Capítulo dieciséis

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Hoy era un día muy especial, por fin cumpliría la mayoría de edad, y solo significaba una cosa, hacer lo que yo quisiera. Era libre, como un pájaro saliendo del nido de sus padres. Ahora mi padre no me podría separar de Bieber.

Miré a través de la ventana, llevaba más de una semana sin verlo, y me encontraba sola, y me obligaron a no salir. No contactó conmigo, y nadie me ayudaba a poder hablar con él.

Su teléfono sonaba, cada vez que lo llamaba, me ignoraba, e incluso en los mensaje. Al parecer se olvidó de mí en un par de días. Solo podía llorar, y echarle de menos.

—Los invitados están a punto de llegar—Escuché a mi madre—Prepárate.

—¿Mamá? —Hice que no se marchara—¿Está mal enamorarse?

—Por supuesto que no, cariño—Me abrazó como una buena madre—Solo que ha papá no le gusta el chico de la gorra—quedó pensativa—¿Cuál era su nombre?

—Justin.

—Un nombre muy bonito.

—Quiero enamorarme de él—Dije con tristeza—No quiero que papá lo amenace.

—Tengo una idea—Dijo felizmente—Este fin de semana invítalo junto a su familia, y lo conoceremos mejor.

—Gracias, mamá—Le abracé fuertemente.

Besó mi mejilla, y salió de mi habitación para seguir preparando la fiesta. Estaba tan feliz en aquel momento, no sabía que haría sin mi madre.

Quedé sorprendida cuando escuché los gritos de todos los invitados, felicitándome mi propio cumpleaños. Estaba rodeada de familiares, amigos, y me faltaba algo, el amor de mi adolescencia. Hoy era un día para fingir una sonrisa.

Mi madre nos invitó a todos a pasar al gran comedor principal, nos sentamos en la mesa cada uno en su sitio correspondiente. Cada uno dejó un regalo a la vista, lógicamente todos eran para mí.

Esperaba que llegara la tarta de cumpleaños, pero ya deseaba ver lo que me habían regalado. Cuando terminé de abrirlos todos, busqué con la mirada a mi madre para agradecerle el viaje a París que me había obsequiado, pero no la encontraba.

Miré por todas las habitaciones de mi casa, y seguía sin saber de ella. Quedé enfrente de la de mis padres, y me sorprendí de encontrarla entreabierta, y sin querer escuché la conversación.

—¿Cuándo vas a dejar a  tu mujer y venirte conmigo? —Dijo una voz de mujer que no conocía.

—No puedo, no las puedo dejar —Aquella era la voz de mi padre. No entendía de que estaban hablando.

Asomé la cabeza, y pude comprobar con mis propios ojos como mi padre engañaba a mi madre con una desconocida.

Me fui corriendo con lágrimas en los ojos, me dirigí al jardín para poder estar sola y que nadie me molestara. Quería reflexionar sobre todo lo que había visto.

El motor de un coche silenció todo lo que me rodeaba. Vi un precioso pontiac azul marino delante de mi casa.

Quedé boca abierta cuando de aquel magnifico coche salió un joven con un traje muy elegante. Arregló su pajarita blanca, y cerró la puerta con un movimiento de mano, se despidió del piloto, y caminó hasta llegar delante de mi casa.

—¿Justin? —Pregunté sorprendida, sin saber que hacer o decir.

—Feliz cumpleaños, pelirroja.

Me tendió un regalo, y rápidamente me abrazó con fuerza, pegando su pecho junto al mío. Sentí su mano acariciar mi cabello, y su aliento rozar mi cuello. Estaba tan feliz de verlo, de estar junto a él, todo era perfecto.

My tough boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora