclaman, en silenciosa llamada.

No me resisto, voy a su encuentro,

sabiendo en el fondo, que no habrá regreso.

¿Qué busco en ellas? No estoy segura.

Intuyo un tesoro tras su negra espesura.

Anhelo encontrarlo y develar su misterio,

mas el camino es largo y peligroso el sendero.

¡Alguien me sigue! ¡Oigo sus pasos!

Sigilosos y firmes, van tras mi rastro.

Es la señora del lugar que vigila mi suerte.

Es ahora mi fiel compañera: la muerte.

Muchos se adentran en su oscura morada,

unos por estupidez y otros por pura ignorancia.

Pocos son los que entran en busca de sus secretos,

y, menos son, los que sobreviven a ellos. 

La noche era muy oscura, no había luna y las estrellas parecían haberse ido con ella. No se vería ningún rostro de haberse hallado en el campo, pero los tres hombres iban caminando por la calle de una ciudad pequeña a altas horas de la noche. Las escasas farolas iluminaban lo suficiente como para que cualquier persona que pasara por allí deseara no haber salido de su casa al ver a aquellos siniestros personajes. Y no es que fuesen feos, no, pero sus rostros, como espejos del alma que son, mostraban que ésta no era precisamente blanca.

El hombre que era de mayor edad tenía unos ojos negros, igual que el cielo en ese momento, una piel blanca como la nieve y una expresión cruel en el rostro. El otro que iba a su lado era más joven, de unos veinticinco, con la piel más colorida, unos ojos igualmente negros y una expresión similar a la del anterior. El más joven era el que parecía más humano y sin duda, el más hermoso. De cabellos castaños, piel blanca con un toque canela, ojos ámbar anaranjado aunque no se apreciara bien por la escasa luz, era más alto que sus compañeros y su rostro denotaba amargura.

Fue él quien habló.

-          Mañana empieza el instituto, y aún no sabemos a cuál va ni dónde vive. Lo primero que haré será entrar en cada instituto hasta dar con ella y entregar la publicidad sobre la Mansión.

-          ¿Crees que sospechará?- preguntó el hombre más mayor.

-          Es posible que piense que hay gato encerrado, pero no se imaginará la verdad, eso seguro.

-          ¿Cuánto tiempo necesitarás?

-          Es difícil de saber, pero después de todos los años que llevo esperando esto… La verdad es que me es indiferente si son semanas o meses.

-          Sabes que el plazo máximo son siete meses - recordó de pronto el otro joven.

-          Lo sé, y dudo que tarde tanto. Vosotros encargaos de lo vuestro que yo me encargaré de lo mío -finalizó el más joven.

Nadie replicó, estaba todo dicho y siguieron andando con paso tranquilo, metiéndose ahora en una calle ancha mucho mejor iluminada.

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El Principio del Fin (libro 0 de la saga La Orden del Sol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora