Prólogo

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Prólogo

Las pesadas puertas de mármol dejaron paso a un joven apuesto de largo y sedoso cabello rubio, de ojos ámbar y piel bronceada. Por sus ropas se podía apreciar que era alguien importante, con dinero. Con una mano pasó rozando con los dedos todos los volúmenes de libros que se hallaban perfectamente apilados en la estantería que tenía más cerca, haciéndolos caer todos con rebeldía. En el centro de la sala se hallaba una pequeña mesa de escritorio de un tno caoba oscuro y un sillón de terciopelo marrón. Sentado en este último, un hombre ya mayor de largo cabello plateado que le llegaba hasta la cintura, alto y bien fornido, a pesar de su avanzada edad dio un respingo al escuchar los libros caer.

Alzó la mirada sorprendido y vio al joven muchacho que sonreía divertido. Toda la estancia estaba a oscuras, iluminada tan sólo tenuemente por un candelabro que yacía sobre la mesa.

-Siempre te ha gustado la lectura, ya lo creo -comentó el muchacho dando vueltas por la biblioteca observando cada uno de los viejos tomos que las grandes estanterías y muebles recogían.

Tomó uno de los volúmenes y comenzó a pasar las hojas muy rápido.

-Qué pena que no sea como tú, ¿no crees? -añadió el joven socarrón,tirando el libro aburrido.

El hombre se ajustó las gafas en el puente de la nariz y arrugó la frente frustrado.

-¿Qué es lo que quieres, Byron? -le preguntó la muchacho con un deje de impaciencia en la voz.

Byron se rió con una hermosa y burlona risa cantarina que helaría la sangre y atemorizaría a cualquiera menos al hombre que tenía delante.

-¿Desde cuando eres tan impaciente, Hogwart? -observó Byron entusiasta.

Hogwart se echó para atrás en su sillón y se desperezó. Se apoyó en el respaldo del asiento y cerró los ojos.

Byron los miraba divertido.

-Byron, estoy muy ocupado. Tengo demasiadas cosas que hacer como para estar pendiente de tus tonterías. Así que dime, ¿qué quieres? -repitió Hogwart tenso.

Byron cogió en una pequeña silla que había en el fondo de la sala y se sentó en frente del hombre. Este ni se inmutó cuando captó la presencia del muchacho más próxima a él.

-Dicen que ha regresado -dijo Byron intentando apreciar algún signo de temor o angustia en su interlocutor.

Pero este, impasible, se sentó derecho y lo miró a los ojos.

-Byron, ¿en serio te crees las paranoias de esa gente? -se mofó Hogwart con la cabeza ladeada.

-Lo dice todo el mundo -replicó Byron entre dientes- ¿Es verdad? ¿Él ha regresado?

Hogwart negó con la cabeza divertido.

-No, Byron, él está muerto -afirmó el hombre firme.

-Pero... -Byron iba a replicar pero Hogwart le interumpió alzando una mano.

-Está muerto -aseveró este último con una refulgente chispa de enfado en el fondo de sus ojos negros como azabaches- Y ahora, sino tienes nada más que decir, ahí tienes la puerta -añadió señalando la entrada.

Byron bufó y salió de la sala dándole patadas a los libros que yacían abietos sobre el suelo.

Hogwart suspiró exasperado y se elevantó a recoger los tomos. Uno de ellos, el que parecía más antiguo lucía un extraño símbolo en la portada que refulgió en la oscuridad.

Hogwart se acercó extrañado y tomó el volumen en manos. El símbolo dejó de brillar.

-Gracielle... -musitó el hombre en la oscura soledad de la biblioteca.

Cazadores de sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora