Capitulo 13

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Wow, muchísimas gracias, por sus lecturas, votos y comentarios. Espero les gusten mi letras tanto como a mi me gustan escribirlas.

Si os gustó este, regalenle a Robert y Elizabeth un voto y su comentario.

No les quito más tiempo y les dejo el capítulo 13131313. ¡A leer!

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Ya es viernes por la tarde. El día en la oficina se me ha vuelto muy largo y molesto,  espero que el hecho de que mi jefe no se haya pasado por aquí no tenga nada que ver con tan tediosa faena laboral.

A la hora del almuerzo las chicas me invitaron a una salida de copas con varios compañeros de la empresa. Me negué, solo estoy cansada y muy ansiosa de pasar mi fin de semana como una morsa. Comer, dormir, ver televisión y volver a dormir. ¡Ser una paria de la sociedad!

Cerca de las seis de la tarde empiezo a recoger mis cosas. Es extraño no tener que despedirme. Ni siquiera sé porque vine a trabajar. El capullo de mi jefe no se ha dignado a llamar, no tendría porque que llamar… me; pero sí ver cómo están las cosas en su puta empresa. ¡Que le den! Total, si se va a la bancarrota es su problema.

Me pongo a arreglar un poco el lobby para que la señora de limpieza no tenga tanto trabajo. El timbre del elevador suena, ¡Jo, pero que lata!

-          Lo siento, el horario de labor ha acabado y el señor Accuri no se encuentra. – digo sin siquiera voltearme.

-          ¿Quién dice que no se encuentra? – responde.

Giro mi cuerpo y Robert está apoyado sobre mi escritorio mirándome burlón. Pongo mis brazos en jarras.

-          Su asistente lo dice. – levanto una ceja.

-          ¡Pero qué hombre más irresponsable! – sacude su cabeza en  fingida decepción.

-          Opino lo mismo. – me encojo de hombros y hago una mueca para seguirle la broma. Una sonrisa surca sus cincelados labios.

Cuando me fijo en su vestimenta presiono más las manos en mis caderas para que no caiga mi ropa interior al suelo. Está usando unos bermudas color caqui, un sweater azul marino que deja ver en el cuello la camisa blanca. Lleva unos mocasines negros que hacen juego con un reloj sport en su muñeca izquierda y con su hermoso, sedoso y despeinado cabello. Es un Dios, ya ni recuerdo por qué estaba enfadada con él.

-          ¿Está lista? – pregunta.

Me dirijo al escritorio y tomo mis cosas.

-          Si, ya terminé mi día.  – respondo cortésmente.

-          Bien, vámonos. – me dice.

-          Esta bi…  Espera. ¿cómo dices? – me detengo abruptamente.

Placeres Ejecutivos - Emmgy R.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora