2. Bloqueada

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Un tintineo agudo y chirriante la sacó de golpe de las tinieblas de sus sueños. Tenía que apagarlo antes de que le taladrara el cerebro. Buscó el maldito despertador preguntándose cuándo habría cambiado la musiquita repetitiva por aquel ruido desquiciante. Tanteó y su brazo derecho se des­colgó por el lateral de la cama con sorprendente ligereza.

Casandra entreabrió los ojos y, en la penumbra, pudo encontrar el des­pertador causante del alboroto, un trasto grande, antiguo y de metal. "¿Pero qué...?" Se quedó mirando el reloj analógico, su mano y su antebrazo vendados en negro y una cama totalmente desconocida. "¡¿Dónde estoy?!"

Entonces recordó a Ariana Leza, el paso por la Frontera, la charla con el hombre bajito que la había dejado en la sala de espera... y el FOBOS. "¡Ay, Dios!" Apartó la sábana de un tirón. Tenía el pijama en su sitio y no notaba que le faltase ningún órgano, pero no recordaba lo que había pasado con aquel hombre vestido de uniforme.

Se puso las gafas, que estaban en la mesilla, sacó las piernas de la cama y se puso en pie. El susto la había despejado por completo, no tenía dolor de cabeza ni la boca pastosa y coordinaba igual de mal que todas las mañanas. De modo que supuso que no la habría drogado. "Habrá hechizos para dor­mir", se dijo caminando por la habitación en penumbra en busca de un baño. Para no variar, ninguna luz se encendió a su paso, así que levantó la persiana.

Lo que vio al otro lado la sorprendió. "Si estoy secuestrada, no me va a ser difícil escapar". La ventana daba a una calle ancha y atestada de gente, con puestos cada pocos metros y un denso olor a comida y cosas descono­cidas que flotaba en el aire. Empezó a plantearse que, quizás, no la hubiera secuestrado, pero estaba muy aturdida por no reconocer el lugar.

En el baño se lavó la cara, se adecentó el pelo y se miró al espejo. Los mismos rasgos de siempre, la misma piel paliducha moteada de rojeces, el mismo pelo oscuro y desgreñado sin flequillo, la misma figura rechoncha en pijama fino. Pero esa mañana sus ojos marrones brillaban por la curiosidad, el mundo se había convertido en un lugar interesante de repente.

Iba a salir de la habitación cuando reparó en la nota pegada en la puerta. "He pensado que no era justo que la primera noche que pasaras en nuestro lado de la Frontera lo hicieras en un sofá. Yo me ocupo de los gastos, no pienses que te voy a pedir nada a cambio, pequeña desconfiada". Casandra se quedó de piedra mientras leía. "A las once tienes una cita en el Portal, no te retrases. Preséntate en el Departamento de Regulación de Transfron­terizos y pregunta por A. Azogue. Espero que la ropa que te he dejado sea de tu talla y gusto. El desayuno también corre a mi cuenta, no te prives. Un aviso, incluso en una ciudad con Portal desconfían de los transfronterizos".

Muda por el asombro, Casandra bajó la vista y, en la cómoda que había junto a la puerta, vio un montoncito de ropa con un caramelo de limón encima a modo de firma. Se encontró con unos pantalones vaqueros gris oscuro, una camiseta negra de manga corta y una sudadera de cremallera y capucha del mismo color, con los bolsillos decorados con bordados de tela­rañas esmeraldas y otra telaraña verde partida en cuatro cuartos a la espalda, que le recordaron al sobre que le habían enviado a Leza.

El ruidoso reloj analógico le indicó que eran las diez y cuarto y que más le valía darse prisa si quería llegar a tiempo a un lugar que no sabía dónde estaba. Se vistió, sonrió al pensar que el FOBOS había elegido bien la ropa, metió el caramelo en un bolsillo de la sudadera, recogió su pijama y la bata y salió de la habitación. Guiada por el rumor de la gente, encontró el come­dor en la planta baja.

Los clientes estaban sentados en mesitas para dos, mesas para cuatro e incluso otras más largas en las que entraban lo menos diez. Casandra trató de que no se le transparentara el asombro cuando un cuenco lleno a rebo­sar de leche caliente cruzó por delante de ella para ir a aterrizar con suavi­dad frente a un niño, que empezó a mojar galletas con la mayor naturalidad.

Lirio de Sangre - 1 - Odisea (6 capítulos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora